¿Por qué Arauz?

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Para las personas con criterio, votar por Arauz es una aberración. Significa recaer en un estilo de gobierno indeseable, corrupto, manipulador y mentiroso. Significa hipotecar el futuro del país a cambio de ofrecimientos dudosos y sin lógica económica. Significa respaldar a un prófugo de la justicia cuyos abusos en el poder son Incontables. Y sin embargo, hay un porcentaje que lo respalda.

Hay que hacer un ejercicio de empatía entonces. Tratar de entender por qué una propuesta perniciosa y destructiva para quienes viven en un país como el nuestro resulta atractiva. Y las respuestas son muchas.

Hay un grupo que definitivamente no cree en el libre mercado y la iniciativa privada. Prefiere una economía centralizada, dirigida por un líder paternalista e infalible, en la que no tenga que hacer esfuerzo alguno y el dinero en manos del Estado se reparta sin reflexión sobre sus efectos en el tiempo.

Los automarginados

A pesar de todos los fracasos comprobados de dichos sistemas, hay todavía quienes creen que la teoría es superior a la práctica y que el verdadero socialismo está por venir. A este grupo se suma el de los empresarios y comerciantes que dependen del Estado, aquellos que lucran a su sombra, cuyo fin último es lograr un favor o un decreto que les permita vender su producto o servicio para seguir incrementando sus fortunas. Son mercenarios, que siempre aportan y apostarán al régimen de turno para lograr una posición privilegiada el momento del reparto.

Otra minoría importante en la de los auto marginados. Aquellos que luchan por sus intereses más no por los del país, y camuflan sus intenciones bajo proclamas sugestivas e incendiarias, movimientos activistas y belicosos, propuestas sesgadas e inaceptables, pero siempre presentes. Para ellos, lo importante es llevar la contra a todo lo establecido, para ver si sus demandas contracorriente pueden calzar a río revuelto. Y bajo sus estandartes de lucha, se cobijan los intereses más variados y las peticiones más extrañas. Pero hay clientela para todos.

La masa

Y finalmente, está la masa. Esa masa mal informada o definitivamente ignorante que se nutre de chismes, falsedades, mitos orales o pastillas sin asidero, que prefiere el remedio escuchado en la calle al criterio del médico, y cree ciegamente en la información que algún pariente o amigo recién llegado de otros países le espeta como verdad indiscutible.

Esa masa que se cree incapaz de producir algo más porque no se siente preparada para hacerlo, porque sigue día a día la misma rutina sin esperanza de un mañana mejor, que vive del engaño y la burla a otro para redondear su ingreso del día, porque desde pequeña ha aprendido que el mundo es cruel, egoísta e indiferente.

Para ellos, quien gane no es importante porque sospechan de todos. Se justifican señalando a la clase política como ladrones y continúan en su ingrata tarea de engañar al prójimo en el peso, en la calidad y en el producto.

Y para completar este cocktail explosivo, no podemos olvidar a los malvivientes, aquellos que controlan los comercios subterráneos, los que venden drogas y compran conciencias, y cuyas ramificaciones y poder son impresionantes. Ellos han hecho su dinero en la calle, han impuesto sus condiciones a tiros, han amedrentado y eliminado a quienes se han opuesto o no les han sido leales. A diario escuchamos noticias de ajusticiamientos, sicarios y crímenes no resueltos.

Los escépticos

Y por último, están los escépticos. Aquellos a los que todo les apesta porque se sienten superiores y no entienden cuál es el motivo por el que sus talentos no son reconocidos por todo el mundo. Son los que votan por resentimiento, por obligación, los que pretenden que los candidatos piensen como ellos para otorgarles su valioso aporte a través del voto. No piensan en aportar al país porque el país es el que les debe a ellos. Y no pierden oportunidad de decirlo. Los que siempre tendrán un pero en la punta de la lengua para oponerse a cualquier iniciativa.

Esta fauna de minorías, que existe en toda sociedad y cuyo oficio es carcomerla y satanizarla, se compacta alrededor de los candidatos anti sistema, para demostrar su inconformidad y su rechazo a todo lo que consideran injusto porque no forman parte de esa argolla. Solo así se explica el volumen de votación que ha respaldado a candidatos cuya incapacidad y extravío ha sido notoria cuando han llegado al poder. Solo así se justifica la habilidad para tragarse ruedas de molino a cargo del gobernante de turno, a sabiendas que no tienen ninguna lógica en un mundo real y plural.

Círculo vicioso

Y en un círculo vicioso interminable, cada elección nos demuestra la vigencia de estos fenómenos. En un mundo racional, no existe comparación posible entre un empresario exitoso y con experiencia como Lasso y un improvisado y desconocido como Arauz. Es la diferencia entre la propuesta seria y la feria de dádivas. En un país pensante, se rechazan las dádivas gubernamentales porque se sabe de su efecto pernicioso en el tiempo y únicamente se pide oportunidades de trabajo.

En una nación con apertura, se aplaude la inversión y el flujo de capitales antes que el cierre de fronteras y las cortapisas a nuevos emprendimientos. En un país con criterio, se controla el déficit fiscal a través de medidas racionales y no se apoya el caos. Somos pues nosotros los que tenemos que definir qué clase de país somos y queremos ser. Un país de mantenidos y fracasados sin horizontes o un país de esperanza y metas de desarrollo definidas. De eso se trata nuestra votación en febrero. No es un tema únicamente de nombres ni de ideologías sino de metas y decisiones para encarar el futuro. Y así debemos entenderlo.

El candidato presidencial del correísmo, Andrés Arauz, en Zumbahua, provincia del Cotopaxi, el 12 de diciembre de 2020. Foto de su página de Facebook.

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