¡Fuera Yunda, fuera!

Raúl Andrade

Rochester, Estados Unidos

La historia está llena de ejemplos de hartazgo y reacción ante los abusos del poder. Y han existido además personajes que han levantado esa antorcha de decencia y moral frente a los pícaros de turno. Con retórica, con valor y con una audiencia comprometida, han logrado detener la amenaza de oscuros personajes y limpiar la honra de una ciudad y un país.

Cicerón, tribuno romano, encaró en pleno senado a otro senador, Catilina, y lo desenmascaró ante todos con una serie de discursos que luego fueron conocidos como las Catilinarias, lo que provocó su censura y salida. Más tarde en la historia, Montalvo hizo lo propio con una serie de libelos en contra de García Moreno.

Es sano, hasta indispensable, que estos episodios de valentía sean relievados, aplaudidos e imitados para recuperar la fe en nuestros representantes. Por eso resulta penoso y vergonzante constatar la inacción frente a un alcalde que fue ya juzgado y encausado por varias instancias y se mantiene a punta de leguleyadas en el Municipio de Quito.

La ciudad rechaza a una familia de “pungas“ aferrada al Cabildo, clama a gritos por una salida que permita recuperar la honra mancillada de la capital de los ecuatorianos, sin que los encargados de ejercer esa vindicta logren llevar a cabo esa tarea.

Resulta dolorosamente sintomático que un vaso de agua sea el intento más relevante de limpiar la deshonra en el Municipio, mientras las leyes demuestran su inoperancia y permiten a un alcalde pícaro continuar en funciones.

¿No existe acaso un solo ecuatoriano capaz de enfrentar con pruebas, frases y arrojo a un puñado de delincuentes que avergüenzan a la ciudad? Seguimos observando cómo las órdenes de captura alcanzan a los familiares cercanos del alcalde y el cinismo sigue enseñoreado en la ciudad sin que haya un solo intento serio por poner orden.

¡Inaceptable! Los últimos representantes del correísmo tienen que ser erradicados de los puestos de mando que una minoría impuso frente a la dispersión e ingenuidad de la mayoría.

Mientras permitamos que la corrupción tenga representantes en la ciudad la limpieza será imposible. Este alcalde pusilánime, sin vergüenza y sin honor debe irse y defenderse desde la vereda y no escondido detrás de los muros del municipio. Eso demanda la ética y el sentido común.

¡Fuera Yunda, fuera! Basta de avergonzarnos. No puedes seguir usurpando un cargo que no mereces ni seguir tomando medidas absurdas para mantenerte. El mal ejemplo de la impunidad y el cinismo no pueden seguir dando clases a las nuevas generaciones. La farsa ha llegado demasiado lejos. Es hora de tomar medidas para recuperar la ciudad. Y es urgente.

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