Lasso o el fulgor del relámpago

Carlos Jijón

Guayaquil, Ecuador

Creo que de alguna manera la Presidencia de Guillermo Lasso terminó el viernes 2 de junio, poco antes de las 13h00, cuando anunció que declinaba la intención de ser candidato a la reelección tras haber disuelto el Congreso y convocado a muerte cruzada.

Será el cuarto presidente constitucional elegido por el pueblo de período más corto desde que Jaime Roldós muriera ese aciago 24 de mayo de 1981, que Abdalá Bucaram fuera derrocado el Carnaval de 1997, y que lo fuera también Jamil Mahuad, en enero del 2000, por unos actores similares.

Bucaram duró seis meses. Mahuad, diecisiete meses. Roldós, menos de dos años. Técnicamente Lasso habrá durado alrededor de dos años y medio. Juzgo que no es apresurado analizar ya su legado.

Lo más importante que pueda hacer el gobierno que suceda a Lasso será continuar su programa económico y al menos conservar sus logros. Si el próximo Presidente de la República puede mantener el crecimiento de tres puntos del PIB, con una inflación de alrededor de 3%, ciertamente sería exitoso en una región, en unas circunstancias post pandemia y en medio de los devastadores efectos de la invasión rusa a Ucrania, en que incluso Chile ha visto su crecimiento reducido a cero y en que la inflación en Argentina galopa por encima del 100%.

El Tratado de Libre Comercio con China, si no es desmantelado por sus sucesores, podría ser uno de los hitos económicos más importantes desde la dolarización y probablemente desde el comienzo de las exportaciones petroleras en la década de los setenta.

Pero quizás lo más importante sea que la caída de la pobreza en siete puntos (del 32 al 25%); la reducción del déficit de cinco mil millones de dólares a dos mil; el incremento de las exportaciones no petroleras, se han logrado en un ambiente de respeto irrestricto a las libertades, entre ellas de la de expresión, sin perseguir a nadie, y un espíritu de transparencia y honradez, apenas salpicado por el lodo lanzado desde los albañales de la oposición.

La realidad es que la situación económica de la mayoría es mejor ahora que hace dos años cuando Lasso asumió el poder en medio de la pandemia. Deja el gobierno en medio de una ola de violencia sin precedentes, que se desató coincidentemente casi a la semana siguiente de que llegó.

Es claro a estas alturas que la ola de violencia es desatada por el narcotráfico. Ya como consecuencia de la lucha entre los carteles por el control de la ruta de la cocaína, desde su ingreso por la frontera norte y su recorrido hasta los principales puertos; o por la misma acción del Estado, como respuesta natural al incremento brutal de capturas de cargamentos de drogas; o probablemente como parte de una implicación de los carteles en la lucha por el poder político.

Porque una verdad es que ni bien llegado a Carondelet, el presidente Guillermo Lasso enfrentó la oposición descarnada del correísmo, el Partido Social Cristiano, la CONAIE y el narcotráfico. Y no es descabellado plantear que su salida anticipada sea en gran parte provocada por la narcopolítica.

La lucha fue sin cuartel. Intentaron derrocarlo en cuatro ocasiones, dejando un reguero de cerca de un centenar de muertos, si incluimos los de las masacres carcelarias; en especial, la ejecutada en noviembre de 2021, un día después de que una comisión ad hoc de la Asamblea Nacional pidiera la destitución del Presidente Lasso por haber provocado «una honda conmoción social» que no existía, pero que ellos crearon. Él los enfrentó siempre dentro del marco de la ley, el respeto a los derechos humanos, como pocas veces se ha visto en la Historia de esta República.

Cometió errores, es verdad. El principal de ellos, a mi juicio, no haber decretado la muerte cruzada en marzo de 2022, cuando aún había posibilidades de luchar por una reelección. El segundo, siempre a mi juicio, el no presentarse a la reelección tras haber llamado finalmente a muerte cruzada, aún cuando las encuestas no le daban posibilidades. La verdad es que nunca se las dieron desde que inició su lucha política, y que solo su voluntad férrea lo llevó hasta donde llegó.

Ahora, solo frente al destino, tiene seis meses para gobernar sin la oposición mayoritaria en la Asamblea y sin la presión de una campaña electoral, lo que podría permitirle enriquecer ese legado que ahora estamos inventariando quizás de manera apresurada. ¿Cuánto puede hacer con el escenario de una Corte Constitucional politizada, aunque no controlada por la oposición? Probablemente baste solamente con hacer lo correcto.

Enviada una nueva reforma tributaria, y una importantísima ley de inversiones, todavía puede decretar una reforma laboral que cierre el círculo del ambicioso programa reformista con el que llegó a Carondelet hace dos años. No importa si la próxima Asamblea la deroga o no. No importa si la Corte Constitucional, contrariando su papel, la niega. Lo que es correcto hay que hacerlo por el simple deber ser. Que su entrega a la causa de la democracia finalmente dé su fruto.

El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, junto a su esposa, María de Lourdes Alcívar (c-i), y su vicepresidente, Alfredo Borrero (c-d), entre otros, habla ante sus simpatizantes desde el balcón presidencial, hoy, luego de asistir a la Asamblea Nacional a intervenir durante un juicio político de censura en su contra, en Quito (Ecuador). Lasso ratificó este martes ante la Asamblea Nacional (Parlamento) que el juicio político de censura en su contra por presunto peculado (malversación) planteado por la oposición es «infundado». EFE/ José Jácome

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