Más allá de lo visible

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Del innecesario despliegue de publicidad al allanamiento de la casa de Bucaram se desprenden algunas certidumbres. La necesidad urgente de cambiar de tema para el gobierno, la existencia de una mafia paralela al poder y demasiado cercana a sus decisiones, lo incomprensible del accionar de la justicia, llena de delicadezas con los socios de ayer y enjuiciados de hoy, la podredumbre del sistema carcelario y su increíble conducción por parte de los presos, con más poder que las autoridades que los vigilan, y la cantidad de recursos a manos de los cohechadores y cohechados para eludir la acción de la justicia.

Cuando se escriba el epitafio del actual gobierno, la decepción y la furia tendrán un espacio sobresaliente, muy por encima de sus modestos logros y sus promesas incumplidas. Y es que no es una coincidencia la baja credibilidad de este gobierno. Es la respuesta inmediata a la ineficacia, el encubrimiento y la debilidad que ha demostrado.

Es la constatación que la justicia no es ciega. Es tuerta. Mira con solamente un ojo para satisfacer las exigencias del poder. No sorprende por lo demás. Los diez años de abuso de Correone pavimentaron el camino. El “caiga quien caiga” funciona como un corralito en el que se castiga únicamente a quien conviene y no a quien merece.

Por supuesto,ambos son culpables, pero los allanamientos a quienes se robaron miles de millones siguen en espera de una orden. Y eso indigna. Genera desconfianza y desesperanza. Permite innumerables elucubraciones con una base muy sólida: la de la impunidad a la vista de todos. Es la obvia reacción a una inmovilidad y una complacencia que raya en la incredulidad. O en la complicidad. Porque no se entiende de otra manera el silencio frente a los abusos del CNE, las picardías del CCPS, la inoperancia frente a los juicios internacionales, a los atropellos nacionales, a la falta de sanción frente a los desmanes de octubre, y a tantos escándalos a cargo de quienes gobernaron y co gobernaron los últimos catorce años bajo un eslogan de manos limpias y una praxis de codicia y corrupción.

Lo único cierto es lo incierto del panorama actual. A escasos meses de las elecciones, pocos parecen haber dimensionado la magnitud del problema. Si la capacidad adquisitiva retrocedió a niveles del 2012, ¿cuáles son los mecanismos para bajar los precios en concordancia? Si la masa de desempleados aumentará al doble de lo usual, ¿cuáles son los mecanismos para impulsar el empleo y recuperar la productividad? Preguntas sin respuestas ante una pléyade de medios más preocupados de la salud de Salcedo, de la reacción de Gaby y Dalo, y de mil temas intrascendentes y secundarios, conscientes como están de su incapacidad de plantear la problemática real de un país sin dirigencia sólida y sin rumbo cierto y someterla a consideración del gran público.

Los medios oficiales debían servir para eso, no para el culto a la personalidad del gobernante de turno. Y ante su quiebra, es obligación del periodismo serio develar la magnitud del problema y poner sobre el tapete las alternativas prácticas de solución. Quedarse en la crítica y en el sensacionalismo, y dedicar dos horas a la semana al lucimiento de los eternos entrevistadores y entrevistados no parece ser ni la solución ni la fórmula para crear conciencia.

Luego de la pandemia, quedará el País. Devastado, empobrecido y maltratado. Y ese es el tema de fondo. Lo demás se archiva al día siguiente y hasta el próximo escándalo. Y por supuesto no soluciona nada.

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