
Por Cecilia Velasco
Había leído Los Genios, del peruano Jaime Bayly, y me había empeñado en reseñarlo, y cuando supe que vendría a la Feria del Libro de Guayaquil, hice todos los esfuerzos posibles para entrevistarlo. La novela, de un estilo un tanto recargado y con un tono facilón, terminó atrapándome, porque se mete con un chisme literario de autores a quienes aún admiro, pese a varias discrepancias desde el feminismo. Además, debo admitir que Bayly, nacido como yo en 1965, me ha resultado un perfil atractivo: no puedo imaginar a un escritor ecuatoriano de su edad hablando abiertamente sobre experiencias homosexuales y consumo de drogas. Tampoco a alguien que se desnude tanto y desnude a padre y madre. Suele decir que su vida privada es pública, y no soy tonta para ignorar que eso le produce réditos de audiencia.
He logrado que un medio digital, “La República”, para que el que he colaborado una sola vez, se interese por la entrevista, que estuvo en riesgo, porque mi filiación institucional no estaba tan clara. El precioso Hotel del Parque es el lugar al que debo acudir con un equipo mínimo, conformado por María Rosa –fan de Bayly- y Eduardo José, de veinticuatro años, hecho cargo de la fotografía. La encargada de la agenda de Bayly dice que está retrasada y que me ruega que no me tome más de quince minutos, aunque me había ofrecido algo más. Y ahora, mientras transcribo la entrevista, me escucho decir con una solemnidad desmesurada: “Te juro que voy a tratar, o sea, te juro por Dios”.
Jaime Bayly ya está terminando su diálogo con “El Universo”. Le oigo responder sobre el mundo digital, la variedad de nuevos medios, la crónica roja que puede comprarse en un kiosco, la creciente necesidad de información y sus múltiples accesos.
Cuando nos acercamos, este hombre alto –otrora delgado, con lentecitos finos, corte de cabello un tanto infantil con cerquillo, expresión pícara en ojos y labios- que ha engordado, ya no lleva anteojos, y cuyo pelo recuerda en algo los tiempos pasados, viste traje azul y corbata, y se muestra encantador, y parece encargado de darme y darnos confianza. Dice que nos tomemos tiempo para preparar el celular-grabadora y que, bueno, también pueden ser veinte minutos los del diálogo.
Tras darle la bienvenida a Guayaquil, la ciudad de la que no soy, pero en la que vivo, le digo que me divierte verlo en sus videos de Youtube declarando que, de feria en feria de libro, se siente como un torero o visitador a médicos. Sonríe.

CV: ¿Al cuánto tiempo vienes a Guayaquil?
JB: Veinte años han pasado. Veinte. La última vez fue 2013, y luego pasaron algún tiempo. Ganó Correa, y ya con él en el poder, no había manera de que yo viniera.
CV: Quería empezar sobre Los Genios: lo he leído con interés y me he divertido. ¿Cómo fue el proceso de investigación detrás?, porque sitúas a todos los autores: Jorge Edwards, Gabo, Vargas Llosa, Goytisolo, entre otros, y a Carmen Balcells…
JB: Sí, tuve la suerte de conocer a muchos de ellos, no a Neruda, no a Picasso, pero sí he conocido mucho a Vargas Llosa y a García Márquez, claro. También he conocido a Carmen, que fue mi agente y amiga. Ella me contó muchas cosas. Están también las chicas de la agencia Balcells: Gloria y Karina. Y luego, me he documentado a lo largo de los años porque esto es una novela que ha estado en mi cabeza muchos años, principalmente hablando con la curiosidad de un periodista.
CV: ¿Hablando con amigos del Gabo?
JB: Sí, con los amigos de ambos genios; los amigos de García Márquez más cercanos eran Álvaro Mutis, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Fuentes, que ya murió, y Tomás Eloy Martínez. Yo tuve la suerte de conocer a ellos cuatro, de entrevistarlos en la televisión. Entonces, al final siempre encontraba en la manera de preguntarles: ¿qué pasó?, ¿por qué Mario le pegó?
