Vergüenza

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

La ya precaria institucionalidad jurídica del Ecuador sufrió hoy un nuevo golpe bajo. La sentencia del tribunal provincial devuelve a un descalificado las llaves de la ciudad capital, para que continúe con el desangre de sus recursos y la pauperización de sus servicios. Y esa es una vergüenza para todos los quiteños. Pero no nos engañemos. La culpa no la tiene únicamente Yunda.

La culpa la tiene ante todo una justicia venal, asalariada, que exhala pus por todos los poros y cuya credibilidad es cosa del pasado.

La mala fe, la codicia, la falta de principios morales que caracteriza a los tribunales del Ecuador se ha demostrado en este y otros casos, como la nulidad de los juicios contra la sagrada familia, sus cómplices y encubridores. El resultado es doblemente doloroso. Porque nos obliga a dudar de los honestos y a observar con temor a los pillastres, conscientes de su poder y de sus alcances.

El galimatías de leyes, reglamentos y conflictos que caracterizan al sistema jurídico ecuatoriano son únicamente el pretexto para continuar con la impunidad y la pillería que se ha apoderado de las instituciones públicas.

Lo de fondo es la corrupción de los encargados de impartir justicia, lo cotizable de las sentencias, la lentitud de sus ejecutores, la complicidad con los encausados.

Todo empieza con una cadena de favores, con jueces designados a dedo o en concursos amañados, con una justicia supeditada al poder político, con un servilismo que raya en la irresponsabilidad, y termina con un País cotizable y cotizado por los delincuentes.

No en vano el narcotráfico ha expandido su influencia en forma geométrica los últimos catorce años, no en vano los palos gruesos han salido incólumes de todas las acusaciones en su contra, y la complicidad entre los narcos y el poder es un secreto a voces.

Ya nada sorprende. Quizás la última esperanza sea levantar la antorcha de la decencia a nombre de la ciudadanía y provocar un estallido de protesta y demanda ante los derechos inexistentes, pisoteados y silenciados por una minoría mafiosa y sin escrúpulos.

Que los ex alcaldes de Quito se unan en una manifestación multitudinaria para exigir el alejamiento de un personaje pernicioso y dañino para la ciudad .

O, seguir en silencio, bajar los brazos ante tanta podredumbre, que agobia con su pestilencia a lo que algún día fue la sede de la decencia y la hombría de bien de quienes ejercieron con honor y rectitud la alcaldía de Quito. Es ahora o nunca. A nosotros nos corresponde reaccionar e imponer el principio de autoridad que la ley nos ha negado pero la conciencia ciudadana exige sin demora.

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