Guayaquil, Ecuador
Normalmente no nos atrevemos a tocar el tema de la vejez, igual que el de la muerte; cuando somos jóvenes jamás pensamos que vamos a envejecer y peor aún, que algún día vamos a morir. Este tema lo ha abordado con amplitud la escritora francesa, Simone de Beauvoir (1908-1986), compañera inseparable de ese grande de la literatura universal, también francés, Jean-Paul Sartre (1905-1980). En el libro La vejez, con razón se ha dicho que “Con su lucidez y su valentía proverbiales, Simone de Beauvoir encara uno de los problemas cada vez más acuciantes en la sociedad contemporánea: la vejez.
¿Los viejos son seres humanos? El mundo actual parece negarlo, rehusándose a admitir que tienen las mismas necesidades, los mismos derechos que los demás. La vejez: víctima de una cruel marginación, amenazada por la soledad y la miseria. Muchas veces se pretende ignorar esta situación. Y no es infrecuente asociar la vejez a la enfermedad, a algo que ni siquiera puede nombrarse. Este libro intenta descubrir la verdadera condición de los viejos, trata de oír una voz que debe reconocerse como humana. La desdicha de los ancianos es un signo de fracaso de la civilización contemporánea”.
La vejez, es un libro extraordinario que denuncia el abandono a que son sometidos los viejos. “Decir viejo y pobre es casi un pleonasmo”, decía Simone de Beauvoir. Muchos de los ancianos viven de la caridad, especialmente de organizaciones de voluntarios, que se preocupan, especialmente de ancianos abandonados, pobres y desvalidos. Si bien es cierto, desde las más altas esferas de los gobiernos, abundan discursos falsamente respetuosos, frente al real tratamiento que se les da a los viejos, pura hipocresía. El anciano pasa a ser un estorbo, una carga, porque ya no forma parte de la población económica activa, por lo tanto, es condenado a “una muerte social”.
«La muerte social” se establece gradualmente, cuando nuestras facultades se nublan, la memoria falla y la salud es frágil, pero también puede ser porque el viejo y la sociedad tiene dificultad para comunicarse, para expresarse y para ocupar un lugar digno en la sociedad.
Algo totalmente diferente ocurría en las antiguas civilizaciones, ya que en ellas la vejez era honrada y reconocida como una etapa plena de sabiduría, por eso existía el Consejo de Ancianos, órgano importante que no podían prescindir los monarcas; además, antes de tomar decisiones importantes debía consultarles.
El tema de la vejez, con la pandemia del coronavirus, ha cobrado interés en el mundo, sobre todo en los países en donde la población es longeva; en el artículo “Los debates del coronavirus”, Lolo Echeverría, señala: “El primer error en este debate es confundir a los viejos con personas vulnerables. Personas vulnerables son porque tienen enfermedades que pueden agravarse fatalmente, no por la edad. El segundo error es creer que los viejos han perdido la libertad y no pueden decidir por ellos mismos. Los gobiernos, que se copian unos a otros, proponen que los viejos se queden confinados más tiempo. La señora Van den Leyen de la Comunidad Europea ha dicho que deben quedarse confinados al menos hasta Navidad y el presidente del consejo científico, un tal Delfraissy, propone el confinamiento hasta que haya una vacuna”.
Vale la pena recordar lo que el Doctor Marco Proaño Maya, dijo en el 2005, en el encuentro mundial de Seguridad Social en el Japón: “Un país que no respeta a sus viejos, está muy lejos de la justicia y muy cerca de la vergüenza”