Inauguran «La Casa del barrio» en Centro Histórico de Guayaquil»

Inauguramos la Casa del Barrio, en la Calle Panamá y Juan Montalvo, en el centro histórico de Guayaquil como un espacio de arte.

En esta esquina, el barrio permanece, aunque sus habitantes mutan, van y vienen. El ruido que lo completa tiene horarios de oficina, pero ahora también tiene una Casa, donde las formas de estar se vuelven íntimas, corporales, atravesadas por otras dinámicas.

En Casa del Barrio nos encontramos con la ciudad, su ruido, su lenguaje popular; pero también con las posibilidades que tienen los cuerpos de ser otros en cuanto miran y son mirados desde el arte, desde el performance, la instalación, lo híbrido, lo sonoro, objetos e ideas de trabajo que resignifican lo cotidiano en formatos que no tienen posibilidades de acumulación y pero que instan, a diferencia de lo instagrameable, a su atención.

El centro siempre ha sido un espacio en el que se revela la memoria de una ciudad en ciernes y se contrapone con su transformación. El juego siempre vuelve a ser pasado y presente. Casa del Barrio se inaugura en un edificio que se construyó en los 50, cuando la mirada de la ciudad se vertía en un nuevo modernismo, para ser una bodega de alcohol. Muchos años más tarde tuvo vida como espacio artístico. Ahora que este sector trata de encontrar otra forma de caminarse y ver hacia sus paredes y su historia, queremos proponer también otras narrativas artísticas contemporáneas.

Casa del Barrio ha sido restaurada, conservada y ahora está abierta para ser un espacio de arte y diálogo. 

Casa del Barrio se inaugura con la performance y exposición Contigo la música suena mejor, del artista ecuatoriano radicado en Francia, Santiago Reyes.

Monumento a Bolívar y San Martín, en el Malecón Simón Bolívar, de Guayaquil. Foto subida a Flicker, por Michael, el 27 de agosto de 2013.

“A través de coreografías irregulares y autoproducidas ensaya con su cuerpo las formas del amor, del goce, del duelo, de la distancia… Se aproxima a ellas desde una vulnerabilidad extrema que afirman aun más su fragilidad. Su cuerpo es el goce, la distancia, el amor, el ocaso. El cuerpo deviene en eso que tanto se quiere evitar culturalmente: el dolor. Somos el dolor”, dice Fausto Reyes en el texto que intenta describir lo que Reyes hace cuando se toma la escena.

El Opening se realizó el 9 de sepriembre a la 17:00

SANTIAGO REYES: ENSAYO SOBRE EL CUERPO CON ROSAS

 

Fausto Rivera Yánez

El cuerpo no está en el centro, sino en el todo, remarcaba el filósofo francés Jean-Luc Nancy, fallecido hace poco. No tenemos un cuerpo, somos un cuerpo, insistía Nancy.  No nos duele algo, somos el malestar. No tenemos una enfermedad, somos la enfermedad. Nacemos en un medio cultural jerarquizado en el que se privilegia la distancia física, la domesticación de las emociones y la higienización. Bajo esos estándares de la violencia separamos al cuerpo del cuerpo, lo mutilamos. Pero somos la mutilación.  

Pienso en estos apuntes que tengo de Nancy cuando veo el trabajo que Santiago Reyes hace con su cuerpo: a través de coreografías irregulares y autoproducidas, el artista ecuatoriano radicado en Francia ensaya con su cuerpo las formas del amor, del goce, del duelo, de la distancia… Se aproxima a ellas desde una vulnerabilidad extrema que afirman aun más su fragilidad. Su cuerpo es el goce, la distancia, el amor, el ocaso. El cuerpo deviene en eso que tanto se quiere evitar culturalmente: el dolor. Somos el dolor.

En la Casa del barrio, Santiago inaugura este nuevo espacio de arte en Guayaquil con la muestra Contigo la música suena mejor, que es el nombre de la performance en la que el artista invita a la bailarina profesional Dominique Gonzenbach para que ella repita movimientos que no había visto anteriormente. Él prepara una coreografía al ritmo de la revolucionaria canción Music sounds better with you, de Stardust, y la bailarina debe emularla hasta que Santiago sienta que ya la aprendió. Pero lo último que se pretende es llegar a la fidelidad de la coreografía, a la originalidad. Más bien, el gesto es develar la potencia de la repetición, de la copia, del error. «Los pasos abren caminos», me dice Santiago. El filósofo francés Jean Baudrillard señalaba que el «arte está condenado desde ahora a simular su propia desaparición, puesto que esta ya ocurrió». Lo mismo acontece con el cuerpo: pensarlo no como una finalidad, sino como un destino que no termina de acontecer. Vuelvo a Jean-Luc Nancy y a lo que dijo en el documental Vers Nancy, dirigido por la cineasta francesa Claire Denis: “Es otra voz la que habla a través de la nuestra cuando verdaderamente decimos algo”. En su caso, es otro cuerpo el emisario de su verdad. De su misterio.

A esta performance le acompaña una serie fotográfica de rosas que, de alguna manera, insisten en el gesto de la repetición y en la potencia del simulacro: Santiago presenta una suerte de dípticos de rosedales que pertenecían a su padre y que luego fueron trasplantados a la casa de su hermana. La imagen de una rosa roja está junto a la imagen de esa misma rosa roja, pero ahora en blanco y negro, y a mayor escala. Es la misma rosa, pero no lo es. Es la misma toma fotográfica, pero no es la misma mirada. A rose is a rose is a rose, escribía Gertrude Stein como una declaración de que la rosa no es más que un significante sin significado. Una declaración de que el arte es un proceso fallido de la representación, de que las palabras no siempre se ciñen a la realidad. There is no there there (No hay allí allí), escribía la misma Stein para acentuar la idea de que todo se escapa, pero insistimos en aproximarnos a eso que huye.

Este trabajo tiene una genealogía que merece señalarla. En la muestra colectiva El vacío del lugar no tiene espacio (2011), que se realizó donde ahora se inaugura la Casa del Barrio, Santiago escribió una frase en forma circular cuyo principio es el fin, y viceversa: «USTED ESTÁ AQUÍ ES EL ECUADOR ESTÁ EN EL MUNDO ESTÁ EN…». Y el mundo se convertía en país, y el país en territorio personal, y el cuerpo en mundo. Un encadenamiento de significantes que escapaban de la nacionalidad, de las identidades cerradas. Mientras que en la instalación Travelling roses (1999), Santiago ya había ensayado las formas del estar y no estar, de la migración: guardaba en una refrigeradora aquellas rosas que, por alguna falla, no eran aptas para la exportación y luego las regalaba a los asistentes. Las rosas encontraban otros destinos, otros lugares donde yacer y hacer felices a sus nuevos acompañantes. El trabajo de Santiago Reyes está cargado de sugerencias que inquietan al cuerpo, a sus maneras de estar y sentir este mundo espinado, pero no menos hermoso.  Con él la música suena mejor.

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