CV: Me da la impresión de que, aunque ideológicamente tú te sientes más cercano a las posturas políticas de Vargas Llosa, tus simpatías en esta novela están un poco más por el Gabo. ¿Es así?
JB: Es así es así, independientemente de la cuestión ideológica: absolutamente sí. De hecho, la señora periodista que me entrevistó hace un momento pensaba lo contrario, y yo le dije “no”. Mis simpatías están con García Márquez por varias razones, pero la principal es porque la víctima fue Gabo. El puñetazo lo dio Mario y no debió darlo.
CV. Un puñetazo inopinado y brutal.
JB: Sí. Y habían sido amigos durante una década casi. No golpeas a tu compadre, padrino de tu hijo, solo porque viene un rumor o un chisme. Fue un exabrupto un exabrupto machista intolerante y celoso que no debió ocurrir.
CV: Dicen que, en La Divina Comedia, Dante Alighieri mandó al a la última paila del infierno a sus enemigos más acérrimo. ¿Pasa algo de esto aquí? ¿Por qué te burlas de Vargas Llosa con un humor crudo?
JB: Porque he tratado de humanizar a los genios; al humanizarlos al contar sus pequeñas miserias, me burlo de ellos. La diferencia entre Gabo y Mario es que Gabo era muy humorístico, un jodedor. Mario, no. Él es muy envarado, solemne, predicador, intelectual, endiosado. Por eso, he intentado burlarme desde el punto de vista literario y artístico de Mario. Bajarlo al reino de los humanos
CV: ¿Existe algún fundamento en la realidad al decir que García Márquez gana el Premio Rómulo Gallegos, que ya había ganado Vargas Llosa, y el gobierno de Fidel Castro le pide que done ese dinero a la revolución?
JB: La directora de la Casa de América, Haydé Santamaría, le pidió, pero a Mario, expresamente a través de Alejo Carpentier, que donase el premio, y era bastante plata, pero Gabo le dijo: “De ninguna manera, hombre, ¿cómo vas a ser que dones eso? Los cubanos le dijeron: “Tú: anuncia que donarás el premio a la revolución, pero te vamos a devolver ese dinero.” Y hay gente que piensa, pero están mal informados, que Mario le pega a Gabo porque Gabo seguía siendo comunista y Mario era anti.
CV: ¿Podría ser algo así? Cuba dividió a muchos intelectuales.
JB: Es verdad que hubo un distanciamiento desde el caso Padilla, y que este dividió radicalmente a los escritores latinoamericanos, pero el puñetazo no fue por razones políticas.
CV: Y tú, ideológicamente, ¿te defines como un liberal?
JB: Trato de serlo.
CV: Dado que hay un conflicto fuerte tuyo personal con la figura del padre, ¿te sientes hermanado con Mario Vargas en el sentido de que él fue víctima de un padre autoritario y machista?
JB. Absolutamente. Ernesto Vargas era un cabrón de mala entraña. Le pegaba a Mario, lo insultaba. Lo rebajaban. Le pegaba a la mamá de Mario, Dorita, y él veía todo eso. Yo creo que Mario nunca lo perdonó, nunca. En la novela hay un encuentro con su padre en Beverly Hills, y Mario humilla a su padre…
CV: ¿En el momento en el que le dice que le huelen mal las axilas?
JB: Terrible, ¿no? Esa es una de las escenas o de los pasajes más tremendos de la novela. Y a mí me pasó con mi padre, ¿sabes? Me pasó que yo nunca pude quererlo porque él me declaró la guerra cuando era un niño. Era un niño y este señor me odiaba insultaba, me pegaba y yo no sabía por qué yo no sabía qué había hecho mal.
CV: ¿Te odiaba por tu naturaleza más íntima?
