Sobre cambios y denuncias

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Si algo nos enseña la vida es a desarrollar un espíritu crítico. A no entregarnos de pies y manos atadas a cualquier político o personaje sin beneficio de inventario. Hemos asistido demasiadas veces al auge y caída de ídolos aparentemente intocables a través de los años.

Es indispensable por lo tanto lograr un criterio independiente frente a los personajes que año tras año copan las noticias y los cargos en los gobiernos de turno.

“Por sus obras los conoceréis“ es una frase célebre y atinada que debe primar para formarse una opinión en base a hechos y no a intereses personales, amistades o primeras impresiones.

Más allá de nuestros criterios individuales, existe un principio de autoridad que es menester respetar, entender y apoyar. Es imposible conocer las razones que llevan a un Presidente a nombrar o a remover un funcionario a todo nivel. Podemos intuirlas, sospecharlas, pero nunca tendremos la suficiente información como para determinar con justicia el acierto o error de tal o cual decisión.

Nuestras opiniones son simplemente eso: opiniones. Legítimas, críticas y valederas, siempre y cuando se ejerzan con espíritu positivo y consecuente. Por eso sorprende leer en redes sociales una serie de epítetos, aseveraciones y calumnias incoherentes y sobre todo irresponsables a las ejecutorias de un gobierno que apenas cumple tres meses en el poder.

La virulencia de las críticas, la violencia de las acusaciones y la ligereza de las afirmaciones asombra e invita a reflexionar sobre el fin último de dichas posiciones. ¿Se trata acaso de un afán de notoriedad momentánea, de un plan preconcebido para beneficiar a tal o cual político en desmedro del actual gobernante, o de la inconsecuencia de quienes hace pocos meses se declaraban partidarios a muerte del entonces candidato?

Probablemente es una mezcla de todas ellas. Pero en este evidente y penoso diálogo de sordos entre una auto titulada élite intelectual y el incauto lector, el único perdedor es el País, sumido cada vez más en un círculo vicioso de información cruzada y contradictoria.

Emitir un criterio de desencanto o franca desilusión sobre un gobierno que inicia sus actividades porque no actúa de acuerdo a nuestras directrices y opiniones es infantil e inútil.

Estigmatizar a un funcionario y extrapolarlo como prueba irrefutable de un supuesto continuismo despierta lástima e incluso hilaridad. A quienes son incapaces de refrenar su resentimiento y odio no queda más que compadecerlos y aislarlos, y a la mayoría de ciudadanos de buena fe, pedirles cordura y objetividad antes que insinuaciones perversas, acusaciones infundadas y tergiversaciones malsanas.

La crítica es por supuesto necesaria y bienvenida, y los errores inevitables que el gobierno cometa serán señalados y analizados, los actos de corrupción denunciados, pero de igual manera es necesario desterrar los personalismos y los excesos de notoriedad de los distintos actores ubicados en la oposición, para que la demagogia no vuelva a apoderarse de la escena política y aleje la impostergable necesidad de un trabajo serio y mancomunado para lograr metas de País.

Así que por favor un poco menos de virulencia verbal, de show mediático, de denuncias que no aportan y se esfuman, y más seriedad en los temas trascendentales que aquejan, agobian y maltratan al Ecuador desde hace décadas.

Es el mejor aporte que las clases dirigentes pueden darle a un pueblo cansado de tanto histrionismo y deseoso de soluciones prácticas y liderazgos confiables. Tengan la seguridad que les estaremos eternamente agradecidos a quienes tomen con seriedad la función que el País les confió y no la usen como plataforma para sus fines partidistas o personales. Eso es hacer País.

LaRepública.

La ministra de Inclusión Mae Montaño, la señora María de Lourdes Alcívar de Lasso, y el presidente Guillermo Lasso, en la inauguración del Plan «Un millón de vasos de leche».

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