
Guayaquil, Ecuador
Los amigos se pelean. La historia está llena de ejemplos. Enrique II Plantagenet designó a su “pana del alma”, amigo de francachelas y escapadas, Tomas Becket, como Arzobispo de Canterbury y canciller de Inglaterra. Esperaba incondicionalidad. Sir Tomas, una vez Arzobispo, recibió el soplo del Espíritu Santo, dejó su vida licenciosa y se dio cuenta que Enrique no tenia “la mesa servida” para los pobres del reino. Y empezó a alejarse de él y criticarlo. Enrique se asombró primero, lo llamó después y finalmente lo detestó. El final lo recoge la historia.
Roldós era sobrino de Bucaram. Eliminado Don Buca de la contienda, Roldós fue el candidato. Luego se fue con los chuchumecos y Bucaram con los patriarcas. Así pasa con los íntimos cuando se pelean.
Acá, “nuestro” Enrique II ha estigmatizado al Presidente Moreno como el “peor Presidente de la historia” y a su gobierno igual. Todo empezó, valga la redundancia, casi desde el principio, cuando Correa dijo -vuelvo a repetir el concepto- que le dejaba a Moreno “la mesa servida”, es decir las cuentas en orden y un país en marcha. Moreno revisó las cuentas, vió que estaba endeudado -el país- hasta el final de los tiempos y con cara triste declaró: “la mesa no está servida, para nada”.
Luego de ello, ante las serias acusaciones que se empezaban a hacer contra su Vicepresidente impuesto Jorge Glas, tuvo que decir: “Jorge, defiéndete”. Y como Jorge no se pudo defender, terminó en la cárcel, al igual que el círculo íntimo de Correa.
Estos dos hechos marcaron una distancia insalvable entre el antecesor y el sucesor, distancia que hizo que el antecesor empiece a considerar “traidor” al sucesor, cuando en realidad el traidor fue aquél que le dejó al otro un polvorín hipotecado a la China, autoridades de control hipotecadas a él y una serie de contratos que mientras mas se los leía, mas pus salía, como hubiese dicho el decente Contralor Hugo Ordóñez Espinoza, no como los Contralores de hoy en día.
Pero la gota que derramó el vaso fue la consulta popular del 4 de febrero de 2018, en la cual se preguntó al país si quería eliminar la reelección indefinida impuesta en su momento por el autócrata y si quería también un nuevo Consejo de Participación Ciudadana transitorio que designe nuevas autoridades. Esta consulta, donde el Si ganó dos a uno aproximadamente en estas dos preguntas, permitió volver a institucionalizar el país alejándolo de la camisa de fuerza que había impuesto el correato.
Y esta es la esencia de todo. A ningún dictador le gusta que le desmantelen el modelo que le ha servido para tiranizar. No le gusta la separación de poderes, pues practica “la teoría del todo”, no le gusta la justicia independiente, no le gusta la fiscalía autónoma, no le gusta la Corte Constitucional que no le rinde pleitesía, y así sucesivamente.
El Presidente Moreno tiene un rol vital en la re-institucionalización del país y ha sido respetuoso de la independencia de las funciones del estado. Ha dejado que la justicia actúe sin que su Secretario Jurídico le meta la mano. Y el país, en el referéndum del 11 de abril, volvió a decirle que no al correato que pretendía volver -eso es seguro- a las prácticas antiguas.
Al ganar Lasso con su propuesta republicana y anticorreista, el país volvió a decirle que no al modelo de estado que nos gobernó diez largos años. Claro, todo ello solo en lo político. En lo macroeconómico, Moreno entrega las cuentas fiscales bastante en orden. La pandemia arroja un déficit, sin duda, que esperamos el Presidente electo corrija con un programa agresivo de vacunación. Pero, al fin y al cabo, es una plaga mundial.
De modo que, para encontrar al “peor gobierno de la historia” hay que remontarse al 2007. Y duró bastante.
