La necesidad de una planificada política energética en el país  

Por: Juan Pablo Peña Yaguache 

Ingeniero Eléctrico, Escuela Politécnica Nacional – Máster en Economía de la Regulación, Universidad de Barcelona 

La realidad del sector energético del país es preocupante y se agrava con el anuncio de  desalentadoras predicciones sobre los efectos climáticos que traería el Fenómeno de El  Niño, entre ellos, el riesgo de desabastecimiento de energía eléctrica debido a la alta  probabilidad de escasez de lluvias en la cuenca hidrográfica oriental donde se asienta  el grueso de la generación hidroeléctrica. Este evento climático no sería objeto de  preocupación, por lo menos en lo que se refiere al sector energético, si se tomaban  medidas planificadas dentro de un marco de política energética integral que  desafortunadamente el país no lo cuenta. Los pronunciamientos de las autoridades  corroboran aquello y reflejan la ausencia de una agenda compartida y de objetivos  comunes entre el sector de hidrocarburos y el sector eléctrico. 

De lo contrario, no se puede explicar que dos empresas públicas, dependientes de las  políticas del mismo ministerio, presididas por el mismo directorio y por el mismo  presidente, se enfrasquen en un cruce de comunicaciones para salvar la  responsabilidad ante la inminencia de la crisis y dejen a la opinión técnica de un árbitro  imparcial la decisión de utilizar la infraestructura de la una para que la utilice la otra en  el contexto de una eventual importación de gas natural para fines de generación  eléctrica. No hace falta explicar lo irónico que resulta el papel de EMCO EP como  “coordinadora” de empresas públicas. 

Para quienes están inmersos en el sector eléctrico no es una novedad que la principal  vulnerabilidad en la operación del sistema eléctrico ecuatoriano esté en la insuficiente  capacidad instalada de generación hidroeléctrica de la cuenca hidrográfica occidental;  esto impide contar con una capacidad de generación complementaria a la abundante  capacidad instalada en la cuenca hidrográfica oriental que permita sortear la marcada  estacionalidad de los climas seco y lluvioso. En este sentido, la terminación y puesta en  marcha de la totalidad del proyecto hidroeléctrico Toachi-Pilatón hubiese contribuido a  contrarrestar en algo estas limitaciones operativas, pero ya son tres años de retraso  desde la última fecha que las autoridades establecieron como la definitiva para superar  anteriores retrasos en su terminación, por lo que se acumulan más de nueve años desde  la fecha inicial que estuvo contemplada su inicio de operación. 

La estacionalidad climática de estas cuencas hidrográficas tiene un poco margen de  incertidumbre lo cual permite que la planificación operativa del sistema nacional  interconectado (SNI) pueda realizarse en horizontes de corto y mediano plazo. Aun con  la entrada en operación comercial de las centrales hidroeléctricas Delsitanisagua y  Minas-San Francisco a finales de 2018, las proyecciones mostraban la necesidad de  aumentar la potencia y energía firmes del SNI especialmente en períodos de sequía de  la cuenca amazónica. Es así que se ha tenido un amplio margen temporal para avistar  la problemática inclusive en escenarios climatológicos adversos como el Fenómeno de  El Niño y así implementar medidas radicales y efectivas.

Sin embargo, aunque el sentido de urgencia demandaba darle prioridad a esta situación las gestiones de las autoridades de los últimos años estuvieron más enfocadas en  concesionar proyectos de generación renovable no convencional (ERNC). Se tomaron más de cuatro años solo para anunciar la suscripción de los contratos de concesión del  proyecto solar fotovoltaico El Aromo de 200 MW y del proyecto eólico Villonaco II y III  de 110 MW, lo que en las circunstancias actuales constituye un altísimo costo de  oportunidad. Del mismo modo, conviene dejar en claro que estos contratos de  concesión, suscritos en marzo y julio de este año 2023, no suponen el inicio de la  construcción de los proyectos como veladamente tratan de posicionar en la opinión  pública los anuncios oficiales, sino que recién dan la pauta para que los concesionarios  busquen el financiamiento de los proyectos en el mercado de capitales. Por eso, esta  capacidad de generación prevista de 310 MW no se consideraría para un horizonte de corto plazo. 

La parafernalia y expectativas creadas alrededor de la suscripción de estos contratos  de concesión hace recordar, tal como el eterno retorno nietzscheano, a las mismas  apoteosis que en el 2013 se dieron por la suscripción de similares instrumentos para  una capacidad que sumaba 280 MW entre varios proyectos solares fotovoltaicos.  Después de diez años, ninguno de estos proyectos se ejecutó y la única capacidad de  apenas 27 MW corresponde a pequeñas instalaciones menores a 1 MW cuyo aporte 

total a la cobertura de la demanda destinada para el servicio público de energía eléctrica no llega ni siquiera al 1% y a un costo elevadísimo. Aparte de esto, no se puede desconocer los encomiables beneficios de las ERNC alineados a los esfuerzos  planetarios contra el calentamiento global, por lo que se espera que estos proyectos logren el financiamiento y sean ejecutados más temprano que tarde. 

