El castrismo en el directorio apropiado

Pedro Corzo

Miami, Estados Unidos

Es justo que reconozcamos que el régimen cubano no cambia, salvo en aquello que le sea útil para conservar el poder. Sin embargo, sus enemigos y adversarios, como proceden de expectativas plurales y no exentas de contradicciones, cambian sus tácticas y estrategias de confrontación de acuerdo a las variables de las circunstancias y las convicciones e intereses de quienes están a cargo de la gestión.

Una muestra de esas mudables concepciones es el hecho de que Cuba, léase el castrismo, ha sido excluida de la relación de estados terroristas por el gobierno del presidente Barack Obama; y reincorporada a la misma por disposición del presidente Donald Trump. El gobierno cubano no cambió, fueron las percepciones e intenciones de quienes deciden la política hacia Cuba las que cambiaron.

Decimos que Cuba no cambió porque en la isla no cesó la persecución y represión contra los ciudadanos. El presidio político creció, y las leyes se hicieron más restrictivas en lo que concierne a los derechos humanos y la situación social se ha degradado todavía más. En el aspecto internacional, el régimen sigue apoyando la autocracia venezolana con todos los recursos a su alcance, y ha dado amparo a terroristas del Ejército de Liberación Nacional de Colombia, involucrados en un ataque con bombas a una Academia de Policía en Bogotá.

El castrismo ha demostrado ser consecuente, al menos, en su naturaleza agresiva. Escoge un enemigo y no cesa de atacarlo. Estados Unidos y Cuba restablecieron relaciones en el 2014; dos años después, a finales del 2016, se produjeron los ataques sónicos contra personal del gobierno de Estados Unidos radicados en La Habana.

El régimen cubano está en esa lista desde 1982. Y es porque, aparte de los crímenes cometidos en el pasado, continúa siendo refugio de terroristas de diferentes países, incluidos los estadounidenses. Desde que triunfó la insurrección castrista, la isla se transformó en cuartel y santuario de todos los que auspician el uso de la fuerza para lograr cambios políticos. En consecuencia, ha sido el refugio por excelencia de terroristas y asesinos de toda condición. Sin aludir el patrocinio del castrismo a los grupos violentos que operaron en América Latina y en otros lugares del mundo, que es argumento para otra columna, el prontuario criminal del castrismo contra la sociedad estadounidense es tan vasto e intenso que no tiene comparación con el de otros países u organizaciones,

Tengamos presente la disposición de Fidel Castro de instalar en territorio cubano misiles soviéticos con capacidad nuclear. Y el extremo de que Ernesto Guevara, en conversación con el embajador de Yugoslavia en La Habana, comentara su disposición de lanzar una bomba nuclear contra la ciudad de Nueva York, antecediendo por 39 años el acto terrorista de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001. No olvidemos que el castrismo auspició el secuestro de aviones por muchos años.

El régimen cubano, a pesar de la profunda crisis económica que enfrenta desde que es gobierno y las limitaciones alimenticias y de todo tipo que padece el pueblo, nunca interrumpe sus acciones solidarias con sus partidarios extranjeros, porque esa labor es parte fundamental de la política clientelar que la ha hecho posible contar con peones para sus operaciones desestabilizadoras en cualquier lugar del mundo. La solidaridad del castrismo con los terroristas es parte de su espacio vital, como hubiera dicho Adolfo Hitler, uno de los ídolos de Fidel Castro, quien siempre fue un admirador de la voluntad de los caudillos más que de las ideologías.

La decisión de Estados Unidos de regresar a Cuba a la lista, en la que también debería estar incluida Venezuela, se fundamenta en un informe de 2019 que señala que continúa albergando fugitivos que cometieron o apoyaron actos de terrorismo en Estados Unidos. Son varios los estadounidenses fugitivos de la justicia que han encontrado amparo y protección bajo el castrismo. Y posiblemente la más notable sea la prófuga Joanne Chesimard, también conocida como Assata Shakur, quien figura en la lista de terroristas más buscados del FBI, condenada por ejecutar a Werner Foerster, un policía del Estado de Nueva Jersey.

Es una pena que la lista nombre a países y que figure Cuba, cuando en realidad debería ser el castrismo, como gestor del terror, el que debería estar incluido.

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