2021

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Difícil tarea la de no caer en los lugares comunes sobre el año que se va. Lo inusual, lo dramático, la dureza de las precauciones configuraron un escenario difícil de olvidar. Pero quizás la tarea de señalar lo bueno es lo importante para enfrentar el año que se acerca.

Reseñar por ejemplo lo importante de lo humano, de los valores y unión de familias y amigos, la fe en el futuro a través de las distintas creencias, la convicción para salir adelante, el optimismo frente a la adversidad, es destacar actitudes que alientan la esperanza.

Para una sociedad acostumbrada a lo negativo, al pero y a la insidia, la pandemia obliga a un cambio de paradigmas. No faltaron ni faltan los incrédulos, los conspiradores y los teóricos, pero la gran mayoría apostó al optimismo y al deseo de salir adelante. El tiempo transcurrido entre cuatro paredes nos obligó a mirar hacia adentro, en lo propio y en lo figurado. Y el resultado fue bueno.

Desde hace muchos años, las minorías inconformes hacían escuchar su voz de protesta frente a una mayoría informe y afónica. Quienes luchan por mejorar al mundo tienen siempre menos tiempo para explicar su tarea que quienes pugnan por destruirlo. Y como consecuencia, las primeras voces fueron de alerta, encaminadas a culpabilizar al capitalismo y al sistema.

Pero poco a poco, los agoreros del desastre tuvieron que retroceder frente a realidades positivas, hoy cuestionadas únicamente por escépticos pero aceptadas por una mayoría consciente de la necesidad de avanzar. Habrá que vacunarse y continuar en la tarea diaria, porque el mundo no se detuvo. Simplemente aminoró el paso para permitirnos mirar hacia atrás y comprender muchos porqués.

Habrá que vacunarse contra el virus del populismo también, a la luz de los estragos que ha causado en los países que lo acogieron. Habrá que entender que el camino hacia el progreso no lo deciden únicamente pocas personas en el gobierno, sino el empuje de multitudes hacia la mejora de sus condiciones.

Que es la libertad y no el sometimiento lo que logra resultados tangibles para la mayoría. Que la solidaridad es tan importante como la disciplina en momentos de crisis. Que todos debemos asumir nuestra responsabilidad en vez de delegarla, porque hacernos a un lado es el camino más seguro hacia el fracaso. Durante varias décadas el pueblo se dejó seducir por dádivas, dinero fácil que nadie explicó de dónde venía, pero que era regularmente extraído de los bolsillos de los beneficiarios a través de impuestos mayores a lo donado.

Es el momento de cambiar el discurso, de reconocer los errores del pasado y apostar por un nuevo comienzo, sin paternalismos pero con oportunidades. Este año de recogimiento personal nos ha enseñado al menos eso. Que nadie hace milagros. Que una economía fuerte tiene más opciones de enfrentar una crisis, que el esfuerzo individual impulsa el bienestar colectivo, que no hay que temer a la competencia porque finalmente es el pueblo el mayor beneficiado por la calidad del servicio.

Pequeñas grandes reflexiones que tienen que calar hondo en corazones decepcionados por las mentiras de sus profetas. Que el 2021 sea el año de la esperanza, que el 2020 sea el paso atrás que nos permitió mirar el pasado y saltar hacia un futuro sin engaños totalitarios disfrazados de justicia social, entelequias que todos creen entender pero que son manipuladas por aventureros para su propio beneficio. Miremos hacia adelante.

La experiencia es un don que solo otorgan los años. Frenemos a los jovencitos impacientes para quienes el cambio solo opera para su beneficio. Atesoremos la sabiduría de quienes han aportado a la sociedad con hechos y realizaciones, y hagamos oídos sordos a los teóricos que, detrás del discurso, albergan el deseo de destruir lo que otros han creado con mucho esfuerzo.

Por supuesto, hay muchas injusticias en el mundo. Pero destruir todo para imponer una falacia es la mayor injusticia posible. Hagamos un gran esfuerzo para desterrar la corrupción y la dádiva y substituirlas por la honradez y el esfuerzo. Si se puede, a pesar de los pesimistas, construir algo mejor con dedicación y sin destrucción.

La fórmula es el diálogo desinteresado y elástico. La historia del mundo lo ha demostrado y lo sigue demostrando. Hagamos un acto de fe en la inteligencia de nuestro pueblo. Abracemos el presente y el futuro. Es hora. ¡Feliz año 2021!

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