Ligia Urroz desvela en «Somoza» el lado humano del dictador nicaragüense

Ciudad de México ).- La escritora nicaragüense Ligia Urroz desconfía de los seres buenos o malos, sin matices, idea que recrea en su novela «Somoza», en la que desvela al dictador del siglo XX como un hombre afable, buen nadador y con puntería en la rayuela.

«Era alto, bien parecido. Tenía una risa abierta, le gustaba caminar en la playa donde paseamos juntos. Era bueno jugando rayuela», asegura Urroz este domingo en entrevista con Efe desde México.

La obra de 226 páginas, publicada por la editorial Planeta, es una reflexión sobre la condición humana, en la cual la novelista recrea sus recuerdos de niña junto a Anastasio Somoza, uno de los hombres más odiados de Nicaragua, quien la trató como un tío amoroso.

«Escribí para conciliar a la niña Ligia con la mujer que soy, reflexionando sobre lo que vivió la pequeña con el General. Fue un ejercicio de amargura sobre las cicatrices porque él fue amoroso conmigo y al venir a vivir a México, veo que le dicen asesino y es un ser terrible», cuenta.

ENTRE HISTORIA Y RECUERDOS

El libro comienza con la plática entre tres guerrilleros argentinos que recuerdan con el triunfo de los Sandinistas en julio de 1979 y califican de vergüenza permitir que el asesino Somoza muera tranquilo en su cama. Organizan un atentado y en septiembre de 1980, en Paraguay, acribillan a tiros al político.

La primera parte del libro posiciona al lector en el ambiente desde el punto de vista del comando. Luego viene la parte medular de la historia, cuando Ligia niña cuenta lo vivido con el General versus la Ligia exiliada en México que le reclama al hombre, explica.

Cuando la autora era niña, su abuelo fue cónsul de Somoza en México. Un día el presidente envió a su esposa al país para un tratamiento médico. Fue bien tratada por el embajador y su mujer y ahí comenzó una amistad familiar.

«Como a mi papá le había dado un infarto y al General también, compartían médico. Mi padre no tenía puesto en el Gobierno ni en las empresas de Somoza, vivía separado de la política; para el presidente fue como un oasis porque todos ‘le hacían la barba’ y mi padre le hablaba sin pelos en la lengua. Esos los unió», revela.

Después de detallar el atentado, la segunda parte de la obra, escrita en forma de diario, recrea el terremoto de Managua de 1972, y luego salta a las semanas previas al derrocamiento de Somoza en la que el odio se apoderó del país.

Ligia cuenta el día que un joven sandinista entró a su casa y le apuntó con un arma. Horas después apareció muerto a las afueras de su casa, lo cual le causó un trauma. Revela imágenes de los hombres colgados en los postes y mientras cuenta el hecho histórico, narra sus días en la playa junto a un Anastasio humano.

«A mi me gustaba dibujar la Rayuela en la playa, en la arena, y buscar las conchitas para tirar. Él era buenísimo en el juego, le gustaba la brincadera», confiesa.

UNA NOVELA HUMANA

«Somoza» es una novela sobre el ser humano, en la cual Ligia Urroz le reclama a Somoza por qué no dejó el cargo y evitó tragedias y se lamenta de tanta muerte en su país a cambio de nada porque 40 años después la dictadura es igual.

«La novela está hecha con la intención de decir  que se están replicando los mismos patrones. La dictadura está fotocopiando la censura, la violencia contra la juventud. Me pregunto cómo es posible ese doble discurso y me duele; por eso mi novela también es una denuncia del hambre de poder», asegura.

Un camión de muertos rociados de cal pasa delante de la casa de Ligia, de 11 años, unos revendedores ofertan lo robado en actos de pillaje cuando más solidaridad se necesita y la niña no entiende nada. Años más tarde, en México, ordena el rompecabezas y escribe.

«Al armar la novela, la parte de las muertes, de los cadáveres, de los bombardeos me vuelven a pegar, vuelvo a revivir todo esto. Fue duro, pero siempre quise escribirlo para que quedara constancia de una parte importante de mi país», confiesa.

Urroz necesitó años para espantar de su mente la mirada del adolescente que la pudo matar y fue asesinado, un chico acabado de salir de la niñez.

Dice que con su novela no quiere replicar odios, sino crear un ambiente de reconciliación. No desea entrevistar al actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, acusado de muchos asesinatos como antes lo estuvo Somoza, pero tiene claro de qué hablarían si lo tuviera delante.

«Le preguntaría si estaría dispuesto a soltar el poder por el bien de su patria», confiesa y cae en cuenta de que es lo mismo que le reclamó a Anastasio. EFE

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