Nuevos políticos, vieja política

Pablo A. Proaño

Quito, Ecuador

Frente a la situación política electoral en Ecuador, que se vuelve cada día más errática e impredecible, hay que destacar que se puede ver una dimensión nueva: una renovación partidista.

Las elecciones anticipadas se interpusieron como un socavón en la planificación electoral de los ‘partidos clásicos’. Por primera vez en décadas, de los ocho candidatos sólo una tiene un partido con visibles (y despampanantes) antecedentes políticos, otros los mantienen camuflados. La ausencia de los partidos de ‘trayectoria’ en estas elecciones es un signo de su decadencia, de la que los candidatos buscan distanciarse a toda cosa, algunos con más éxito que otros.

Una renovación partidista es altamente positiva. Exige una competitividad por la generación de ideas nuevas y la experimentación de nuevas formas y discursos. A pesar de que las papeletas parlamentarias tienen nombres con más de una camiseta en su historial, siete de los ocho candidatos se enfrentan a un nuevo reto: el de plasmar, por primera vez, las ideas e ideología de su partido, además de gobernar, si lo logran, con una Asamblea excepcionalmente diversa y con poca historia política.

Pero los nuevos rostros y discursos, los nuevos políticos, corren el riesgo de sobresimplificar los problemas del país. Dejar de ver los problemas sociales como consecuencia de la crisis de valores familiares y sociales, las falencias en la calidad y acceso a la educación, y otros problemas graves como desnutrición crónica infantil, únicamente ahondará en los descontentos sociales que llevaron al gobierno actual a terminar anticipadamente el mandato.

Frente a problemas estructurales, soluciones estructurales. No se implementarán en menos de la mitad de un período, ni siquiera sumándole el período siguiente. Habrá que saber distinguir las soluciones inmediatas de las que deben perdurar, y aprender a dialogar para dejar institucionalizadas prácticas de reducción burocrática y anticorrupción, que permitan resultados estructurales a largo plazo.

La ‘vieja política’ se caracteriza por un borrón y cuenta nueva. Se deja calentar los oídos por grupos cerrados de intereses reducidos y es incapaz de construir puentes entre diversas ideologías, nombrando al candidato de turno el salvador de todos los errores del pasado y el único futuro posible. A esa vieja política y a sus promotores hay que recordarles el sentido de la democracia, de la cooperación y del bien común. La imposición de una sola visión política, nos cuenta la historia de la humanidad, sólo se impone y se perpetúa por la tiranía y la demagogia.

A los nuevos políticos, se les debe hacer  un llamado a establecer objetivos que perduren más allá del tiempo de gobierno. Que las leyes reflejen un sentir de las necesidades de la gente, canalizadas por medio de la sociedad civil y no por grupos que secuestran y extorsionan con vieja política a los asambleístas. Las nuevas generaciones soñamos con gobiernos de diferentes visiones que acuerden leyes para beneficio de todos y que perduren en el tiempo por su calidad y beneficio a la sociedad. Un trabajo en conjunto con la academia y la sociedad civil en una cooperación liderada por un gobierno que sabe escuchar, permitirá institucionalizar al país en (al menos) los ejes por ahora más importantes, la educación, la seguridad y la estabilidad económica.

Mientras la ‘vieja política’ se legitima con errores del pasado, debemos exigir de los nuevos políticos que se caractericen por una escucha activa y la cooperación por el bien común. Trabajaremos para que estos vientos frescos de la política nos conduzcan a un nuevo Ecuador de oportunidades.

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