Los pequeños museos de París se reinventan para sobrevivir

El Museo Grévin de París mantiene sus puertas cerradas, igual que el resto de instituciones y centros culturales, desde finales de octubre a causa de las medidas del Gobierno para intentar frenar la pandemia.

París.- Reinventarse, buscar nuevas fuentes de ingresos y algunas ayudas oficiales ha sido la receta de los pequeños museos de París para sobrevivir al medio año que llevan cerrados, igual que el resto de centros culturales, por las restricciones del Gobierno para frenar la pandemia.

La capital francesa tiene decenas de museos pequeños, casi familiares, como el Museo del Chocolate, el del Abanico o el de la Absenta, que no tienen ni el músculo financiero ni la posibilidad de lograr patrocinios corporativos como las grandes instituciones (Louvre o Pompidou, por ejemplo) para sobrevivir a esta situación sin precedentes.

Uno de esos pequeños espacios es el Museo de las Lámparas de Aceite que dirige un armenio de 71 años, Ara Kebapcioglu, que en 1982 se trasladó a París al casarse con una francesa y abrió un pequeño taller de lámparas antiguas en una pequeña calle del distrito V.

En el año 2000 decidió abrir una pequeña exposición de lámparas de aceite en la trastienda del taller: una sala de unos quince metros cuadrados con unos doscientos modelos diferentes.

La afluencia a este espacio nunca ha sido muy elevada (unas tres personas al día), pero desde noviembre ni siquiera está abierto por las restricciones.

Kebapcioglu vive y sufraga los gastos del pequeño museo con la venta de lámparas restauradas y explica que, «sorprendentemente», ha vendido muchas más en estos últimos meses: «la gente no puede viajar y el dinero que ahorra lo gasta en redecorar su casa», explica.

Este experto en iluminación se ha estrenado ahora en Instagram y en la venta por internet, y asegura que el momento es «complicado» pero que gracias a las ayudas del Estado (cerca de 3.000 euros en dos pagos) podrá salir adelante.

LENGUAS, FERIAS, MINERALES…

Otro pequeño museo que sufre el castigo de las restricciones es el Museo de las Lenguas, fundado en 2013 por el neozelandés Mark Oremland, quien vendió la agencia de viajes que tenía en París para hacer realidad su sueño: montar un museo de las lenguas y la lingüística.

En este pequeño espacio puede verse una copia de la piedra Rosetta o una de las famosas máquinas encriptadoras Enigma de la Segunda Guerra Mundial.

A él solían ir antes de la pandemia unas diez personas al día, lo que reportaba a Oremland unas pérdidas de 1.000 euros mensuales, que equilibraba con los beneficios que le da un pequeño hostal que tiene en Nueva Zelanda y que atiende todos los veranos, cuando cierra el museo.

Desde el cierre, Oremland ha empezado a vender por internet productos relacionados con el museo y ha lanzado una campaña de captación de donativos.

Aunque no sabe cuándo podrá volver a abrir y sigue perdiendo dinero, no se plantea cerrar el local: «Es el proyecto de mi vida y creo que algún día tendremos beneficios».

Pero en París también hay museos de una dimensión mayor, como el dedicado a las Artes de Ferias, fundado por Jean Paul Favand en 1996.

Situado en Bercy, es un complejo de más de 8.000 metros cuadrados que reúne una veintena de atracciones de los siglos XIX y XX como carruseles, autómatas y objetos de cabaret.

El anciano coleccionista pudo reabrir legalmente el museo entre junio y octubre de 2020, pero decidió no hacerlo porque con el aforo limitado a un tercio de la capacidad «habría tenido más gastos que ingresos».

¿Qué ha hecho entonces en los últimos catorce meses? «Innovar», responde contundente. «He invertido más de un millón de euros en mejorar las atracciones que ya tenemos gracias a una subvención del Estado de varios centenares de miles de euros y al apoyo de los bancos».

PARADOJA FINANCIERA

Muy distinto es el caso del Museo de la Mineralogía es en realidad un anexo de la Escuela de Minas de París, que expone 4.000 muestras en una sala de 1.000 metros cuadrados, además de las más de 100.000 que tiene almacenadas.

Y aunque el año 2020 lo cerró muy lejos de los 20.000 visitantes anuales que antes solía tener, fue para ellos, «en lo financiero, el mejor de los últimos años», explica a EFE su director Didier Nectoux, ya que ha tenido más tiempo para preparar y enviar dosieres de información a algunos mecenas que han donado fondos al museo.

«El hecho de pertenecer a un ente público como la universidad, hace que estamos fuera de peligro», reconoce Nectoux.

Por ahora no existe una fecha oficial para la reapertura de los museos pero este pasado jueves el presidente Emmanuel Macron mantuvo una reunión con alcaldes a los que aseguró que su intención es reabrirlos a mediados de mayo si la situación sanitaria lo permite. EFE

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