Quieren tumbar a Lasso

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Esa es la consigna hacia la que confluyen los indígenas, los partidos de oposición y los intereses reales a los que Lasso ha incomodado. De nada sirve la explicación racional que da cuenta de un aumento de precios mundial a causa del COVID, la inflación y la guerra en Ucrania. Tampoco son válidas las medidas de contrapeso, tardías pero vigentes, que el gobierno ha propuesto en las últimas horas. Otros son los intereses que se mueven en la balanza.

En primer lugar, lo atractivo y lejano para los ambiciosos que resulta un presupuesto financiado, al que los comensales de siempre no pueden acceder para redistribuirlo en sus provincias con el consabido derecho de pernada.

Eso explica la efervescencia de los legisladores golpistas cuya ambición no se detiene ante un País que los observa con asco. Por el otro lado, la indiscutible influencia que ejercen sus financistas ocultos, molestos porque sus negocios ilegales han estremecido su boyante economía. El contrabando de combustibles, la minería ilegal, el narcotráfico son las aristas visibles.

Y hay otras, menos dramáticas pero más poderosas. La imposibilidad de acceder al poder para palanquear decretos, contratos, excepciones y estados de emergencia de última hora son también dolores agudos al bolsillo de los eternos pescadores de contratos y privilegios. Los indígenas son simplemente el ariete de una suma de intereses que empujan hacia la destitución de Lasso o al menos la opción de convertirlo en su instrumento, como ha sido en el pasado.

Lamentable situación para un País que necesita desesperadamente trabajo, metas y visión de conjunto, y que está secuestrado desde hace décadas por gremios, intereses de grupo y demandas inverosímiles cuyo cumplimiento deviene en mayor pobreza y atraso.

Todos los legisladores de oposición, sin excepción, son cómplices de esta debacle. Aunque quienes han fomentado la crisis quieran hoy aparecer como neutrales e inocentes. La pobreza de los legisladores gobiernistas no hace sino agrandar la imagen de mediocridad que proyecta la Asamblea. Hoy, su Presidente ocasional pretende convertirse en árbitro del conflicto. No lo hace por patriotismo, lo hace por conveniencia.

Con el consabido truco del palo y la zanahoria, pretende arrinconar al Ejecutivo para sacar réditos o enfrentarlo con una inédita revocatoria del Estado de Excepción.

En el exterior, se escuchan algunas voces encaminadas a defender a Quito y la institucionalidad con movilizaciones. El trasfondo es la absoluta desconfianza en el estado de derecho. Ante el primitivismo imperante, habrá que defenderse a golpes. Los convidados de piedra, ecuatorianos sin otro afán que el progreso, asistimos obligados e indignados a la enésima manipulación del poder por parte de los caciques de siempre, esos que no respetan ni la voluntad popular, ni las instituciones ni al pueblo que dicen representar, que por lo demás jamás les ha puesto un alto a sus maniobras. Por desidia e ignorancia, pero también por cobardía.

Por algo somos subdesarrollados, por algo nuestras instituciones no funcionan, por algo los temas se quieren resolver a garrotazos. Ese algo es nuestra absoluta carencia de orden, disciplina y respeto a la institucionalidad democrática. Lo vemos con alarmante frecuencia. Este es apenas un capítulo más. Ojalá salgamos con bien de él. O seguiremos hundidos en el fracaso y en los remiendos de la Constitución imperante, de nuestra incapacidad multicultural para entendernos, y nuestra ceguera ante las lecciones del mundo desarrollado.

Mejía , 20 de junio de 2022. En Cutuglahua los manifestantes se agrupan para emprender una marcha con dirección al Centro de Quito. API/JUAN RUIZ CÓNDOR

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