Abro paréntesis

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

En consonancia con las normas de este Diario, debo dejar de escribir mi columna semanal, pues, como es de conocimiento público, he sido designado por el presidente de la República para ocupar una función diplomática, la de embajador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). 

Por un buen tiempo he venido comentando semana a semana en estas páginas asuntos de interés público. Me ha tocado dar mi opinión durante aciagos capítulos de nuestra historia, reflexionar sobre sus problemas y sugerir soluciones.

Algunos de mis lectores han discrepado de mis opiniones, otros han coincidido con ellas. Desde mi primera entrega editorial, que versó sobre el récord económico de las democracias, hasta las más recientes columnas, todas ellas han tenido un mismo hilo conductor: la construcción de una democracia constitucional con instituciones sólidas como premisa esencial para el desarrollo económico. No estoy seguro de si mis comentarios contribuyeron a alcanzar esos objetivos, pero creo haber hecho todo lo posible para que así sea.

Ahora se ha abierto un paréntesis a esta tarea. La designación con la que he sido honrado por el presidente Guillermo Lasso tiene una especial significación.

Y es que es la cuarta vez desde 1945 que el Ecuador va a ocupar un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU. La principal misión de este organismo es preservar la paz y la seguridad internacionales. Compuesto apenas de 15 miembros, las decisiones que adopta el Consejo de Seguridad tienen un efecto vinculante para todos los Estados miembros de la organización.

La primera vez que el Ecuador formó parte del Consejo de Seguridad fue durante los años 1950 y 1951. El mundo de entonces asistía al inicio de una rivalidad de enormes proporciones que se prolongaría por varias décadas, la llamada Guerra Fría. Tal como lo predijera George Kennan, el conocido diplomático y estratega estadounidense, en su Long Telegram, fue una guerra que habría de terminar con la implosión del imperio soviético, víctima de sus contradicciones estructurales.

La segunda ocasión en la que Ecuador formó parte del Consejo de Seguridad fue durante los años 1960 y 1961. Fueron los años de la descolonización de África y Asia, y con ello no solo que la membresía de la ONU se expandió dramáticamente, sino que se sentaron las bases del conflicto norte-sur que habría de dominar la siguiente década.

En los años 1991 y 1992, nuestro país nuevamente ocupó una silla en el Consejo de Seguridad. El optimismo por el fin de la dictadura soviética se vería empañado por la brutal decisión de Irak de invadir y anexar a una nación vecina, algo que agudizaría la conflictividad en el Medio Oriente.

Han pasado tres décadas desde entonces y el mundo enfrenta una crisis sin precedentes. La nueva guerra que se despliega en Europa no es sino la expresión de un fenómeno más profundo. Lo que está en juego es algo más que la integridad territorial de una nación.

Naciones con ambiciones imperiales, a las que se han sumado fuerzas no estatales como son el crimen organizado y el narcotráfico, están minando los principios del régimen internacional que dio luz a la ONU y a otros organismos similares. Ese es el desafío que deberá enfrentar el Ecuador desde el Consejo de Seguridad y al que me apresto a colaborar. Hasta la vuelta.

Consejo de Seguridad de la ONU. Foto de Archivo, La República.

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