Manejar como bombero (II)

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

En un artículo anterior ya me referí el porqué del título, simplemente porque en nuestro querido Guayaquil se maneja muy rápido, como que nos atrasamos a apagar el incendio como bomberos.

Las señales de tránsito simplemente son consideradas como una sugerencia; pare, ceda el paso, prohibido estacionar, etc. Los estacionamientos de los discapacitados normalmente están ocupados, da la impresión que son ciegos, no los ven. El límite de velocidad en la ciudad se lo ignora, “50 k/h pesados” o “70k/h livianos”, sobre todo en los puentes, desgraciadamente no hay nadie quien haga cumplir.

Los taxis se paran en cualquier lugar, hay que esperar con paciencia que se pongan de acuerdo con la tarifa con el posible cliente, no importa que obstaculicen el tránsito. Es más, jamás utilizan el taxímetro, es un adorno, una exigencia del ATM que sirve sólo para pasar anualmente el “revisado”.

Los taxistas “piratas”, igual, encienden las luces para ofrecer su servicio y paran donde no deben hacerlo. Las direccionales del vehículo ¿para qué? son señales que están de sobra, pocas veces se usa. Suficiente y más efectiva la señal de la mano para virar.

De los buses y los buseros tanto urbanos como interprovinciales, habría que decir: líbranos Señor. Da la impresión que jamás se van a componer.

¿El pito? es un adminículo que se lo utiliza de varias formas, para advertirle al conductor de adelante que no arranca con rapidez cuando cambia el semáforo de luz roja a verde, se usa para llamar la atención al amigo que de pronto lo vemos en la calle; para decirle que se apure a la esposa que no sale pronto o como un gesto agresivo al conductor que hace una maniobra brusca que nos molesta; por último, tenemos la “libertad” de usar el pito cuando nos da la gana.

No falta el conductor cuyo carro está adornado con los colores de su equipo preferido, con vivas y llamativas figuras, con frases insinuantes y de doble sentido, que nos “deleita” con su estridente música a todo volumen.

Cuando hacemos un viaje largo, hay que ir confesándose, no sabemos qué nos puede ocurrir; los buses, camiones, tráilers, mulas, etc. son “dueños” de las vías, rebasan sin ninguna precaución, muchos choferes parecen que son de alguna escudería de fórmula 1. Si por desgracia uno de estos vehículos pesados se daña en el camino o el chófer quiere descansar, coloca grandes ramas o piedras gigantes como señal de peligro; una vez que ha arreglado el vehículo o ha descansado, no se da el trabajo de quitarlas. Amén de la señalética, o no existen o están mal colocadas, por lo tanto, no sabemos por dónde ir, si tenemos suerte encontramos algún lugareño que nos dirija bien o que nos advierta que estamos equivocados; en fin, es una gran aventura recorrer los caminos de la patria.

Por último, hay que señalar que el Plan de Carrera de los agentes civiles de tránsito, el máximo nivel (no grado) que puede alcanzar un agente civil de tránsito es de Jefe General Civil de Tránsito, su condición es de civil y el adjetivo “general”, establece el ámbito de responsabilidad como Contralor General del Estado, Gerente General de una empresa, Inspector General de un colegio o para denominar a un profesional que no tiene especialidad como el médico general, etc.

Que quede claro, el nivel de responsabilidad del “Jefe General”, no corresponde al grado militar de general, que de acuerdo a la Constitución que nos rige, la autoridad que tiene la potestad, única y exclusiva, para otorgar el grado de general, mediante Decreto Ejecutivo, es el Presidente de la República. Sin embargo, hay falsos generales en la ATM que se dan el lujo de exhibirse ilegalmente con ese grado militar y no pasa nada.

Más relacionadas