¿Un empresario como sucesor de un banquero?

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

La dicotomía del Estado versus lo privado parecería ir desapareciendo poco a poco lo que debilita un viejo discurso de la más rancia y anticuada izquierda que gobernó más de una década. La razón simple es que el ecuatoriano, según un estudio levantado por Ipsos entre abril y mayo de 2022, tiene mayor confianza en las empresas privadas y los empresarios; mientras la confianza hacia las entidades públicas se sigue deteriorando.

La empresa privada, tal y como señala dicho estudio, el beneficio que realiza repercute en la ciudadanía en más del 60% de la población que deposita su confianza en ella. En 1990, Margaret Thatcher, fungiendo como Primer Ministro de Gran Bretaña, privatizó los ineficientes monopolios estatales y de esa manera el mercado los volvió eficaces. Éstos fueron: el gas, el acero, el petróleo, los teléfonos, los aeropuertos, la British Airways, la electricidad, el agua y así sacó al Reino Unido de una enorme catástrofe económica que vivieron los británicos hasta 1978. Evidentemente el costo de vida se elevó porque el ciudadano podía acceder a mejores servicios y al mismo tiempo trabajaba y podía cubrir esos costes.  

La economía de la libra esterlina permitió una vida liberal que necesitó voluntad política. El dólar es una moneda que no sólo permite un liberalismo económico, sino que lo exige. Esa es la gran ventaja que la divisa de Estados Unidos tiene frente a otras divisas como el euro, el rublo o el yuan. No cabe duda que la gran aceptación que goza la empresa privada es lo que puso a Guillermo Lasso en el sillón presidencial (y seguramente lo hará también con Daniel Noboa).

Algunos analistas afirman que un presidente debe poner un «experto en lo público». Ya, ¿y si lo que realmente se debería hacer es quitar a lo público aquello que les imposible manejar y volverle más eficiente desde el mercado y la competencia corporativa para 3

que incluso estas entidades generen empleo que no cueste a los ciudadanos con sus impuestos?

Lo público funciona cuando es eficiente, y si algo le resulta complejo manejar, puede hacerlo simplemente que ceda sus atribuciones a lo privado, lo que reduciría la incompetencia, la corrupción y la criminalidad que vive el país. Ecuador debe ponerse a pensar en la cultura de la libertad, y esto incluso implica que se debe cambiar la viveza criolla en la gente, tener un pensamiento del siglo XXI en cuanto a transformaciones científicas y tecnológicas, impulsar la lectura, mejorar el sistema educativo y despojarse del populismo político y social.

El camino a transitar aún es largo, no imposible. La intención involucra pensar a lo Thatcher, quien además se cargó todo un sistema político-monárquico, sino también en pensar en lo que está mal y corregirlo. Muchas cosas podrán ser impopulares sin que lleguen a ser erróneas. La equivocación está en evitar cambiarlas —aunque eso sí implique unos gramos de popularidad que luego se derrumban como castillos de naipes—. Un presidente tiene que gobernar para todos y quizá dejar de lado las cifras y centrarse en lo que realmente es el hecho de hacer lo que se tiene.

No se puede ya ser serviles al caudillismo, sino a las intenciones de encontrar un modelo político-social tan bien trazado que sin importar quién suceda el poder, siga por el camino que debe. La gente debe notar que hay un liderazgo, pero este, a su vez, como líder, evidenciar que, si está convencido de que una decisión es la correcta, los ciudadanos también lo noten. Muchas otras, como la reestructuración de un Estado, a través de un referéndum (que bien podría volver a la Constitución de 1998 o a hacer una nueva parecida a esa) podrán restarse importancia ni podrán verse resultados de inmediato, pero sí a largo plazo. Pues remediaría las falencias en la Función Judicial, eliminaría al Electoral y al de Participación Ciudadana como poder, y mejoraría la competencia de lo estatal en tan solo tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, lo que fiscalizarla —desde un punto de vista legal y desde la opinión pública— resultaría más simple.

El tiempo es corto. Sin embargo, las ganas de hacer cambios deben ser amplias, porque hay ya que dar los primeros pasos. Si los ecuatorianos confían en un modelo, el presidente debe responder a esa perspectiva mayoritaria de la población. Apelar a la juventud puede ser interesante, pero sería una equivocación dejar de lado la experiencia.

La cancha está trazada, Daniel Noboa debe seguirla, mejorarla y superarse. Es decir, debe corregir lo que está mal y perfeccionar lo que está bien, como la lucha contra las drogas y desmantelar las mafias que siguen libres en las calles. Ese es el principal problema que atenta contra la libertad de esta bella República.

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