JB. Sí, Es eso. Era mi naturaleza más profunda, más íntima. Yo pienso: ahora ya no está papá, y sé que, por un lado, él era un hombre muy desdichado, pero sé también que, por mi naturaleza más profunda, aunque él veía en mí a su hijo mayor, a su hijo, al que llevaba su nombre, lo que veía le daba cólera.
CV: A pesar de los traumas, tú contabas el otro día que tu madre se enamoró de tu padre al ver un movimiento de su mano.
JB: Yo me he pasado la vida haciendo preguntas y entonces siempre le pregunto a mamá: ¿por qué pasó esto o lo otro? y al principio ¿por qué te enamoraste de papá? Porque ellos no se llevaban bien cuando yo era niño. Me dijo eso: “Vi sus manos cambiando el dial de la radio y me enamoré”. Me pareció una imagen bonita.
CV: Parece que el tener un padre muy autoritario puede ser una especie de desencadenante de la creatividad. Ahí está Franz Kafka, por ejemplo. ¿Crees que literariamente ha sido un estímulo para acicatear tu escritura?
JB: De hecho, así ha sido. Mis novelas, sobre todo No se lo digas a nadie, son una rebeldía contra él. Cuando un niño es amado por su padre, su héroe es su padre y el niño, naturalmente, sin pensarlo, quiere ser de grande como su padre, pero cuando un niño es abusado por su padre, ocurre lo contrario: que casi por instinto de supervivencia ese niño, que era yo, elige ser lo contrario, lo opuesto a su padre. Esto es lo que me pasó a mí para sobrevivir. Yo tuve que aferrarme a unas formas de rebeldía, y escribir fue mi rebeldía. Absolutamente porque el arte siempre nace de la infelicidad, siempre.
CV: En el discurso de Mario Vargas Llosa cuando gana el Rómulo Gallegos y él estaba en la izquierda, habla de Oquendo de Amat, un poeta, y dice que la literatura es fuego, y se refiere al poeta casi como un mártir. Y en tu novela, hay un pasaje de García Márquez, cuando él era pobre, tenía una novia y pasaban mucha hambre. Eres partidario del progreso y de la riqueza, pero ¿no te parece que en la pobreza hay un cierto heroísmo y que, en cambio, en el lujo, hay una cierta fealdad?
JB: Es una pregunta preciosa. Fíjate: Borges decía: “El lujo es una vulgaridad”. Notable frase lo que tú acabas de decir, pues en el lujo hay la fealdad de la vulgaridad. Veamos de nuevo a Vargas llosa y García Márquez: a mí me parece que los dos pasaron pobreza en Europa. Mario, sus primeros años en Madrid con la tía Julia; después, en París con Patricia. Gabo, mucho más. Él cantaba vallenatos en el metro, y lo arrestaba la policía porque pensaban que era argelino indocumentado. Deja embarazada a su novia, que aborta, porque no tienen dinero. Gabo fue corresponsal de un periódico colombiano, Rojas Pinilla da un golpe de Estado y Gabo se queda sin recursos. Sí creo que, desde la pobreza, la más estricta austeridad, se puede crear belleza, y es verdad que desde el lujo o desde el poder ya no se crea una belleza tan pura.
CV: ¿Y el papel del dinero y la fama?
JB: La evolución que hizo Vargas Llosa, a mí no no acaba de gustarme. Vargas Llosa era de izquierda, pero, luego, me parece a mí que ha hecho una carrera peligrosa, buscando el poder y el lujo, la amistad de reyes, de príncipes, de presidentes y magnates.
CV: El poder, en un sentido, ¿también le interesaba al Gabo?
JB. O sea, de otra manera, también le interesaba el poder: desde el punto de vista literario, pero García Márquez jamás se hubiese lanzado la presidencia de Colombia y jamás hubiese dejado a Mercedes para enamorarse de Isabel Preysler y salir en la portada de “Hola” ¿me explico? Él tenía esa sabiduría esa inteligencia emocional. Mario ha caído mucho más en las trampas de la vanidad.
