El futuro está en nuestras manos

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Los medios aportan, en diferentes formatos y ubicación, algunas noticias que ayudan a armar el rompecabezas nacional. El inefable lcdo., acorralado por su partido, sus antiguos amores y su medianía permanente, se retira del partido que fundó por temor a que lo expulsen. Parece ser el último acto de una relación tormentosa entre oportunistas de la política. Los que ayer lo eligieron hoy toman distancia y buscan nuevas opciones.

No hay honor entre traidores, dice el refrán. Lo vemos a diario. Por otro lado, la estadística siempre rezagada da cuenta del empobrecimiento del ciudadano, combinación funesta de la lentitud de decisiones en lo público y lo imponderable de la pandemia. Allí está parte de la explicación a la votación correista y yacucista, más que en los delirios de un fraude no demostrable hasta hoy.

La gran responsabilidad del lcdo y de su gobierno se traduce en el descontento y rechazo a una labor a medias, sin decisiones de largo plazo, sin guía ni derrotero. La cirugía mayor no fue nada más que un enunciado, pues el sistema putrefacto, los pícaros de la década y los culpables señalados maniobran desde el exilio y con malsana libertad.

Están lejos sí, pero aplastan teclas y derrochan dinero para el regreso ante la pasividad de los encargados de desenmascarar la tramoya que mantiene al país en la picota. Un grupo de ecuatorianos, el más afectado, el desengañado, el frustrado a diario, depositó su voto por opciones milagrosas y engañosas, sin detenerse a analizar las causas del descalabro, y mucho menos a identificar a los culpables.

Tener el dinero en el bolsillo de la esperanza cuenta mucho más que una realidad vacía. Hacer entender a un pueblo famélico que las arcas del Estado no son inagotables es una ilusión. No les importa de donde venga el dinero, ni el costo que tenga luego, ni los sacrificios que haya que hacer para enderezar el hueco fiscal que provoca la demagogia. Pero no hay mejor escuela que la experiencia. No querrán repetirla.

Capítulo aparte merece nuestra clase dirigente. Irresponsable, codiciosa, sedienta de un puesto para cuadrar las cuentas personales, está hoy en la mira de la justicia ordinaria, representada por un ex presidente, dos vice presidentes, un gabinete casi completo en el exilio o en la carcel, y muchos aún sueltos o protegidos por inmunidades oportunas.

Con las excepciones de rigor, pero el cancer está en todos lados. Así como la impunidad. La que permite que financistas mágicos se llenen los bolsillos a costa de la torpeza y complicidad de ejecutivos, directores, organismos de control y autoridades de entidades públicas, llamadas a invertir, negociar y salvaguardar el patrimonio de todos y no a festinárselo a cambio de la consabida mordida.

¡Doloroso panorama! El ISSPOL y el IESS tendrán que ser saneados a nuestro costo. Y si lo permitimos, el Banco Central es el siguiente objetivo. ¿Soluciones? ¡Claro que existen! Pero requieren de manos firmes, experimentadas, sin prontuarios policiales en la trastienda.

Requieren de sacrificios fiscales para detener la hemorragia populista que como un juego de espejos, ofrece abundancia hoy y oculta la carencia del mañana. La hemos vivido a la saciedad. La opulencia correísta, llena de obras faraónicas y carísimas, con sobreprecios inmorales y demostrados, empujó al Ecuador a la quiebra financiera, por la imposibilidad de mantener el ritmo de gastos.

La falta de preparación del lcdo hizo que el País demore tres años en intentar recuperar el rumbo. Y su “lentitud” aún no permite esclarecer la verdadera magnitud del daño causado por los contratos con China, los negociados de Odebrecht y afines, mientras los causantes disfrutan del dinero extraído de las entrañas del Ecuador para su beneficio en otras latitudes.

Para todo eso no hay respuesta. Porque a pesar de los requiebros de los compadres de ayer y enemigos de hoy, de sus separaciones e insultos diarios, el hecho cierto es que los dos últimos gobiernos nacen de la misma matriz, están íntimamente relacionados entre sí y obedecen a los mismos intereses. A los del socialismo del siglo XXI, a los movimientos guerrilleros, a la mafia del narco tráfico, a pesar de los tímidos esfuerzos por desmarcarse de las autoridades a cargo.

Seguir votando por ellos es continuar el hara-kiri al que nos han sometido los últimos catorce años. Seguir votando por ellos es permitir que siga el atraco a los fondos públicos a costa del ahorro nacional. Seguir votando por ellos es permitir y reforzar la impunidad para todos los piratas que se robaron hasta la esperanza para ir a depositarla en efectivo en algún banco fuera del alcance de nuestra justicia.

Si queremos que el Ecuador cambie, tenemos que dejar atrás la pestilencia, la falta de preparación y ética que ha caracterizado a la alianza de pillos (AP) cuyas iniciales, convertidas en partido político, han engañado al País los últimos catorce años. Hoy han cambiado de nombre, como los estafadores, que piensan que con otra identidad no los alcanzará la justicia. Pero sabemos quienes son. Y sabemos también porqué no hay que votar por ellos.

Solo la unión decidida y seria de los votantes en contra de esta mafia logrará expulsarlos de nuestro futuro. Actuemos con conciencia de País antes que al vaivén de intereses baladíes y politiqueros. Ese es el camino. No nos detengamos a mirar las piedras. Es muy fácil perderse. Y no podemos darnos ese lujo.

*El texto de Raúl Andrade ha sido publicado originalmente en su página de Facebook.

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Los candidatos correístas Andrés Arauz y Carlos Rabascall, tras llegar primeros en la primera vuelta eletoral, el 7 de febrero de 2021. API/Juan Ruiz Cóndor

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