Las minorías

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

A pesar del daño que la demagogia correísta provocó, hay aún un sector de la población que lo respalda, aplaude y socapa. No debe sorprendernos. Un análisis de los motivos arrojará como resultado que para muchos insatisfechos, el voto es la manera de provocar el deterioro de un sistema que consideran injusto y opresor.

También es una forma de pretender imponer sus valores sobre aquellos de la sociedad existente, reforzar sus creencias ideológicas o seguir beneficiándose de las prebendas que más de diez años de argolla impusieron para beneficio de un pequeño grupo.

La suma de esas minorías recalcitrantes, de los movimientos “activistas” y pandilleros y de los ideólogos del desastre, corresponden al porcentaje que con tanta insistencia aparece en las encuestas de opinión. Para ellos no corren estas reflexiones. Lo importante es llegar a la gran mayoría de indecisos, silenciosos y desencantados pobladores del País.

Y por tanto, hay que crear espacios de reflexión alejados de las consignas ideológicas y más cercanos a las soluciones prácticas. En un mundo tan diverso, es normal que existan desadaptados. Personas que odian la belleza, el arte, el esfuerzo detrás del éxito, el emprendimiento, el Imperio y las multinacionales.

Los que pretenden vivir con la cabeza bajo tierra para no reconocer los cambios que el mundo presenta a diario son personas de las que hay que distanciarse para no caer en su círculo de amargura. Dejemos que sigan rumiando su fracaso en su círculo y concentremos nuestro esfuerzo como mayoría en poner sobre el tapete fórmulas prácticas y probadas para avanzar.

Hay evidencias claras del camino a seguir. En las finanzas personales es un despropósito vivir del crédito porque en algún momento tendremos que pagar las deudas contraídas. En lo público, el razonamiento es el mismo. Si no producimos lo suficiente como para cumplir con nuestros gastos, la deuda tiene que ser un instrumento de desarrollo para nuestra actividad y no una fórmula de tapar huecos.

En lo público, pasa lo mismo. El déficit fiscal no es sino la diferencia entre ingresos y egresos de la empresa pública. Por lo tanto, nuestros esfuerzos deben encaminarse a reducir esa diferencia o terminaremos quebrados. Hay dos planteamientos en la balanza. Subir los ingresos estatales aumentando la carga tributaria y sostener así los gastos excesivos, o racionalizar y reducir el nivel del gasto público para permitir que el dinero existente fluya en la economía productiva y no se estanque en la burocracia.

Durante los últimos cuarenta años, el gasto público no ha hecho otra cosa que crecer. Eso no es neoliberalismo. Es estatismo. Todo lo contrario de lo que los marxistas impenitentes quieren vendernos como un hecho consumado. Hemos vivido un sistema hiper presidencialista, agobiante y agobiado, que tiene que gravar permanentemente a los ciudadanos para mantenerse ,a pesar de los grandes ingresos petroleros y de servicios monopolizados por el Estado.

La consecuencia ha sido un discurso permanente de crisis institucionalizada desde el gobierno y mantenida con falacias “estructurales “. Un país es pobre porque no produce lo suficiente para mantener sus gastos y generar excedentes. Un país es rico cuando genera excedentes, ahorro público y confianza a los inversores por sus políticas claras. Lo demás es demagogia.

Cuando los de siempre utilicen el gastado recurso de señalar a los ricos como culpables de la pobreza del resto, hay que preguntarles cuál es la entidad más rica del País, cuál ha sido y es su aporte económico en educación, crédito y apoyo al micro empresario para que logren salir de la pobreza. Y allí tendrán que reconocer que el Estado es quien maneja en un año recursos superiores a la suma de las diez fortunas privadas más grandes del País, y sin embargo no logra cumplir con los fines para los que fue instituido.

Habrá que reconocer que las grandes bonanzas se han ido en ampliar el ámbito de poder de quienes disfrutaron de esos excedentes, que la burocracia y la influencia estatal fueron el principal objetivo, mas no el apoyo a los sectores más desposeídos o productivos, y que los grandes negocios se hicieron en perjuicio del Estado, en beneficio de una argolla y con el consiguiente desmedro en los fondos públicos.

Los árboles nos impiden ver el bosque, dice el refrán. Nada más cierto en estos casos. Nos enfrascamos en discusiones interminables con nombre y apellido de los ladrones,pero soslayamos el hecho que la maquinaria sigue intacta, a disposición del próximo gobierno, con nuestra anuencia.

Mientras el Estado no se auto discipline, mientras los intereses políticos impidan la reducción del gasto y no permitan transparencia en sus balances, miles de millones de dólares que deberían canalizarse hacia la salud y la educación seguirán a disposición de la ineficiencia estatal y servirán para enjuagar las pérdidas anuales de sus empresas.

Mientras no reaccionemos, los intermediarios seguirán lucrando de la cercanía con el poder, los totalitarios seguirán gravando nuestra economía para mantener sus privilegios y la gran mayoría seguirá empobreciéndose por las malas decisiones de sus líderes.

Sería ingenuo pensar que en cuatro años se puede solucionar todo. Hay que cambiar muchas leyes, luchar contra mentalidades retrógradas y obtusas, remover espacios de corrupción enquistados desde hace muchos años en el poder. Pero más grave que todo eso es no hacer nada y seguir permitiendo que demagogos, sofistas, incapaces y tramoyistas se tomen por asalto el poder ofreciendo dádivas que luego tendremos que pagar duplicadas a través de impuestos y manipulaciones monetarias.

Es hora de levantar nuestra voz contra la jauría de oportunistas que pretenden seguir esquilmando nuestra economía. Es hora de enfocarnos en un voto racional y reflexivo sobre el futuro. Las oportunidades no pasan todos los días. Hay que crearlas con esfuerzo y dedicación y aprender a sostenerlas en el tiempo. Que sea la mayoría honesta de este país la que decida su rumbo. Basta de permitir que minorías cómplices del caos nos dividan para pescar a rio revuelto. Apoyemos la mejor opción sin novelerías intrascendentes. El Ecuador merece la mejor opción.

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