Al mirar atrás

Raúl Andrade Gándara

Guayaquil, Ecuador

Es un ejercicio de vida ese de mirar atrás. De analizar y analizarse para entender los porqués de ciertas decisiones, cuyos efectos fueron irreparables y marcaron nuevos derroteros. Entre ellos, el atreverse reviste una singular importancia. Porque esa acción definitivamente cambia la vida.

El salir de un círculo vicioso y agobiante, el aplastar el botón de la autodestrucción es indudablemente un paso adelante. Aunque para otros pueda parecer lo contrario.

A veces, este acto de inmolarse es el resultado de la incapacidad de cambiar un esquema de vida de manera virtuosa pero es también una expresión de rebeldía frente al hartazgo. Muchos se preguntarán el motivo oculto dentro de tal o cual acto público que escandalizó en su momento. Pocos tendrán la sensibilidad de cavar hondo para hallar respuestas.

Casi ninguno se enfrentará al causante para espetarle la pregunta de rigor que bulle en todas las mentes involucradas. Así que le corresponde al autor explicarse los porqués de su obra. Y esa es la más clara y más dura instancia. Auto explicarse.

Reconocer sus más íntimas fibras y sus resortes secretos. Analizar y reconocer sus culpas, sus conflictos y su respuesta a ellos. Los complejos que los inmovilizan y el alarido de libertad que implican esos actos. Allí está la verdadera liberación. Todos hemos pasado por eso.

La rebelión frente a los padres, la sociedad, las creencias. El caos de la ideas nuevas, el limitado alcance a las repuestas, la fortaleza del instinto y su debilidad innata. El impulso es probablemente el signo vital más importante. Denota un deseo de expresar su necesidad sin tapujos ni frenos, de salir a la luz sin afeites. De exponerse ante el resto como un ser necesitado de cariño, angustia y perdón, y no una efigie de cartón piedra para consumo del respetable.

– Cómo pudiste ?

Esa pregunta quedará flotando en el ambiente. Y cada cual tendrá su repuesta individual e irrepetible. Quizás horrible y dolorosa en su momento, pero indispensable para el crecimiento. Errores de juventud les llaman. Pero dejan marcas indelebles y pautas arraigadas. Y solo luego de muchos años y experiencias salen a flote las motivaciones.

Un ejercicio de filigrana y sensibilidad que nos ayuda a reconocer los corazones y descifrar los requiebres emocionales que nos atormentaron. Ese es el sendero al pasado que nos ayuda a entender el presente. Y hay que recorrerlo sin temores. Porque allí están las respuestas.

LaRepública.

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