Olvidar

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

Lo peor de lo que ha sucedido en las cárceles la semana pasada es lo que está por venir, es decir, su olvido. De hecho, pocos días antes de esa cruel matanza salió a la luz un operativo policial sobre un horrendo caso de abuso sexual de varias niñas por parte de sus más cercanos familiares. Algunas de ellas abusadas por sus padres y hermanos, e inclusive vendidas a los vecinos. Otras sufrían de deficiencia intelectual mientras que una de ellas dio a luz a tres niños fruto del abuso de su padrastro durante nueve años.

Pero este caso no es excepcional. Meses tras meses los medios de comunicación se encargan de difundir hechos como este. Niñas que son abusadas por todos lados: por sus familiares y extraños que las violan sexualmente, por la sociedad que las olvida, por la cultura que las humilla, por la ley que las hace parir, por la moral que las juzga hipócritamente y por la política que las ignora.

Una sociedad que ha cosificado a la mujer a los niveles que lo ha hecho la sociedad ecuatoriana, transformándola en un simple objeto de consumo, abuso, o sencillamente reproductivo; una sociedad que parece ya acostumbrada a convivir con este escenario de niñas menores abusadas, pues ha llegado al punto de que se olvidan estos hechos al día siguiente de que son denunciados, es una sociedad que no solo que está condenada a fracasar en términos éticos y sociales.

Es que es, además, una sociedad que no debe asombrarse de tragedias como las ocurridas la semana pasada en sus prisiones. No hay que extrañarse, en efecto, si los responsables de esa barbarie, o de otras similares que, en menor intensidad, ya venían sucediendo en las prisiones de nuestro país, son individuos que nacieron y se criaron en hogares como los develados en el operativo policial al que me he referido antes.

Hijos de menores o adolescentes violadas y de padres abusivos. En un círculo infernal alimentado por el narcotráfico y la estupidez de ciertas élites que creen que esta lacerante realidad va a desaparecer simplemente “mandando a la cárcel” a más y más gente. Parecen olvidar que la Constitución expresamente declara a las personas privadas de su libertad, así como a las niñas y niños, como un grupo vulnerable que demanda atención prioritaria por parte del Estado.

¿Qué otra tragedia debe suceder en nuestro país para que reaccionemos como personas y aceptemos responder al gran desafío de construir una sociedad más humana y libre de tanta violencia, prejuicios y taras culturales? ¿Qué otro escándalo por venir nos hará olvidar el de las prisiones, así como este nos hizo olvidar el de las niñas abusadas, el cual a su vez nos distrajo de los asesinatos por parte de sicarios, y así por el estilo?

Escribiendo sus reflexiones sobre el Antiguo Régimen, Alexis de Tocqueville se lamentaba, entre otras cosas, de que los años en los que la educación había enseñado a sus jóvenes a liderar, había sido reemplazada por una educación que les enseñaba solamente a obedecer. Pero hoy parece que tenemos algo peor en el Ecuador. En nuestro país parece reinar una cultura que nos educa a olvidar. En el inmediatismo y consumismo en que vivimos, nadie reflexiona, pocos recuerdan y muchos simplemente viven la fugacidad del instante. Errores que deben ser vencidos para sobrevivir como sociedad. (O)

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