Constituciones

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

¿Qué es un populista? Esa es la pregunta que se ha armado en torno al debate de cara a las elecciones presidenciales del 2021. El periodista César Ulloa, en varias investigaciones y libros publicados nos ha dado un perfil completo de un populista. En resumidas cuentas es aquel que “quiere reinventar la patria y divide creando enemigos.” No existe mayor fracaso en la Historia Nacional que la Constitución del 2008, en la que a través de la formación de una Asamblea Nacional Constituyente y de un dudoso referéndum se buscó, exactamente, “refundar” el Ecuador. Si este fuera un libro de poesía, quizá la actual Carta Magna podría ganar el Premio Nobel de Literatura… desde luego por su elevado nivel de fantasía y sueños quijotescos que plantea esta maraña de contradictorios artículos aprobados sin debate alguno y por orden del expresidente Rafael Correa.

Se buscó dar derechos a los animales, a las plantas, poder a los colectivos sociales, se inscribió el término “femicidio” (aunque si una lesbiana mata a otra esto no importa porque no es considerado como tal), se inventaron términos rimbombantes típicos del Socialismo del Siglo XXI tales como “Buen Vivir” (Sumak kawsai, término muy noventero a pesar de querer borrar el pasado de esas décadas) y se tergiversó el rol de “libertad”, “Patria” y “soberanía”.

En la antigua Grecia, cuna de la democracia occidental, Platón, Sócrates,  Aristóteles y demás entendidos en filosofía tenían un rol crucial: el de pensar. Algo que al parecer en la actualidad, duele. La sabiduría era algo que inundaba la política y hasta la rebasaba —existe, por ejemplo en las Facultades de leyes materias como Derecho grecorromano o grecolatino para poder determinar justamente las bases filosóficas e intelectuales que determina la democracia tal y como la conocemos—.

La Constitución del 2008, tiempo después, dejó que nazca otro engendro: la Ley Orgánica de Comunicación que se ajustó perfectamente a la matriz cefalópoda verdeflex antes mencionada que fue un reflejo del Foro de Sao Paulo de 1992 que buscó inventar el agua tibia desde prácticas sociales y legales netamente populistas que pretende normar la libertad de prensa y expresión.

El Estado se dividía en tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero, a partir de la sabiduría derrochada por Alberto Acosta y sus lacayos se crearon dos poderes más: el Electoral (regido por el Consejo Nacional Electoral) y el de Participación Ciudadana y Control Social (o Quinto poder bajo la creación de un consejo que lleva ese mismo nombre). El Electoral tiene por objetivo sostener una dictadura por medio de votos, es decir crear un autoritarismo-democrático y el de Participación Ciudadana y Control Social el de socapar la corrupción y entorpecer las actividades legislativas y judiciales. ¿Recuerdan, tal vez, a 1984 esa magna obra de George Orwell? Así mismo es la Constitución del 2008… un Gran Hermano a la ecuatoriana.

Como esta serie de normas fue creada bajo consulta popular, es necesario reversarla bajo la misma forma. Que un presidente gobierne con estas reglas es peligroso. Por ello, es vital llamar a un nuevo referéndum y regresar a la constitución de 1998. ¿Por qué razón? a) porque esta Carta Magna reconoce el Estado de Derecho y mantenía independencia de poderes; b) se regresaría a dividir al Estado en los tres poderes iniciales lo que supondría, además, un ahorro económico gracias a que permitiría eliminar instituciones innecesarias y bajaría los niveles excesivos de burocracia; c) al ser una Constitución que entró en vigencia previo al 2008 no se necesitaría volver a redactar una nueva y además demostró ser funcional porque se la aplicó por diez años; d) es una Constitución que garantiza el libre mercado y la asociación gremial y empresarial lo que supondría millones de nuevos empleos; y e) realmente constitucionaliza los Derechos Humanos y pone todos los candados necesarios en caso de querer poner dentro de sus artículos temas como la reelección indefinida.

Las vías legales supondrían pedir que la Corte Constitucional revise las preguntas y las apruebe previo a ser lanzadas para su votación por la sociedad. Es importante, por otro lado, que gremios como la Comisión Nacional Anticorrupción y la Academia respalde esta consulta para legitimarla, tomando en cuenta la validez participativa y democrática que implicaba esta Constitución. Esto asegurará un mayor grado de participación social y retomaría las virtudes de un Estado democrático.                     

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