Por otra parte, aunque el país cuenta con un potencial extraordinario para el desarrollo  de las ERNC no se debe perder de vista que por la naturaleza física y aleatoria de sus  recursos primarios no son una garantía en términos de potencia y energía firmes para  abastecer la demanda en todo momento y menos en las actuales circunstancias, por lo  que la generación termoeléctrica desempeña un rol fundamental.  

No obstante, el parque termoeléctrico del país, concentrado en su mayoría en CELEC  EP, es obsoleto, ineficiente y mantenerlo disponible representa un alto costo. Solo en el  año 2022, los costos fijos de administración, operación y mantenimiento (excluye  amortización de inversiones) asignados a la CELEC EP para sus centrales  termoeléctricas fueron de 209,61 millones de dólares para una capacidad de 1.600 MW,  mientras que los mismos costos asignados para sus centrales hidroeléctricas fueron de  252,59 millones de dólares para una capacidad de 4.531 MW; esto significa en términos  relativos un altísimo costo de la generación termoeléctrica con respecto a la  hidroeléctrica, sin considerar incluso los costos variables del consumo de combustibles.  

Además, el sector de hidrocarburos en el Ecuador no ha podido ofertar más fuentes de  energía que los derivados de petróleo, por lo que el sector eléctrico también ha visto en  estos combustibles las únicas opciones para el consumo de su parque de generación  termoeléctrico; en el caso del gas natural, se ha limitado su uso con el argumento de que las reservas probadas, probables y posibles del Campo Amistad de 

PETROECUADOR no son significativas como para contar con una infraestructura de  mayor capacidad a la que actualmente se tiene en TERMOGAS MACHALA y Bajo Alto. 

Aunque la producción petrolera ecuatoriana excede en mucho a su producción de gas  natural no es justificable que ésta tenga una mínima participación en la oferta de  hidrocarburos y derivados; esto tendría algún sentido si es que la capacidad de  refinación de Esmeraldas, La Libertad y Shushufindi, las tres refinerías de  PETROECUADOR, dieran abasto a toda la demanda; no obstante, conforme lo  muestran las cifras del año 2022, el país importó 60,8 millones de barriles (MMBLS) de  derivados de petróleo equivalente al 54% del total de su demanda interna. De este  modo, importar gas natural no tendría por qué ser diferente a la importación de derivados  de petróleo, más allá de contar con una infraestructura asociada que solo faltaría  ampliarse o construirse. 

Al margen de este punto, las estrategias llevadas a cabo antes y ahora para reparar el  parque termoeléctrico repite las mismas fórmulas en cuanto a utilizar los mismos tipos  de combustibles de derivados de petróleo, tal como se lo ha realizado mediante la  compra o conversión de unidades de generación para que consuman fuel oil; estas  inversiones que superan los 300 millones de dólares y que sumadas a los costos de  operación y mantenimiento de las centrales termoeléctricas de CELEC EP por más de  200 millones de dólares anuales hubiese sido suficiente para invertir en una moderna  planta de generación eléctrica de ciclo combinado de por lo menos 400 MW con lo cual  los requerimientos de potencia y energía firmes estarían solventados en épocas de  estiaje; estas centrales que utilizan gas natural aventajan sobradamente a las centrales  de generación que utilizan diésel, fuel oil y crudo reducido en cuanto tiene que ver a costos, rendimientos, flexibilidades operativas y menores impactos ambientales. 

Por lo que respecta a la disponibilidad del gas natural para importación se tiene que, como consecuencia de la producción estadounidense de gas de esquisto, la guerra en  Ucrania y la creciente demanda en Europa, el mercado mundial de gas natural es uno  de los de mayor dinamismo. A esto se añade la menor volatilidad de los precios con  respecto al petróleo por lo que sería otra de las ventajas aprovechables. De la misma  manera, en el ámbito geográfico, la cercanía del Ecuador con el hub asiático de gas  natural y con la planta de licuefacción de gas natural de Pampa Melchorita al sur de  Perú, país con unas importantes reservas y volúmenes de exportación, otorgarían  facilidades para la importación de gas natural, siempre y cuando se amplíe la capacidad  de la infraestructura en Bajo Alto y se proyecte nueva infraestructura a construirse en  otras costas ecuatorianas como la primera planta de ciclo combinado. 

El crítico momento por el que atraviesa el sector energético como consecuencia de la  visión reduccionista con que se ha mirado esta área clave de la economía, no da cabida  a más improvisaciones, remiendos y medidas in extremis. La ocasión de la crisis y las  ventajas del comercio internacional son condiciones propicias para establecer una  política energética de largo aliento en la cual se ponga al gas natural como un actor  estratégico en muchas áreas productivas que demanden importantes bloques de  energía.

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