Lo que nos faltó

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

Marcado por una crisis económica, agravado por una debacle sanitaria, arrastrado por un colapso de la ética pública y castigado por una crisis política, el 2020 ha sido probablemente el peor año del que muchos ecuatorianos tengan memoria. Un año que se caracterizó más por las cosas que nos faltaron, que por las que tuvimos y menos que por las que logramos. Un año en el que el Ecuador parece consolidarse como una nación fallida, donde sus carencias y sus faltantes son tan grandes que necesitaremos muchos años, quizás décadas, para comenzar a sentirnos como un país que tiene un destino trazado y unas metas acordadas.

La pavorosa pandemia que nos penetró con su mensaje de muerte nos hizo ver lo que somos: una sociedad con escaso o ningún sentido de solidaridad y sentido de unión. Así, mientras que en muchas naciones las familias salían a los balcones a las seis de la tarde a aplaudir y agradecer el trabajo de los médicos y personal de apoyo, que trabajaban hasta 18 horas en los hospitales ayudando a las víctimas del virus, en el Ecuador nunca se hizo algo ni remotamente similar en favor de nuestros profesionales de la salud.

Cierto es que hubo loables esfuerzos privados por salvar vidas, pero nos faltaron instituciones que reaccionen de manera organizada y eficiente ante la crisis. La pandemia nos desnudó como una sociedad dominada por mafias que no tuvieron un mínimo de humanidad y en plena tragedia se dedicaron a hacer lo que mejor saben hacer, a corromper y enriquecerse con un tráfico indecente de insumos médicos.

Hospitales que venían siendo repartidos como botín político desde los aciagos años de la dictadura del Gran Ladrón, resultaron –como era de esperarse– incapaces de enfrentar la crisis sanitaria. ¿Qué se puede esperar de un país donde casi la mitad de sus legisladores están siendo investigados por la Fiscalía? ¿Siguen, por ello, sin aprobar la ley de extinción de dominio?

Y también nos faltó dignidad. Dignidad para reclamar con fuerza frente al atropello de la flota pesquera china dedicada a depredar nuestra riqueza marina. Apenas una tímida declaración lamentando lo sucedido se escuchó por allí. Optamos por agachar la cabeza. Prácticamente no hay inversión china en Ecuador que no esté teñida de corrupción, desde las preventas petroleras hasta Coca Codo Sinclair, pasando por hospitales y la construcción de infraestructuras. Como China no tiene una ley similar a la Foreign Corrupt Practice Act de los Estados Unidos o las equivalentes de naciones europeas, los nacionales de ese país asiático hacen lo que les viene en gana en el exterior.

Y entre nosotros no faltan empresarios corruptos que se prestan para pisotearnos. Y encima seguimos endeudándonos con ellos. ¿Hasta cuándo el Ecuador mantendrá este estado de vasallaje? Dignidad tampoco tuvimos para protestar contra Bélgica por permitir que un delincuente conspire desde su territorio contra el Ecuador, una vez que su sentencia quedó firme.

Las instituciones electorales quedaron al desnudo como una suerte de burdel donde no se hace caso a la Contraloría, se compran y alquilan organizaciones políticas como en un mercado y se trafican sentencias como boletos de cine.

Quedó claro que como nación nos falta un sentido de solidaridad, de dignidad, de decencia. ¿Qué haremos en 2021 para tenerlo? (O)

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