Quito, Ecuador
Sé muy poco de fútbol, pero como estamos en pleno Mundial y, en esta época, todo el mundo tiene licencia para hablar de este deporte, haciendo uso de esa licencia me atrevo a plantear una hipótesis sobre la reciente pérdida de Argentina ante el equipo de Arabia Saudita.
La hipótesis es la siguiente: Argentina perdió el partido víctima de su propio éxito. Tomando en cuenta que, en la actualidad, las distancias entre las selecciones nacionales de todo el mundo se han acortado mucho, que una selección mantenga el invicto por más de treintaicinco o cuarenta partidos es bastante improbable. Argentina, antes de perder su último partido, había permanecido invicto en treintaiséis encuentros. Así que la ocasión de la derrota estaba cerca y, afortunadamente para ella, ocurrió en la fase de grupos, en la que todavía tiene la oportunidad de clasificar a la siguiente ronda. Más grave sería perder en las etapas posteriores.
Antes que a cuestiones futbolísticas, la pérdida de Argentina se debe a cuestiones estadísticas, y es necesario aprender de ellas. Un fracaso en el momento adecuado puede resultar muy positivo en la carrera de una selección, pero, también, en la carrera de la vida.
El éxito constante es un peso demasiado grande para los humanos. Hay que perder, a veces, para reducir las expectativas que los otros tienen en relación con nosotros y aliviar las responsabilidades que estas expectativas nos generan en relación con ellos. No hay nada más duro que ser un héroe, obligado por la presión pública a actuar heroicamente siempre y a ocultar sus miedos y debilidades.
El fracaso nos vuelve más conscientes de nuestras limitaciones, es decir, de aquello que nos hace humanos. El error es consustancial a las personas: una posibilidad que nunca deja de realizarse.
El fracaso, al mismo tiempo, puede ser un descanso y un punto de partida. La vida se hace más valiosa y querible cuando nos permite caer y levantarnos. El fracaso absoluto y el éxito absoluto minan nuestra humanidad. ¿Qué valor tiene la vida para el que gana siempre? ¿Qué valor le daría a la vida un inmortal?
Es posible que los futbolistas, los hinchas y los directores técnicos no estén de acuerdo conmigo, pero, cuando una racha exitosa se prolonga demasiado tiempo, en lugar de ufanarse hay que ponerse sobre aviso. Perder de vez cuando es instructivo y saludable, más todavía, si se pierde en el momento oportuno.