El virus chino

Gonzalo Orellana

Londres, Reino Unido

El coronavirus como cualquier otro virus está mutando: de una amenaza a la salud pública paso a ser la causante de la mayor crisis económica mundial de las últimas décadas y ahora parece convertirse en un factor determinante del futuro geopolítico del mundo. En las últimas semanas los gobiernos de EE. UU y China se han acusado mutuamente, las teorías conspirativas son la orden del día y Trump está usando sus acusaciones a China como forma de campana política para las elecciones de noviembre. De todas las acusaciones que el presidente de EEUU ha hecho contra China no hay ninguna que le duela más al gobierno chino que la decisión de llamar al Covid-19 como «el virus chino».

Y es que científicamente ponerle una nacionalidad a un virus es ridículo, más aún cuando este es el coronavirus número 19 que la ciencia ha identificado. Pero Donald Trump no está del todo equivocado cuando lo llama el «virus chino», y es que el Covid-19, sus consecuencias y su impacto están altamente influenciados por la respuesta de Beijing ante este virus.

Las cifras oficiales del gobierno chino hablan de que el caso cero de Covid-19 se dio a finales de noviembre, para finales de diciembre ya se había identificado que se trataba de un virus nuevo y para mediados de enero ya se conocía su ADN. Las cifras oficiales dicen también que los casos no superaron los 90 mil y los muertos fueron alrededor del 4,600. Esta es la historia oficial, evidentemente tiene serias debilidades y son ampliamente cuestionadas: ¿Cómo es posible que China con sus 1.4 billones de personas tenga menos casos que Perú y menos muertes que Bélgica? Más interesante aun es que se haya detectado en Francia un primer paciente positivo de coronavirus en diciembre 2019, cuando se suponía que el virus todavía no había salido de China.

Pero además de estas dudas, existen algunas certezas: sabemos que el gobierno chino silenció a los médicos que empezaron a tratar pacientes con el virus en diciembre, sabemos que China no dejo entrar a la OMS a hacer una investigación seria sobre el origen del virus como se hizo por ejemplo con el brote de Ébola en África occidental. También sabemos que China no publica información sobre excesos de mortalidad como lo están haciendo muchos otros países para dimensionar el número real de muertos. Igualmente, también sabemos que en China no hay prensa libre que pueda cuestionar lo que dicen funcionarios gubernamentales u oposición política que critiquen la forma en la que el gobierno ha sobrellevado la crisis sanitaria.

Todo esto ha tenido un impacto enorme en la propagación del virus a nivel mundial: las semanas que se perdieron con el gobierno chino persiguiendo a doctores que querían alertar, el sub-conteo de víctimas que creó la sensación de que la enfermedad era menos grave de lo que es. Más importante aún, entender el origen del virus es clave para combatirlo, dado que no existe una investigación internacional e imparcial, el mundo depende de lo que el gobierno chino diga o no.

Pero el rol de China en esta crisis no acaba ahí. China es hoy la fábrica del mundo, lo que hace que su capacidad de producir mascarillas, batas, respiradores o pruebas para detectar el virus tenga una enorme relevancia en como el resto del mundo pelea contra la enfermedad. El gobierno chino ha querido utilizar esta crisis para mejorar su imagen internacional, haciendo donaciones a decenas de países, así como mandando médicos a contar su experiencia peleando contra el virus. Y aunque estas ayudas son bienvenidas, la venta de insumos y equipos han sido sobre todo un buen negocio. A esto hay que sumar los varios casos a nivel mundial en que los equipos e insumos enviados no han cumplido con los mínimos estándares de calidad y no han podido ser usados.

Pero quizás el impacto más grande de todos haya sido que China se convirtió en el modelo de como contener el virus. La estricta cuarentena impuesta por China, un país autoritario, fue copiada sin reservas por decenas de países. Este modelo de lucha contra el virus se impuso a otros mecanismos desarrollados por países democráticos en Asia que han tenido el mismo o quizás más éxito que el modelo chino. Japón tan solo tuvo 800 muertos, una cifra que puede ser creída a diferencia de la que publica China. Países como Corea del Sur, Singapur o Taiwan plantearon modelos menos autoritarios que al mismo tiempo han tenido excelentes resultados.

Hoy nos parece normal la idea de que solo una cuarentena estricta puede resolver una epidemia, cuando hace 4 o 5 meses todo el mundo denunciaba a China por lo excesivo de su medida. Este es quizás uno de los impactos más negativos de esta crisis, el mundo decidió seguir el ejemplo de un estado no democrático donde no se cuestiona a la autoridad. Si el Covid-19 hubiera empezado en Corea del Sur o Japón el mundo hoy se vería de manera muy distinta.

Cuando en 1918 una forma muy agresiva de gripe ataco el mundo entero, la gente lo llamo la gripe española, su origen no se dio en España sino en China. Viajo a EEUU de la mano de los trabajadores chinos que llegaron a Norteamérica y después voló a Europa de la mano de la primera guerra mundial. Paradójicamente en España, que no era parte activa de la guerra y donde había menos control a los medios de información, la noticia sobre una nueva cepa de gripe se hizo pública, eso hizo que en el mundo entero se asumiera que el virus había salido de España.

En el caso del coronavirus no hay duda de su origen y aún más claro no hay duda de que su devastador impacto a nivel mundial ha estado enormemente influenciado por el gobierno chino. El coronavirus ha expuesto lo mejor y lo peor de China: la capacidad de sus científicos de descifrar el ADN en unas pocas semanas, su capacidad de construir un hospital en cuestión de días, pero también ha dejado claro que es un gobierno que aplasta a quien quiera contar una historia distinta a la oficial, un gobierno donde la propaganda es más importante que la verdad.

Un país que se ha insertado de tal manera en el comercio y la economía mundial que hoy es capaz de influenciarlo de manera brutal, pero también es un país al que no le gusta jugar bajo las reglas internacionales, que no duda en hacer bullying a países más pequeños y que siempre impone el bienestar del partido comunista por encima de el de sus propios ciudadanos. Así como España no pudo quitarse la injusta vinculación con la gripe española, China no podrá quitarse nunca su merecido vínculo con el coronavirus. Este es sin duda un «virus chino».

Más relacionadas