Los cien años de historia del comunismo en China se dilucidaron en Yan’an

El Foro de Yan'an en 1942, Mao Zedong se encuentra en el centro de la fotografía

Los cien años de historia del Partido Comunista de China (PCCh), que maneja el destino de una de las dos superpotencias mundiales, pasan inevitablemente por la ciudad de Yan’an, donde sus diezmadas filas se refugiaron tras la Larga Marcha en 1936 y lograron conquistar el poder 13 años después.

En esta pequeña localidad septentrional semidesértica de entonces apenas 3.000 habitantes, Mao Zedong y sus seguidores -tras recorrer 12.500 kilómetros por toda China escapando de las fuerzas nacionalistas del Kuomintang- se reorganizaron y se convirtieron en una alternativa para un país devastado por la guerra, pobre e hiperpoblado.

Allí pusieron en práctica además algunas de sus primeras recetas para la sociedad china y forjaron lo que ahora se conoce como «el espíritu de Yan’an»: sacar agua de las piedras y valerse por uno mismo en tiempos duros, un precepto que el Gobierno chino pretende aplicar también en parte al momento presente.

PROLONGAR LA GUERRA Y GANAR EL APOYO CAMPESINO, CLAVES

Yan’an no tenía viviendas suficientes para los todavía miles de comunistas que llegaron a sus áridas estepas, por lo que éstos excavaron cuevas en la tierra amarilla, al modo de los tradicionales «yaodongs» de la región.

Desde allí, urdieron la guerra de guerrillas contra el Kuomintang y la invasión japonesa (1937-45), formaron intensamente a cuadros y soldados y se ganaron un cada vez mayor apoyo campesino, lo que acabó por cambiar las tornas de los más de 20 años de intermitente contienda civil, después de ganar la que ambos bandos libraron provisionalmente unidos contra los nipones.

«El PCCh aprendió que para que una fuerza política tenga éxito tiene que ganarse el corazón de la gente», asegura a Efe Xue Lin, profesor de historia en la Academia de Liderazgo Ejecutivo de Yan’an.

Y añade: «Aprendimos también que prolongar el conflicto es clave, defenderse bien e intentar expandirlo. Esa fue la estrategia del PCCh, ganar tiempo, construir buenas defensas, le llamamos la ‘guerra persistente'».

En los peores momentos de escasez y hambre, cuando el área que controlaban en el norte de la provincia de Shaanxi llegó a estar aislada del exterior sin posibilidad de suministros, una brigada militar comunista -la 359- se centró en trabajar la tierra y consiguió por primera vez plantar arroz en las entonces yermas mesetas del norte del país, próximas al desierto de Gobi.

«Fabricaron los materiales para trabajarlas ellos mismos, formaron a la población. La brigada 359 produjo 1.850 toneladas de arroz en sus cuatro años aquí, también crearon pequeños talleres donde hacían ropa y otras cosas imprescindibles», explica Fu Xuyi, responsable de la zona de desarrollo de Nanniwan, un valle cuya historia inspiró una de las canciones más populares aún en China.

Ese espíritu de autosuficiencia en tiempos duros llevó a la compañía Huawei a bautizar «Nanniwan» un proyecto lanzado en 2020 para desarrollar productos independientes de tecnología estadounidense, tras los vetos que le impuso Washington.

Y es también el que reclama el plan del Gobierno chino para los próximos cinco años, cuando insta a conseguir la autonomía tecnológica o centrarse en el mercado interno.

ÁRBOLES Y NUBES ARTIFICIALES TROCARON EL AMARILLO EN VERDE

La región de Yan’an y de todo el norte de Shaanxi ya no es ahora la tierra desértica en la que los comunistas resurgieron como un fénix de entre la arena pedregosa.

Las políticas de plantación de miles de árboles y aprovechamiento del agua, unidas a la «siembra de nubes» con yoduro de plata para aumentar la escasa lluvia de la zona, la han teñido de verde en los últimos años, sobre todo a partir de 2010.

«Sí, usamos siembras de nubes pero solo en ciertas circunstancias y raramente, dos o tres veces al año», reconoce a preguntas de Efe Zhang Guangdong, teniente de alcalde del municipio de Gaoqiao, donde ahora se cultivan manzanos y cerezos, que suponen un tercio de los ingresos de la zona, junto a otro tanto aportado por el turismo, asegura.

La vida en la «tierra santa de la revolución» -como la llaman los comunistas- ha cambiado mucho, sobre todo en los últimos 25 años, en paralelo al imparable crecimiento económico de China.

«Cuando era niña, mi casa era fría en invierno y muy caliente en verano. Vivíamos ocho en una vivienda muy pequeña, sin agua corriente, mi peor pesadilla era tener que ir a buscarla», recuerda Yan Ru, una mujer de Yan’an de 33 años que pudo después estudiar filología inglesa y da clases ahora en la universidad local.

Y resume en una frase lo que es para ella el espíritu de su ciudad, con más de dos millones de habitantes actualmente: «Hacer cosas que parecían imposibles, nada lo es si trabajas duro». La República.

Más relacionadas