La importancia de recuperar el Instituto Nacional de Higiene «Leopoldo Izquieta Pérez»

Pía Molina

Totori-Japón

Hasta el 2012 funcionó en el Ecuador el Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical “Leopoldo Izquieta Pérez” (INHMT-LIP), nombrado así en honor a quien fuera  uno de sus fundadores, un notable científico y médico guayaquileño que dedicó su vida a investigar las enfermedades en el Ecuador.

Gracias a los esfuerzos en conseguir ayuda internacional (primero de la Fundación Rockefeller y luego de Japón y Francia) y otros fondos del Estado que gestionó el doctor Izquieta Pérez (1879-1948). En 1941 se inauguró en Guayaquil la institución que en un principio fue llamada Servicio Sanitario Nacional y que se dedicaría 71 años a la investigación de enfermedades comunes en la región, llegando incluso a abastecer a otros países sudamericanos de las vacunas que ahí se producían y siendo un referente en salud pública de la región.

También contaba con una publicación científica, la Revista ecuatoriana de higiene y medicina tropical, que se distribuía a nivel internacional.

Todo esto terminó hace 11 años, cuando el expresidente Rafael Correa Delgado, mediante  decreto 1290, ordenó su escisión en dos entidades: el Instituto Nacional de Salud Pública e Investigación (INSPI), cuya principal labor es ejecutar proyectos de investigación e innovación en el área de salud humana; y la Agencia de Regulación y Control Sanitario (ARCSA), dedicada al control de productos de consumo humano como medicamentos, alimentos y cosméticos.

Posteriormente, también se creó la Empresa Pública de Fármacos, Enfarma.

Según varios conocedores del tema, como el exdirector del INHMT-LIP, Dr. Luiggi Martini, esas dos instituciones no han llegado a cumplir con los compromisos para los que fueron formadas, en detrimento del trabajo de tantos años que habrían realizado los funcionarios de la antigua Institución que hizo importantes avances en la investigación en epidemiología, control sanitario, regulación y registro de productos farmacéuticos, alimenticios y de uso y consumo humano, la elaboración de biológicos, vacunas y sueros antiofídicos, los cuales deben desarrollarse con veneno de especies autóctonas; hoy en día estos productos se importan.

En cuanto a cooperación internacional, el INHMT-LIP tiene una larga historia de relación con el gobierno japonés a través de su Agencia de Cooperación Internacional y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón (JICA  y MOFA, por sus siglas en inglés), que apoyaron al Ecuador desde 1976, cuando el Instituto de Higiene estaba a cargo del Dr. Francisco Parra G.

Después de consultar al gobierno ecuatoriano, los organismos japoneses definieron varias áreas de prioridad, entre ellas la reducción de la pobreza; es decir, contribuir a una mayor equidad entre la población ecuatoriana. Por eso, una de las prioridades fue mejorar la salud pública con la firma del convenio de cooperación científico-técnica en el campo de las infecciones microbiológicas en las áreas tropicales del país, que fue llamado “Hideyo Noguchi” en homenaje el médico japonés que aportó de manera significativa a la erradicación de la fiebre amarilla en Ecuador.

A través de ese convenio, JICA no solo donó equipos como microscopios electrónicos en tres ocasiones (1977, 1997 y 2004), sino que se preocupó de la capacitación del personal con becas para entrenamiento de las que fueron beneficiarios varios científicos ecuatorianos que pudieron viajar a Japón para recibir instrucción; así como también, científicos japoneses viajaron al Ecuador para prestar sus servicios, tanto en la formación técnica como en la renovación de los equipos y la tecnología de punta para el tipo de investigaciones que se realizaban.

Esa colaboración constante siguió hasta el cierre del INHMT-LIP, que ocurrió formalmente en agosto de 2013, con el despido de más de 600 trabajadores de la Institución.

En 2020 hubo una solicitud que derivó en un ofrecimiento explícito de poner en marcha la renovación y reapertura del INHMT-LIP, durante la presidencia de Lenín Moreno. En 2021, el vicepresidente Alfredo Borrero reconoció la importancia del Instituto para el país y volvieron las esperanzas; sin embargo, esa promesa no se concretó y los defensores de la institución continúan reclamando que se cumpla con lo ofrecido, ya que las instituciones que lo han reemplazado no han logrado cumplir con todos los compromisos que tenía el INHMT-LIP.

Para el Dr. Luiggi Martini, “se deben retomar las funciones de vigilancia epidemiológica, red de laboratorios, producción de biológicos, registro y control sanitario”. También explica, en un video, que el Ecuador contaba con una red de laboratorios con sedes en cada capital de provincia. Incluso provincias como Manabí tenían 5 laboratorios del Instituto, que alertaban sobre lo que estaba sucediendo en la salud pública del Ecuador.

Asimismo, el INHMT-LIP tenía un área de salud animal donde se fabricaban biológicos para uso veterinario, dentro de la producción de vacunas del instituto. El Dr. Martini menciona que “todas las vacunas que nos hemos puesto fueron biológicos hechos en el Instituto de Higiene como la tuberculosis, difteria, vacunas antirrábicas y suero antiofídicos”. Hoy en día, las vacunas antirrábicas se importan y resultan costosas para la población.

Otra de las principales quejas de los extrabajadores de la institución es que antes existía un mejor control de los productos que ingresaban al país y los que se producen en el territorio nacional, puesto que los laboratorios del INHMT-LIP analizaban todos las medicinas, alimentos y cosméticos que llegaban a Ecuador para poder ser distribuidos.

Como señala el Dr. Martini, “antes de dar un registro sanitario se debe analizar qué contiene el producto, de esa manera cumplimos con lo que dice la ley y la constitución”. Es decir, en la actual Institución se facilitan registros que solo se firman en papel, sin la comprobación necesaria. Por lo que no existe un organismo que garantice la calidad de los productos que se consumen en nuestro país.

Realmente, es lamentable que una institución de tan larga trayectoria y alcance haya terminado con sus instalaciones abandonadas y sus mejores trabajadores, despedidos. Como consecuencia, durante la pandemia no hubo capacidad de dar un buen diagnóstico, porque se ha perdido la habilidad epidemiológica en el país.

Y no solo eso, incluso se han apropiado de su nombre llamando al ARCSA, paradójicamente, “Doctor Leopoldo Izquieta Pérez”, un hecho lamentable debido al retroceso en investigación que ha sufrido el país. Los 40 años de relación con los científicos japoneses quedaron plasmados en publicaciones que se hicieron en conjunto y que esperamos que se retomen.

Ojalá que el próximo gobierno actúe con sabiduría y logre rescatar lo que queda del que fuera el único laboratorio dedicado a la elaboración de vacunas en el país.

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