La obsecuencia es un veneno que está destruyendo al Ecuador

Gustavo Izurieta Chacón

Guayaquil, Ecuador

La obsecuencia, esa actitud sumisa y obediente que se arraiga en nuestra sociedad desde temprana edad, está socavando los cimientos del Ecuador en más formas de las que imaginamos. Precisamente, la crisis política y económica (pero especialmente moral) que vive nuestro país, nos invita a abordar esta problemática. Según la Encuesta Mundial de Valores, el 61% de los ecuatorianos valora la obediencia en los niños. En definitiva, esto no es algo que debamos tomar a la ligera.

En sus primeras etapas, la obsecuencia puede parecer inofensiva, siendo inculcada como la virtud de la obediencia. Pero a medida que crecemos, debemos cuestionar los límites sensatos de esta virtud. Llevarla al extremo, hacia la sumisión absoluta, es una senda que nos conduce al servilismo y al despotismo. Cuando el poder no conoce límites ni contrapesos, cae en la arrogancia y en la prepotencia. Desgraciadamente, estas son cualidades que muchos parecen aplaudir en nuestro país.

Los efectos destructivos de la obsecuencia se evidencian en todos los niveles de la sociedad. Aquellos que la reciben pueden ser seducidos por la corrupción, alimentando sus egos y perdiendo el sentido de la realidad. Todos, sin excepción, necesitamos límites, apoyo crítico y equilibrio en nuestras vidas. En otras palabras, todos necesitamos alguien que nos diga cuando el rey está desnudo.

Por otro lado, aquellos que practican la obsecuencia tienden a caer en la adulación, la alcahuetería y la deslealtad. Evitan decir lo que realmente piensan para complacer a los poderosos, reflejando pereza intelectual, cobardía y desidia. Esto sofoca el desarrollo de habilidades y capacidades genuinas, promoviendo la mediocridad en lugar del progreso.

La solución más común en nuestro entorno es hacerse de la vista gorda, pero ¿realmente vale la pena? Debemos explorar nuevos caminos, desafiando los personalismos y la obsecuencia en nuestra sociedad, especialmente si ocupamos posiciones de influencia. Liderar de verdad implica construir en base a la colaboración. En donde las personas participan del proceso, y no son vistos como siervos a quienes se les exige servilismo. No tiene sentido declarar enemigos a quienes opinan de manera diferente.

Ecuador padece las consecuencias de la obsecuencia y el personalismo tanto en la política como en el mundo empresarial. Tanto quienes ostentan el poder como quienes obedecen están impregnados por estos males. Es necesario avanzar hacia un cambio cultural y permitir que las organizaciones trabajen como verdaderos equipos, evitando caer en el círculo vicioso.

En ese sentido, el deporte nos brinda ejemplos notables de cómo el trabajo en equipo, dejando a un lado el ego, conduce al éxito. La Era Guardiola en el Fútbol Club Barcelona (2008 – 2012) y el podio de Los Pumas de Argentina en el Mundial de Rugby 2007 son notables testimonios de lo que se puede lograr cuando las organizaciones (públicas o privadas) trabajan en equipo. Es fundamental apoyar a líderes inspiradores, pero sin renunciar a nuestro derecho a la crítica constructiva. Son seres humanos con virtudes y defectos. En última instancia, depende de cada uno de nosotros construir una sociedad de pensadores libres, no de seguidores ciegos. Es posible romper las cadenas de la obsecuencia y forjar un Ecuador donde la reflexión y la independencia de pensamiento sean las piedras angulares de nuestra identidad. El futuro de nuestro país depende de ello.

  • Gustavo Izurieta es Académico Asociado del Instituto Ecuatoriano de Economía Política

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