CV: Como autores literarios, entre Vargas Llosa y García Márquez, ¿con quién te quedas? El primer Vargas Llosa es un monstruo de la experimentación….
JB: Carmen Balcells lo decía muy bien: Vargas Llosa es el primero de la clase, pero García Márquez es el genio. García Márquez nació genio. Mario se hizo genio, se forjó. Además, Gabriel tuvo otra ventaja de origen respecto de Mario: García Márquez pasó su niñez con sus abuelos maternos: muy feliz. No era insultado ni golpeado. Fue muy feliz de niño, y los cuentos que le contaban sus abuelos fueron el combustible para Cien años de soledad. Entonces, Gabo llega a la literatura felizmente, porque tiene una niñez feliz. Mario, lo contrario. Yo, lo contrario, y eso influye.
CV: Tú también te exiliaste donde tus abuelos paternos…
JB. Sí, así fue.
CV: Te he oído decir que te has amistado con la idea que antes te sonaba como insulto cuando alguien te descalificó diciendo que tenías cerebro de mujer.
JB: Me encantaría ser una mujer. Ojalá fuera cierto. Dicen que las mujeres recuerdan más los sentimientos y dominan mejor el lenguaje. Los hombres recuerdan más los hechos o los objetos; para un hombre, es más importante un auto o un reloj…Bueno, a mí me encantaría ser mujer. Yo siempre he dicho, cuando me preguntan: “Si no hubiera sido escritor, ¿qué habría sido?” Y yo digo: escritora.
CV: En tu programa nocturno “El Observador”, dijiste que si los hombres fueran quienes se embarazaran, el aborto estaría permitido universalmente, y yo estoy convencido de eso, pero estas personas liberales a las que tú estimas son liberales en ciertas cosas, pero en otras son profundamente conservadores. Desde tu naturaleza sensible, ¿no te parece que personajes como Milei u otros son profundamente homofóbicos y misóginos?
JB: Me duele, me entristece esto de que cómo puedes decir “yo soy liberal y yo defiendo las libertades individuales y a continuación decir que una mujer embarazada no puede decidir libremente ante sí misma si quiere o no quiere ser madre. A mí me parece que hay una contradicción flagrante y, como dices, misógina, porque si los hombres pudiésemos quedar embarazados, te aseguro que el aborto sería legal hasta el octavo mes, pero a las mujeres siempre son varones, que a menudo ni siquiera tienen hijos, que practican sospechosamente la castidad, los que dicen que no a que una mujer pueda abortar. Ahora se están peleando Trump y De Santis, que dice que el aborto tiene que estar prohibido en la semana seis, lo que es una locura, porque generalmente en esa semana la mujer no está segura de que está embarazada.
CV. Y, claro, no se trata de que todas van a abortar como locas, sino de dar la opción a la que necesite eso en su vida. Hay miles de mujeres que han sido violadas, abusadas.
JB: ¡Por supuesto!
CV. Entonces, tal vez los liberales más inteligentes ¿podrían tener una postura más firme? Es lo que te pido como mujer.
JB: Recojo tu pedido. Trataré de estar a la altura, por supuesto, y créeme que yo defiendo eso, y no, porque el aborto sea un acto de felicidad: no soy mujer, pero me puedo imaginar que abortar es un desgarro, es un pequeño trauma.
CV: Hay quienes dicen que la mujer no puede decidir por el feto…
JB: El feto es parte del cuerpo de su madre; por tanto, mientras no ha nacido, me parece que la madre debería tener soberanía sobre su cuerpo completamente, y, por tanto, poder definir, por lo menos en un tramo del embarazo, si quiere o no ser mamá. Para mí, el tema es tremendamente difícil, porque, por ejemplo, mi madre es súper religiosa, es del Opus Dei y es una mujer muy buena.
