El socialismo de Beverly Hills

Ricardo Noboa

Guayaquil, Ecuador

Ver a Jennifer López y a Lady Gaga en la ceremonia de la transmisión de mando de los Estados Unidos me trajo ciertas reminiscencias. En realidad, nunca me ha parecido que los políticos norteamericanos tenían, entre sí, grandes diferencias. Por ello en algunas ocasiones he adherido a un presidente demócrata y en otras a algún republicano.

Crecimos con el demócrata Kennedy, con sus frases famosas, con el glamour de su mujer, con la Alianza para el Progreso, y adherimos a Kennedy. Aprobamos la ley de derechos civiles que firmó el poco carismático Lyndon Johnson. Después apoyamos a Kissinger y al tratado de paz de Vietnam, lo que nos hizo respaldar a Nixon y repudiarlo después.

Nos gustó el carisma de Reagan, su lucha contra el comunismo, el despertar de la economía americana y hasta sus chistes. Endosamos a Clinton y sus acuerdos de Camp David así como sus políticas económicas. No nos gustó Bush Jr pero nos quedamos tan estupefactos con septiembre 11 que inicialmente respaldamos su guerra contra Irak, hasta que nos dimos cuenta que las armas químicas eran de juguete.

No estuvimos de acuerdo en que a Obama se le de el premio Nobel de la paz antes de asumir el mando, pero nos gustó su carisma, su discurso, algunas de sus políticas sociales, su dignidad y su familia, que reeditó el Camelot de Kennedy en versión canela. Y luego …. llegamos a esto.

Trump le ganó a Hillary en las elecciones de 2016 y se iniciaron cuatro años complejos en la historia de Estados Unidos que terminaron en el asalto al Capitolio de enero 6. El tiempo dirá si Trump será enjuiciado penalmente como autor intelectual de los desmanes en el Congreso americano. Pero mi preocupación va por otro lado.

Volviendo al concepto inicial donde decía que nunca me ha parecido que entre demócratas y republicanos existen grandes diferencias, tal vez es hora de repensar el concepto. Existen vientos de fronda en el partido Demócrata, y esos vientos lo van llevando hacia una izquierda que todavía es una incógnita.

No es la izquierda de Meryl Streep o Barbra Streisand, ni siquiera la de la latina Jeniffer López, que entre champagne y champagne en sus casas de Bel Air profesan el credo del partido Demócrata, y que sin duda pertenecen a la élite norteamericana amiga siempre del poder, como lo fueron en su momento Marilyn o Frank Sinatra.

No. Esta es la izquierda de Bernie Sanders, la de Alexandra Ocasio Cortez o Adriano Espaillat, estos últimos que, en carta de hace un mes le pidieron a Mike Pompeo que proteste ante el gobierno ecuatoriano debido a que en el Ecuador no se estaban llevando a cabo elecciones “libres y justas” al perseguirse políticamente a Rafael Correa, persecución que, dicen, se estaría extendiendo a Arauz.

Es la izquierda de Richard Neal y 21 congresistas mas que protestaron ante el departamento de comercio mediante carta de diciembre 9 respecto de la firma de un acuerdo con Ecuador llamado de “primera fase” y en el que indican que preocupa que el Ecuador no haya superado problemas de “deforestación, prácticas pesqueras nocivas, violación a la libertad de asociación y negociación colectiva en materia laboral, dependencia excesiva de China y afectación a los derechos humanos básicos al haberse excedido en el uso de la fuerza en las protestas de octubre del año pasado”.

Prácticamente Neal y los congresistas volvieron a interpelar a María Paula Romo al cuestionar este convenio comercial.  Sanders y el ala izquierda del partido demócrata están cerca del socialismo del siglo XXI. Al menos algunos de los congresistas simpatizan con esa causa. Y debe preocuparnos, a los latinoamericanos libres y demócratas, que sea esa ala la que empiece a prevalecer en la avenida Pensilvania.

Tal vez les va a ser mas fácil tocar la puerta del despacho de Kamala Harris, no lo sé. Pero, en todo caso, van a tener mucho que decir en la nueva administración. Trump fue un elefante en cristalería y terminó rompiendo todos los adornos. Sus números económicos no son malos, pero sus políticas sociales fueron inexistentes. Y su discurso confrontador, maniqueo y ordinario no estuvo a la altura de la tradición democrática y republicana de los Estados Unidos.

Ahora toca esperar. Esperar a ver si en un año Meryl Streep y Barbra Streisand, desde sus vestidos Gucci, siguen aplaudiendo a Biden o la nueva estrella del celuloide político es Alexandria Ocasio Cortez y su grupo. Creo que al Ecuador más le conviene seguir escuchando a Barbra.

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