La destitución de Llori: una mancha más

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

La destitución de Guadalupe Llori es un capítulo más dentro de la actitud díscola y prepotente de la Asamblea Nacional. Es tal la desesperación de su mayoría que no guardan ni siquiera las formas con tal de lograr sus cometidos. La urgencia que los anima demuestra la necesidad imperiosa de tomarse las instituciones bajo su alcance para desde allí iniciar un ataque desestabilizador al gobierno y al País.

A ellos por supuesto no les importa la zozobra que causan ni los efectos posteriores de este constante desacato a la ley y a las normas. Lo que importa es apropiarse de las instituciones y poner a sus conmilitones en los puestos clave.

Pero esto no debe sorprendernos. Es un episodio más en la historia de un País maltratado, manipulado y agredido por quienes deberían ser los primeros en respetar las instituciones. Los golpes a la democracia han venido indistintamente del ejecutivo, del legislativo e inclusive del judicial a través de interpretaciones tiradas por los cabellos, reuniones y alianzas improvisadas, intervenciones inaceptables y golpes de mano a la justicia para legalizar maniobras políticas.

Este no es sino un ejemplo más de la codicia de quienes se sienten dueños del País y pretenden doblegar la ley a sus intereses.

Está claro que Llori era un tapón a sus intenciones. Y es cierto también que su actuación no era sobresaliente ni mucho menos. Sin embargo, nadie está por encima de la ley. Y en el momento en que esta no se respeta, el País entero recibe un mensaje claro y pernicioso : aquí lo que cuenta son los intereses particulares de grupos, no los nacionales.

Para lograrlo, vuelven los eternos argumentos, los cambios de camiseta, los parches jurídicos y finalmente la huella indeleble que quienes no han permitido una gobernabilidad plena al Ecuador porque eso no conviene a sus intereses.

A la cabeza, un prontuariado y su cómplice, ambos millonarios, unidos por la ambición y el miedo, el uno oculto en un ático, el otro cegado por el odio. En el medio, unos prestanombres sin brújula, incapaces de pensar por si mismos sino solo a través de sus amos. Y a la cola, un país harto de tanta manipulación y componenda en sus narices.

¿Seguiremos de convidados de piedra al banquete nacional, servido para los ambiciosos y sus acólitos, o levantemos la voz para exigir respeto al País y sus instituciones ? Es esa la pregunta de ayer, de hoy y de mañana si no adoptamos una actitud firme de rechazo ante esta farsa disfrazada de institucionalidad que pretende hacernos tragar, una vez más, una rueda de molino.

El primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, Virgilio Saquicela, asume la Presidencia del Legislativo, tras la destitución de Guadalupe Llori, con 81 votos, entre ellos el del propio Saquicela.

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