Las victorias de Lasso

Ricardo Noboa

Guayaquil, Ecuador

Son algunas.  Veamos.  El 11 de abril pasado fue, en realidad, el final de una parte del camino. De un camino que había empezado, electoralmente, el 17 de febrero de 2013 cuando Guillermo Lasso se enfrentó a un Rafael Correa en el cénit de su poder. Correa había llegado a la Presidencia en el 2007 y en seis años había destituido al Congreso, convocado a Asamblea Constituyente, obtenido la mayoría en esas elecciones, redactado el 2008 una Constitución a su medida, creado un Consejo de Participación Ciudadana para copar los organismos de control, nombrado una Corte Constitucional sumisa, sometido a la mayor parte de las autoridades seccionales y metido la mano en la justicia. No era pelo de rana.

2013

Enfrentarlo el 2013 era tarea de valientes, pues con precio alto de petróleo, había hinchado las velas y con viento a favor se aproximaba a buen puerto. La “larga noche neoliberal”, inventada por él a través de una frase de impacto, parecía más negra que nunca. El centro derecha tradicional se había retirado a sus cuarteles de invierno. Fue entonces cuando Lasso decidió irrumpir en el escenario.

Electoralmente no le fue bien. Políticamente sí, pues obtuvo su primera victoria: la de haber puesto la pica en Flandes y empezar a ocupar un importante espacio en el liderazgo de la tendencia. Su victoria fue haberse subido al ring con el correísmo por primera vez, sin saber todavía que esa pelea iba a durar tres largos rounds que no tomarían nueve minutos sino nueve largos años. 

Guillermo Lasso, candidato presidencial en una foto de enero de 2013.

2017

Pero si bien Lasso había ocupado un espacio en el imaginario de la gente, no era todavía “primo inter pares”.  La siguiente lucha sería con “los suyos”. Guillermo Lasso tenía que convencer a la gente de su tendencia, que era la mejor alternativa para volver a enfrentar al correísmo en las elecciones de 2017. Y ahí empezó la segunda batalla, la de convencer al empresariado y a las élites intelectuales que era la mejor alternativa para derrotar a Correa o a cualquiera de sus adláteres.

Dura tarea por cierto frente a grupos que pensaban que no tenía “carisma”, que su partido era muy “nuevo” y que necesitaba el apoyo de “grandes electores”. Y así llegó el 2017, cuando, contra todo pronóstico inicial, Lasso llega a la segunda vuelta electoral en representación de la tendencia y enfrenta al correísmo.

En una segunda vuelta, que ya fue el antecedente inmediato del 11 de abril, y haciendo gala de una enorme capacidad de propuesta, Lasso aglutinó al centro izquierda y a la intelectualidad serrana para enfrentar al estado-candidato. A las seis de la tarde había ganado y a las ocho de la noche había perdido.  Y mucha gente pensó que hasta ahí había llegado, pero no.

Guillermo Lasso cierra su campaña de segunda vuelta en Quito, el 29 de marzo de 2017. API/Juan Cevallos

2021

“Salvar vidas” evidenció, en pandemia, al hombre solidario y ejecutivo. Sin embargo, todavía no era suficiente. Algunos sectores, a pesar de todo lo demostrado durante ocho años, todavía seguía pensando que había “mejores candidatos” que él, y que en la tendencia existían otras posibilidades más potentes y cercanas a la gente.

No obstante, Lasso resistió las embestidas y nunca dudó. Había luchado para ganar su propio espacio y finalmente logró que la tendencia reconozca que era el candidato ideal para enfrentar por tercera vez al correísmo, al cual ya lo había enfrentado dos veces.  Y se subió al ring con él.    

Más allá de lo electoral, la unión de la tendencia permitió presentar una alianza políticamente fuerte, con presencia en los organismos electorales y experiencia estratégica. Y esta fue otra victoria de Lasso: unir a los iguales.  Así llegó el 11 de abril, y a todos aquellos que decían que Lasso no tenía carisma, el país le contestó que “ambicionaba carismas mejores”.  Y luego de una primera vuelta donde era difícil distinguirse de entre 16 candidatos, uno de los cuales lucía contratado para ofenderlo, Lasso se vistió de Presidente en aquel debate no oficial del 12 de febrero, donde aguantó las provocaciones de Yaku Pérez y le respondió con altura, energía y talento.

La victoria final

Desde ahí, Lasso fue demostrándole al país su gran capacidad de respuesta y de propuesta, su versatilidad, su buen carácter, su apertura hacia las minorías, sus criterios de inclusión, sus dones de estado, que le permiten declarar sin ambages que deberá gobernar un estado laico, aunque sus creencias internas le indiquen otras cosas. Y convirtió su bastón en cayado para marcar territorio, abrir surcos y transmitir fe.  

Esta es la victoria final de Lasso. Haber ganado con inteligencia, pero sobre todo con enorme perseverancia, las diferentes batallas que se le han presentado desde el 2013.  

Ahora deberá gobernar con la misma paciencia, tino y talento con el cual ha ganado todas estas batallas previas. Para ello cuenta con su familia, sostén fundamental de su campaña, con su equipo, construido con mucha previsión desde hace varios años y, sobre todo, con una enorme intuición política y ganas de servir al país, que es, en definitiva, lo que lo ha llevado donde está. Muchos, con gran futuro político, se quedaron en el camino. Este no. Por eso esperamos tanto de él. 

Guillermo Lasso, el 13 de abril de 2013.

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