La cultura de la confrontación y la victimización

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«Si no podemos ser una potencia militar, ni económica, podemos ser, en cambio, una potencia cultural, nutrida de nuestras más ricas tradiciones”.

Benjamín Carrión

La realidad nacional ha sido bastante compleja estos últimos días. La CONAIE anunció una movilización en la que se anticipaba que estaría cargada de violencia y desmanes. La historia que se escribió durante El Negro Octubre de 2019 así lo deja como testigo indeleble. Nuevamente, demócratas defienden el país, mientras anarquistas quieren llevárselo a cuestas.

Quito, en ese año, parecía Mordor, una ciudad que, en la mitología de El señor de los anillos, J.R.R. Tolkien la describe como una urbe asentada en una zona totalmente volcánica. La tierra es negra y corren ríos de lava. La capital ecuatoriana, desde el aire, parecía justamente ese Mordor chispeante y desolador.

De entre tantas zonas de combate a grupos subversivos que tomaron a Quito por asalto, la fuerza del orden utilizó todos sus recursos legítimos para defender la democracia y defenderse a sí mismos de los invasores. La Casa de la Cultura “Benjamín Carrión” fue lugar de los más bajos actos perpetrados por Leonidas Iza y Jaime Vargas (dirigentes de la CONAIE). Allí, se secuestró a la prensa, a policías (entre los que estaban mujeres que fueron ultrajadas, violentada y agredidas sexualmente, de la forma más vil y cobarde), además el periodista de Teleamazonas fue atacado por la espalda por una piedra que le impactó en la cabeza y le dejó gravemente herido.

La Casa de la Cultura, la mayor representante institucional cultural del país y la máxima obra de Benjamín Carrión, fue el sitio donde nació una violencia sin precedentes, así como una cobardía que denota un repudio tal al estado de derecho y a la sociedad.

Particularmente estaría en contra de la toma de la CCE por parte de los miembros de la Policía Nacional, si los artistas (no los que se hacen llamar como tal) hubieran hecho un plantón por la paz y la unidad nacional. Más no dar cabida a viles delincuentes que en el 2019 destrozaron Quito. La CCE es más una escena del crimen que un sitio de cultura. De no haber ocurrido estos hechos, yo mismo criticaría la medida. Pero, lo cierto, es que la realidad es otra.

Hoy, la historia quiso repetirse. Sin embargo, el cuerpo policial, con mayor rapidez logró anticiparse a estos hechos y acudió al mismo sitio donde la cultura pasó a un segundo plano, los nuevos novelistas, autores de Estallido, quieren (y quisieron) escribir sus crónicas con sangre.

Hay pensamiento absurdo por las modas actuales en las que las modas imperan en las mentes menos lúcidas y manipulables. Ven en la ley y el orden, a su enemigo natural. Buscan, que el lado violento se interponga sin razón al de la cordura y la lógica. El Presidente Guillermo atraviesa una complicada época por su medida más “antipopular” para las izquierdas: la lucha contra el narcotráfico.

El crimen organizado ve en el Presidente de la República, un enemigo natural (y con razón). Estas nuevas voces se disfrazan de “dirigentes sociales”, de “activistas”, de “intelectuales”, de “defensores de los Derechos Humanos”, de luchadores de “las causas justas”. Más detrás hay un vivo interés, el caos total infundado sin razón.

La legal posesión de la Casa de la Cultura por parte de los policías es en sí misma un acto simbólico que demuestra que las reglas deben cumplirse incluso para los artistas. El hoy presidente Fernando Cerón fue cómplice de los hechos ocurridos en octubre del 2019.

La cultura de la victimización y de la supuesta “lucha social” ha justamente desviado el camino para que el Ecuador sea una potencia cultural como soñaba Carrión. Pues gracias a la CONAIE se han cerrado escuelas, los niños no pueden aprender, los dirigentes de la UNE y del sector indígena no han extendido al Presidente Guillermo Lasso un solo plan de aprendizaje en idiomas, de lectura, de enseñanza pedagógica para niños y adolescentes apegadas a las nuevas tecnologías y métodos de instrucción.

Desgraciadamente, las izquierdas se han quedado en el tiempo, la más moderno a finales de los 60 las más conservadoras, a inicios del siglo XIX. Ven el desarrollo un contrincante que tiraría al piso sus discursos de papel, mientras con armas y bombas —y no con palabras e ideas—, buscan tomarse esta República.

Confrontan y se victimizan, violentan y se victimizan, quieren volverse mártires de los adoctrinados. El adoctrinamiento empieza cuando la educación da frutos, pero si la educación da frutos, ¿qué ideas defenderían?

La historia, contada por las ideologías, dirán que la toma de la Casa de la Cultura fue un acto de “dictadura”, pero las víctimas como policías y periodistas serán olvidadas por la conveniencia. Por ello, aquí quedará la constancia de estos actos atroces que las frágiles mentes borrarán.

Los actos de violencia, jamás serán el camino. El país está entrando a una etapa de crecimiento económico y productivo que se sostiene en la vacunación, pero va más allá. Esto implica: inversión extranjera, empleo, más recursos, mayor liberación del mercado, competencia y asociación empresarial.

Los victimizados han atacado la producción del campo y de la ciudad, han costado al Ecuador un incremento del alza del riesgo país, rubros que no sólo son caros por temas económicos sino sociales. Pero ahí siguen, llorando por planes que se van abajo porque no congenian con la democracia.

Lo mejor sería que dejen de quejarse y de señalar en malos términos los éxitos de los demás y trabajen por los suyos propios.      

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