Soluciones

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Luego de cada intervención, entrevista o lectura sobre la realidad nacional, la eterna pregunta que se plantea es: ¿Cómo resolver la pugna de poderes? La verdad es que no existe una fórmula mágica, ni es exclusiva de grupo o persona alguna. Como todo tejido social, requiere de la intervención de todos los sectores, de una actitud conciliadora, de un renunciamiento de todas las partes y de una convicción patriótica.

Para lograr cualquier cambio, es necesario trazar las líneas para iniciarlo. Ese cambio no le corresponde exclusivamente a la clase política, sino ante todo a la sociedad civil a través de sus distintos estamentos. No es propiedad excluyente de los analistas, de la prensa ni de la academia, ni de las redes sociales.

Tiene que ser un esfuerzo conjunto de todas esas estructuras, pero con una meta común y cívica que sobrepase las ambiciones de grupo, de partido y de ideología.

No puede convertirse en un enfrentamiento de personalidades sino en la oportunidad para crear un universo de propuestas en beneficio de un País agobiado por la demagogia y el caudillismo.

Tiene que permitir la participación de todos los sectores sociales, pero no con el ánimo de imponer sus ideas ni la tozudez para llevarlas a la práctica, sino como fuente de conocimiento de las distintas realidades de cada entorno.

Una vez que se comprendan las distintas posturas, será más sencillo incorporarlas y asimilarlas al acervo nacional.

Para ello, se requiere que la élite intelectual, profesional, productiva, política y sindical deponga posiciones e inicie un diálogo serio y sin agendas ocultas para reestructurar las instituciones, las metas y los caminos tendentes a recuperar al País y librarlo de los bloqueos que décadas de intransigencia y teorías erradas han provocado.

Cuando logremos provocar ese consenso y la comprensión de la urgencia con que se requiere aplicarlo, estaremos encaminados hacia la búsqueda de soluciones. No esperemos a estar al borde del abismo para hacerlo.

Cualquier institución ajena a la política puede encabezar este proyecto. Solo necesita la colaboración genuina de los demás estamentos de la sociedad para concretar este diálogo tan necesario. Comprender la posición del otro, por absurda que nos parezca, es el primer paso para aceptar que nadie es dueño de la verdad absoluta y que todo planteamiento puede ser moldeado, mejorado y concretado si hay voluntad genuina de todas las partes. Ese es el verdadero desafío que tiene que lograr la sociedad civil.

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