Guayaquil, Ecuador
Han pasado más de diez años desde su estreno pero recuerdo bien lo mucho que disfruté Misión imposible: Protocolo fantasma cuando salió en los cines. Se sentía mucho más real y audaz que las películas de acción a las que estaba acostumbrado. Asimismo admiro mucho el sexto filme de la serie, llamado Repercusión en Hispanoamérica, que no solo tenía buenas acrobacias, sino que también estaba repleto de sorpresas y giros inesperados. La primera entrega de 1996, dirigida por Brian De Palma, es sutil e inteligente y no me canso de recomendarla. Pero si así son las cosas, ¿por qué sentí tan colosal indiferencia hacia Misión imposible: Sentencia mortal, la más reciente película en la franquicia, antes de su estreno?
Tal vez exagero un poco. Estaba mucho más interesado en ver Sentencia Mortal que en ver, bueno, la mayoría de películas en cartelera, pero aún así no sentía ninguna gran emoción por su lanzamiento. Me sorprende porque, al menos en teoría, Misión imposible es una muy buena franquicia. Los actores son buenos, las acrobacias son ambiciosas e imaginativas, y la trama es generalmente competente. Y puedes encontrar todo esto en la más reciente cinta. No puedo decir que no sea entretenida o que Tom Cruise no parezca la persona más comprometida con su trabajo en este planeta, pero tan solo días después de verla ya desapareció casi completamente de mi mente. No creo que esto solo me esté pasando a mí. La cinta recaudó más de 300 millones de dólares en la taquilla y recibió excelentes comentarios por parte de la crítica, pero parece haber sido olvidada por la cultura popular en cuestión de semanas.
Corríjanme si estoy equivocado, pero se me hace muy difícil imaginar a alguien entusiasmado por esta película. En parte supongo que se debe al hecho de que es la séptima entrega de la franquicia. Por definición, algo abundante no puede ser especial. ¿Qué tiene esta película que no pueda encontrar en las seis anteriores o en las que muy probablemente van a salir en el futuro? Y la respuesta honesta es ‘nada’. Es algo que hemos visto ya muchas veces. La famosa música de Misión imposible es, sin duda, espectacular, pero es la misma composición desde hace sesenta años. Los elementos que le dan identidad a la serie – como las máscaras de ciencia ficción usadas para personificar a otras personas – son divertidos, pero son los mismos en cada película.
Mi momento favorito en la primera cinta de Misión imposible es la escena final. En ella, nuestro héroe, el agente Ethan Hunt, está en un avión tras haber sobrevivido a una vertiginosa aventura en la que fue traicionado por sus superiores. Entonces recibe un mensaje codificado en el que le ofrecen empezar una nueva misión, esta vez con un papel de liderazgo. Es un gran momento. Todo lo que acabamos de presenciar cambió la vida de nuestro protagonista, que pasó de ser un joven espía a encabezar su propio equipo. Algo pasó. En las cintas más recientes, no hay nada que se le parezca. La historia no puede tener un final definitivo porque podríamos querer hacer más. Y en el caso remoto de que algo de hecho pase, nos reservamos el derecho a cambiar de opinión y deshacerlo en la entrega siguiente. Con esas condiciones, ¿cómo puedo sentirme envuelto en la vida y aventuras de Ethan Hunt? Nunca va a pasar nada importante en ellas.
Pareciera que ni la propia película se toma en serio su trama. Ethan Hunt y sus amigos deben enfrentarse a una computadora malvada y nuestro equipo consiste en Hunt y los tres actores de la película anterior que accedieron a salir en esta también. La única forma de detener a la inteligencia artificial corrupta es encontrar una llave mágica y esto requiere vivir persecuciones en ciudades europeas, algo que hemos visto en películas recientes de 007, The Fast and the Furious, John Wick, y, por supuesto, otras entregas de Misión imposible.
Ahora piensa en el reciente estreno de Barbie y Oppenheimer, dos filmes originales que no forman parte de una franquicia. No solo son éxitos financieros, son fenómenos culturales. Son películas con ideas y personalidades únicas que las personas están realmente interesadas en ver. Sus historias tienen un comienzo y un final; no hay nada que quede inconcluso. No digo que sean películas perfectas que van a cambiar la estructura de la sociedad, pero son únicas y van a darnos algo de qué hablar al menos por un tiempo. Y creo que eso es muy emocionante. (O)