Triunfo del Rechazo en Chile: ¿sentencia de muerte del socialismo?

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«El socialismo no procede del pueblo. Es una doctrina de intelectuales que tuvieron la arrogancia de creer que podían planificar mejor la vida de todos»

Margaret Thatcher

El socialismo es un modelo que garantiza la inequidad y no avala ninguna libertad. Paradójicamente esta afirmación no se legitima desde la derecha democrática y liberal sino desde la propia izquierda extremista que fracasa en manos de sus propios coidearios. Se evidenció, desde principios del siglo XXI, el chasco que implicó el modelo venezolano del narcisista Hugo Chávez que heredó su puesto a Nicolás Maduro, casi como un tipo de monarquía.

De hecho, la prueba viviente fue Cuba que no logró salir de la miseria desde la década de los sesenta tras la revolución ocurrida en dicho país.  La China comunista se decidió abrir y acoger al libre mercado gracias a las decisiones de Boluan Fanzheng y Deng Xiaoping quienes en la década de los 70 y 80 hicieron cambios económicos hacia lo que se conoció como la Reforma Económica China.

Si bien, muchos radicales no vieron esta señal, para 1989 otro hecho les retumbó en la cara. Pues cayó el muro de Berlín —que representó el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)— y Mijail Gorbachov impulsó nuevas reformas dentro del Partido Comunista Ruso y su cambio al libre mercado y a liberación económica fue bautizada como Perestroika. Pero, tras tachar de «traidor» a Gorbachov, quisieron no darse cuenta.

Murió el siglo XX y vino el XXI. Entonces, queriendo «reinventar» el modelo, llegó el alemán Heinz Dieterich Steffan quien dio un giro al socialismo y lo propuso como «Socialismo del Siglo XXI». Ante esta nueva luna de miel, Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa, Evo Morales, Andrés Manuel López Obrador, Daniel Ortega, Xiomara Castro, Gustavo Petro, Alberto Fernández, Pedro Castillo y Gabriel Boric gobernaron bajo el membrete de ser «gobiernos populares».

Al final, casi todo se tradujo en gasto, corrupción, robo, negociados, persecución a opositores políticos, y obras que fueron elefantes blancos, que terminaron en sentencias y señalamientos contra la mayoría de líderes populistas latinoamericanos mientras están (y estaban) en el poder.

El resentimiento social y la barbarie fue disfrazado de «estallido popular» y los «Derechos Humanos» se tradujeron en impunidad —siendo éstos únicamente violados por sus opositores, pero jamás por los izquierdistas—. Sin embargo, el modelo socialista, como lo vimos en todo el siglo XX, se construye como un dominó, si una pieza derrumba a la otra todo se irá cayendo poco a poco. Para sostener un sistema así, que es prácticamente venta de humo, hay que construir un aparato en el que conjuguen todos los poderes del Estado y sean sumisos al Ejecutivo, para que éste se torne «exitoso».

El dominó empezó a caer desde que los líderes comunistas de Cuba no pudieron sostener que el culpable no fue el régimen sino los Estados Unidos y un «embargo» que se impuso desde John F. Kennedy. Esta tesis mantuvo aislada a la isla (valga la redundancia) y no tuvieron mayor eco en la parte continental de América Latina hasta entrado los mediados del siglo XX y principios del XXI.

Sin embargo, tras la tesina de Dieterich Steffan, en América Latina se endiosó al Che Guevara, Simón Bolívar y Eloy Alfaro. La quinta ola radical feminista recobró una lucha que fue potente hasta los sesenta y la «recobró» sumiéndola al Socialismo del Siglo XXI. Los activistas fueron genios para inventarse enemigos —llegando tan lejos como a señalar a la Reina Isabel la Católica e Isabel II como las cabezas de una «opresión social»—.

Cuando, el pasado domingo 4 de septiembre de 2022, el RECHAZO al referéndum triunfó aplastantemente y evitó que se plantee una tesis comunista y extremista (que durante el 2019 y 2020 causaron estragos en Santiago) la izquierda latinoamericana tambaleó y Petro, López Obrador, Maduro, Morales y Correa, fueron quienes más despotricaron en redes por su derrota. Vieron, nuevamente lo débil y frágil que es su modelo.

La sentencia de muerte podría fijarse incluso ante la posibilidad que Jair Bolsonaro se reelija en Brasil y que Javier Milei triunfe también en 2023 en la Presidencia de Argentina. Petro, eliminará los subsidios a los combustibles y cobrará impuestos a personas de la tercera edad —algo impensable para la radical y populista CONAIE ecuatoriana, pero aun así aprueban y «justifican» este accionar del presidente colombiano, su sinsentido los deslegitima más que cualquier otra cosa— y Ecuador entra a una nueva etapa electoral donde un referéndum mejorará la calidad de vida de los ciudadanos al tiempo que podría voltear, aún peor, las cosas para la izquierda radical.

Por un lado, electoralmente fueron muy bien coartados y por otro, moralmente. Morales se ha puesto en contra de Luis Arce y Correa hizo lo mismo cuando su amigo Lenín Moreno fue presidente.  La locura y el sinsentido parece haber asaltado, todavía más, las mentes de los viejos líderes que van perdiendo su brillo y poco a poco, se convierten en lo que siempre detestaron: aquel pasado al que nunca dejaron de criticar.  

Personas tras el triunfo del rechazo en el plebiscito constitucional chileno, en la Plaza Italia en Santiago (Chile). Los portavoces de la opción del «Apruebo» reconocieron este domingo su derrota en el plebiscito obligatorio en Chile sobre el nuevo texto constitucional propuesto y se comprometieron a seguir trabajando para reformar la Constitución, ya que en su opinión la población aun quiere superar la escrita en la dictadura. EFE/ Alberto Valdés

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