CV: Para volver a los libros, tengo solo uno de tu autoría en mi mano: Yo soy una señora. De todos los que has escrito, ¿cuál te gusta más o a cuál le tienes más cariño? Y me apena no referirme a No se lo digas a nadie, tal vez el más personal que has escrito…
JB: Ese que tienes es uno al que tengo cariño, porque es mi único libro de cuentos, relatos. y además son todos en clave de humor, y unos están contados desde la mirada de un hombre y otros desde el punto de vista de una mujer y a mí me ha divertido mucho escribir desde el punto de vista de una mujer, como una mujer, sintiéndome una mujer. Para un escritor hombre, pero con una sensibilidad femenina como la mía, decir: “Voy a escribir un cuento como si yo fuera una mujer, hablando como una mujer” es tremendamente liberador y enriquecedor. Ese es un libro al que le tengo un aprecio particular. Tal vez porque pasa como con los hijos, y a veces uno quiere más, no a los hijos exitosos, sino a los hijos que tienen que batallar más para triunfar.
CV. Siempre hablas de Lima, y no has perdido el bonito acento peruano. Lima es para ti la ciudad del polvo y de la niebla. ¿Está Lima en tu corazón? ¿Volverías a vivir a Lima?
JB. Qué buenas preguntas. Lima está en mi corazón. Sí, casi todos mis libros están ambientados en Lima: ahí aprendí a leer, a escribir, a amar. Es la ciudad capital de mi vida. ¿Volvería a vivir en Lima? Ahora no, ahora no quisiera. Mi vida ahora es Silvia, mi esposa, nuestra hija, Zoé, que tiene doce años; mis hijas mayores, que están en Nueva York. Mi vida, ahora, está organizada en Estados Unidos, pero nunca digas nunca. Me ocurre ahora algo que no me ocurría antes, y es que cuando voy a Lima tengo ganas de ir, ver a mi madre, a mis hermanos, un par de amigos. Ya no estoy peleado con Lima.
CV: Última pregunta sobre Los Genios. Está un recurso que tú usas, y es que escribes: “Dos años antes había pasado esto” o “Siete años después habría de ocurrir aquello”, y esto me recordó a García Márquez y su “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” ¿eres consciente esta influencia?
JB. Soy consciente, y es una mirada muy aguda la tuya. Yo leí a Gabo cuando era muy chiquito, y me parecía que era un poeta que escribía como narrador, pero era un poeta. Esto de saltar en los tiempos viene de él, por supuesto, y es un homenaje a él.
CV: Preguntas cortas: ¿Tu color favorito?
JB. El azul.
CV: ¿La hora del día que más te guste?
JB. Eh…. Dos, tres de la mañana.
CV: ¿Entre un elefante y una hormiga?
JB: Jejeje…. Un elefante.
CV: ¿Entre un colibrí y un león?
JB: El colibrí, siempre.
CV. Yo sé que tú eres agnóstico, pero si es que Dios existiera y si es que tú murieras y llegaras ante, él, ¿qué te gustaría que te dijera o qué crees que te diría?
JB. Me gustaría que me dijera “bienvenido, y ¿cuál de tus libros me recomiendas?”
Le agradecemos por su tiempo. Entonces, le digo que he llevado un libro de mi autoría para su hija Zoé, el titulado Hostal para mariposas. Bayly me agradece, y dice que lo leerá en el avión, de vuelta a Miami. Comenta que le parece un buen título, y que su hija es una gran lectora. También me entrega su tarjeta y dice que le escriba para comentar qué le ha parecido mi Hostal….
- Cecilia Velasco, Premio latinoamericano de narrativa en literatura infantil y juvenil, otorgado por la editorial Norma en 2010, es profesora de la Escuela de Literatura en la Universidad de las Artes, y colaboradora de La República.