Reyes y dictadores por la Gracia de Dios

Alberto Molina

Alberto Molina

Guayaquil, Ecuador

Jacques  Bossuet (1627-1704) fue un clérigo y destacado intelectual francés;  defensor de la teoría del origen divino del poder para justificar el absolutismo de Luis XIV. En su obra póstuma “La política según las Sagradas Escrituras” (1709), señala: “Dios estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos (…). Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo. Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio”.

El absolutismo (por la gracia de Dios) no muere con la Revolución Francesa (1789); los dictadores renacen en cualquier tiempo y en cualquier parte de la tierra. El ejemplo del ser providencial “enviado por Dios a la tierra” es Adolfo Hitler (el Führer), en varios de sus discursos se refería a su origen divino:

En el Reichstag, el 11 de diciembre de 1941, dijo: “Si la providencia ha querido que al pueblo alemán no se le pueda ahorrar esta lucha, entonces le quiero agradecer que me haya confiado la dirección de esta lucha histórica, que para los próximos 500 ó 1000 años forjará decididamente no sólo nuestra historia alemana, sino la historia de Europa y hasta la del mundo entero…El Creador nos ha encargado una visión histórica de amplitud jamás vista…”.

El diario “Die Gegenwart”, el 1 de agosto de 1951, en su editorial dice: “Hitler no hubiera podido causar el daño que ocasionó si no hubiera poseído una capacidad extraordinaria de sugestionar y engañar a la gente. Esto es lo sorprendente, que existan personas tan perversas que, bajo la apariencia de lo divino, y con el adorno de la sonrisa, las lágrimas y el lenguaje aparente del corazón, sepan captar la simpatía y la voluntad de los demás para conducirles a la hecatombe. Hitler supo despertar los sentimientos más idealistas en la juventud pulsando los resortes psicológicos que mueven al hombre. Supo ser amable y atractivo en el momento preciso, entregándose con vehemencia y pasión a construir, como un artista, el sueño de una nueva y brillante Alemanía. Fue capaz de experimentar grandes sentimientos o, por lo menos, supo simularlos, para conseguir sus fines. Y a menudo el corazón se le desbordaba inundando de grandes proyectos y sublimes intenciones. Por eso llegó a ser lo que efectivamente fue: Hitler”.

En Latinoamérica, largo es el historial de dictadores: Trujillo, Batista, los Somoza, los Duvalier, los Castro, Strornner, Videla, Pinochet, etc. y, los más recientes: Chávez, Maduro, Ortega, Morales, cada uno dispuestos a quedarse, al menos 300 años como Rafael Correa. Felizmente mucho de los nombrados están sepultados en el tacho de la basura de la historia; por desgracia, otros quieren volver, seguramente para completar el saqueo.

Los dictadores mantienen controlada la prensa libre, las fuerzas del orden, la justicia; persiguen implacablemente a sus adversarios; aplican el terror y la propaganda. Estos dictadores mesiánicos, justifican su permanencia indefinida en el poder porque se creen imprescindibles y no pueden dejar “inconclusa su obra”.

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