Violentos

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Eso somos. Es parte de la naturaleza humana. Pero no todos la sacamos a flote. La mayoría creemos firmemente en el diálogo, la paciencia, los valores. En ceder cuando estamos errados, en intentar restañar heridas aunque eso signifique perder posiciones.

Sin embargo, hay seres humanos desperdigados por el mundo que son incapaces de controlar sus complejos, emociones y resentimientos. Seres crueles que todo lo resuelven disparando a mansalva contra transeúntes indefensos y desconocidos. Otros se unen en hordas con clara intencionalidad destructiva, invaden propiedad ajena, dañan lo público, amedrentan a propios y extraños, atentan contra el orden y la paz.

Desde la escuela, hay desadaptados que pretenden resolverlo todo a puñetes para reafirmar su endeble sexualidad o demostrar un liderazgo negativo y pernicioso. Finalmente, hay quienes pretenden imponer sus ideas sin concesiones, pateando el tablero, y buscan desunión y angustia para reinar a través del miedo.

Son una minoría, pero hacen daño porque desprecian la vida propia y la ajena, porque la ignorancia, el odio y la desesperación han cavado hondo en sus psiquis, y no diferencian ya entre lo bueno y lo malo.

Son poseídos, no por los demonios de Dante sino por los propios, los internos, los que cohabitan con ellos.

¿De quién es la culpa? De todos y ninguno. Pero es una realidad que nos impacta a diario, sea por la reedición de Fuenteovejuna, sea por la enésima masacre a cargo de fundamentalistas, o el crimen a manos de sicarios para perpetuar el miedo.

Somos violentos por esencia. Por atavismos. Por genética. Es doloroso constatarlo en todos los círculos. Para detener a los violentos, para evitar que sus actos desborden a la sociedad, se crearon las leyes, las fuerzas del orden, el repudio social. Como nada es perfecto, se determinó que la violencia institucional es legítima para reprimir a aquella barbárica y malsana. Y la repuesta de las minorías fue poner límites a la violencia institucional para protegerse y continuar agrediendo.

Un galimatías jurídico que ha llegado a extremos absurdos e inaceptables, que justifica la violencia bajo el derecho a la protesta, que sataniza a las fuerzas del orden cuando enfrentan sea a maleantes disfrazados de manifestantes o a encapuchados a sueldo para desestabilizar el orden, y exige sanciones para los unos e impunidad para los otros.

¿Si se sigue maniatando a las fuerzas del orden, se justifica acaso el mantenerlas? ¿Será acaso más democrático el abolir el voto, despedir a las fuerzas armadas y a la policía para permitir que los violentos se paseen imperturbables por las dependencias del Estado y se tomen el poder cada vez que consideren necesario? ¿O estamos todos de acuerdo en que sería un retroceso ?

Urge entonces un regreso a la cordura, a la democracia representativa en beneficio de la mayoría, al respeto a la ley, al respaldo para el orden establecido e históricamente validado como paso indispensable para que el País avance en forma armónica.

La mayoría no puede seguir siendo una prisionera de los violentos, y tiene que reclamar en forma altiva su derecho a vivir en paz. Si sus representantes han perdido de vista sus obligaciones para con los electores, es hora de pedirles cuentas o removerlos.

Si los partidos políticos no representan sino los intereses de sus dueños, es hora de castigarlos democráticamente.

El País vive hoy una tensa calma a pesar de la arremetida de los violentos, pero sobre todo por la complicidad de quienes debían haber sido los primeros en rechazarla. Si la tranquilidad ciudadana es tan frágil, hay que solidificarla de inmediato.

Las autoridades, como su nombre lo indica, deben actuar e imponer su autoridad, o viviremos en un estado de zozobra permanente. Hay que quitarse la venda de los ojos y actuar en consecuencia. De nada sirve contemplar el deterioro institucional sin tomar medidas para detener la debacle. Hay que tomar decisiones ya para asegurar el futuro. Los violentos no pueden imponer su ley o el mensaje errado calará hondo en la masa. Mucha atención a los resultados.

LaRepública.

El presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, Leonidas Iza, participa de una rueda de prensa en la Conferencia Episcopal Ecuatoriana hoy, en Quito (Ecuador). El Gobierno de Ecuador anunció este miércoles que reanudará el proceso de diálogo con el movimiento indígena para intentar dar soluciones a sus demandas económicas y poner fin a las protestas sociales, tras aceptar la mediación de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. EFE/ José Jácome

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