¿Por qué no existen líderes de oposición visibles en Nicaragua?

Daniel Ortega en mensaje a la nación de Nicaragua. Imagen tomada de @JorgeAgobian.

Desde que el exguerrillero sandinista Daniel Ortega retornó al poder en Nicaragua, en enero de 2007, no ha destacado una sola figura política visible en la oposición. Las que han surgido, rápidamente han tenido que bajar su perfil ante un Gobierno que, con la política de la zanahoria y el garrote, ha descabezado cualquier sombra o contrapeso.

Además, frente a la presencia de un «régimen policial» en los últimos 13 años, con un sistema de partidos en decadencia, asociado a un colapso del sistema electoral, y con enorme desconfianza ciudadana, es prácticamente imposible que tales liderazgos populares quieran apostar su capital político, según analistas consultados por Efe.

Para el sociólogo nicaragüense Manuel Ortega Hegg, en Nicaragua no existe un líder de la oposición visible por varias razones, entre las que mencionó «temor o cautela del liderazgo a aparecer abiertamente en un régimen policial sin haber garantías a los derechos humanos, a la libertad y a la misma vida».

Ha habido, dijo a Efe el también investigador y escritor, una desaparición de facto del liderazgo político tradicional desde el regreso al poder de Ortega, «que ha venido sistemáticamente eliminando o desacreditando de distintas maneras a posibles competidores tanto dentro de su partido como fuera de él».

«Daniel Ortega se encargó de descomponer y desbaratar a la oposición, utilizando todo tipo de instrumentos legales e ilegales, convirtiéndola en una oposición colaboracionista o «zancuda» o en rehenes del poder», señaló.

«Usando métodos diversos de garrote y zanahoria ha ido descabezando a los partidos políticos que han pretendido una verdadera oposición. Eso ha tenido consecuencias en los liderazgos opositores, siendo una de ellas el desprestigio de esos liderazgos ante la población, lo que ha significado en muchos casos su muerte política», resumió.

El sociólogo e historiador Humberto Belli coincidió en que Ortega ha obstaculizado los liderazgos que surgen y se destacan en las contiendas electorales.

«Un efecto de la política orteguista de inhibir la participación de ciertos partidos políticos, privándolos de su personalidad jurídica, y de no dar elecciones libres, es que han privado a la oposición de esos teatros de lucha», indicó Belli, que fue ministro de Educación durante la Administración de Violeta Chamorro (1990-1997).

«Otra razón es que el país ha sufrido un déficit de hombres y mujeres valientes y constantes que, además, tengan el carisma de conectarse con el pueblo y sus afanes», apuntó.

Consideró, sin embargo, que hoy hay hombres y mujeres honrados y capaces que luchan en la oposición, pero hasta la fecha no han tenido la tribuna suficiente como para proyectarse a nivel nacional.

Contrario a Ortega, dijo, que ha sido «un líder fuerte del sandinismo, en gran parte porque ha contado con un partido grande que él controla, a diferencia de los líderes opositores que han sido privados de ellos».

Para el nicaragüense Humberto Meza, doctor en Ciencias Políticas e investigador de la Universidad Federal de Río de Janeiro, sí hay líderes, lo que no existen son candidatos a presidente que reúnan la condición de un líder popular.

Sostuvo que en Nicaragua existen «una cantidad de movimientos sociales con un liderazgo de base y que movilizan a las personas», sin embargo hasta ahora no han participado en procesos electorales.

«El proceso político reciente ha sido caracterizado por una decadencia del sistema de partidos, asociado a un colapso del sistema electoral, con enorme desconfianza ciudadana. En ese contexto es prácticamente imposible que tales liderazgos populares quieran apostar al esquema electoral», argumentó.

Recordó que Ortega fue electo en 2006 cuando el sistema partidario ya estaba entrando en colapso como consecuencia del pacto liberosandinista que dividió por la mitad a la derecha liberal.

Y como complemento en 2008 «criminalizó» a los disidentes sandinistas «y desde ahí comenzó a asediar todos los movimientos sociales, neutralizándolos y dejando abierto los espacios únicamente a los partidos zancudos» o colaboracionistas, agregó.

«Con ese contexto, es medio esperado que no haya ningún espacio para consolidar una oposición institucional en Nicaragua. Es ese el proceso que debemos entender. Es entendiendo la trayectoria del orteguismo desde 2007 que podemos comprender cómo se ha desmontado a la oposición», razonó.

En su libro «La cultura política nicaragüense», Emilio Álvarez Montalván sostiene que «si tenemos en un país y por mucho tiempo dictaduras, es porque en el fondo la cultura política local es proclive o tolerante al Gobierno fuerte», que suelen repetir los mismos métodos para gobernar: el control de la oposición. EFE (I)

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