
Guayaquil, Ecuador
La expresión corsi e ricorsi está tomada de la teoría del acontecer histórico del filósofo italiano Giambattista Vico (1668-1744); para él, la historia no avanza de forma lineal empujada por el progreso, sino en forma de ciclos que se repiten, es decir, que implican siempre avances y retrocesos. Como decía Nietzsche: “Es un volver a un estadio que se creía superado, pero ahora visto desde una nueva perspectiva”.
El escritor Sergio Ramírez, exvicepresidente de Nicaragua, perseguido por el dictador Daniel Ortega, un remozado Somoza, publicó un brillante artículo: Esperpentos en perpetuo retorno, señala que “La historia de América Latina es como una marea, con flujos y reflujos”.
Hay muchas historias de dictadores civiles y militares, narradas por escritores, en ellas nos cuentan las excentricidades, caprichos, ridiculeces y toda clase de abusos cometidos por los dictadores.
Podemos señalar que la novela precursora de este tema, que ha sido una constante en nuestra historia, es “Facundo” del argentino Domingo Faustino Sarmiento que se refiere al dictador Juan Manuel Rosas; luego sigue una larga lista de la vida de dictadores como Mariano Melgarejo, en Bolivia; José Gaspar Rodríguez de Francia, en Paraguay; Porfirio Díaz, en México; Rafael Leónidas Trujillo, en la República Dominicana, etc.
Víctor Montoya, escritor boliviano, en su estudio sobre “El dictador en la literatura Latinoamericana”, señala: “Cuyos hechos no conocen límites excluyentes entre la realidad y la fantasía, aparecen expuestos en las obras de los novelistas contemporáneos: en Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos; El recurso del método, de Alejo Carpentier; El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; Oficio de difuntos, de Arturo Uslar Pietri; El dictador suicida, de Augusto Céspedes; La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, La tempestad y la sombra, de Néstor Taboada Terán y en El otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez, quien confesó haber leído durante diez años la biografía de varios dictadores, antes de escribir su novela, en la cual recrea a un dictador con los pedacitos de los dictadores Latinoamericanos”.
El diario alemán “Die Gegenwart”, publicó el 1 de agosto de 1951, lo siguiente: “Hitler no hubiera podido causar el daño que ocasionó si no hubiera poseído una capacidad extraordinaria de sugestionar y engañar a la gente. Esto es lo sorprendente, que existan personas tan perversas que, bajo la apariencia de lo divino, y con el adorno de la sonrisa, las lágrimas y el lenguaje aparente del corazón, sepan captar la simpatía y la voluntad de los demás para conducirles a la hecatombe”.
Podemos señalar con toda certeza, que los dictadores de cualquier pelambre se rigen por unos patrones muy similares: control de la prensa libre y de la justicia; persecución implacable a sus adversarios; terror y propaganda y una brutal represión a través de fuerzas militares y policiales alineadas a su proyecto político.
Concordando con Sergio Ramirez que “debemos esperar un nuevo ciclo de novelas de dictadores”; hay harto material en este tema; los Castro, los Ortega, los Chávez, los Morales, los Maduro, los Correa, son el mejor ejemplo de los flujos y reflujos de la atribulada historia Latinoamericana.
