
Guayaquil, Ecuador
La declaratoria de conflicto armado interno y la retórica del Gobierno del Presidente Daniel Noboa, ha logrado sus dos principales objetivos: una lucha contundente contra los terroristas y el respaldo de la ciudadanía para que se mantenga el uso legítimo de la fuerza.
Sin embargo, ha producido un efecto no deseado: confundir la batalla que estamos enfrentando con la guerra. Antes de explicar la naturaleza de esta guerra e incluso cuestionarla quiero aclarar que esta batalla hay que ganarla. Los ecuatorianos no podemos seguir siendo víctimas de los delincuentes, terroristas y asesinos. Nos merecemos un país pacífico en el que podamos llevar adelante nuestros proyectos de vida sin el temor de que en cualquier momento seamos presas de los criminales, directa o indirectamente.
Debemos tomar en consideración que no estaríamos afrontando esta batalla si no fuera porque hace poco más de 50 años Estados Unidos le declaró la guerra a las drogas. Esto luego de haber fallado estrepitosamente en su guerra contra el alcohol que tuvo efectos parecidos a los que sufrimos en la guerra contra las drogas: tráfico ilegal, corrupción sistemática, incremento de la violencia y el fortalecimiento del crimen organizado, cuyo principal representante fue el conocido Al Capone. En otras palabras, uno de los mafiosos más sanguinarios de la historia contemporánea fue producto, entre otros elementos, de la prohibición de una sustancia que hoy en día es parte de nuestra cotidianidad, el alcohol.
Es importante que tomemos en cuenta que las motivaciones para la prohibición del alcohol fueron bastante parecidas a las que hoy se sostienen para prohibir las drogas: vinculación de la venta y el consumo de alcohol con un clima general de decadencia y con otros vicios morales. Se decía que el consumo de alcohol provocaba pobreza en las masas, enfermedades varias, demencia, adicción y que estimulaba la delincuencia. Pero entonces, ¿cómo es que aprendimos a convivir con la presencia de las bebidas alcohólicas en nuestras vidas y acabamos con las mafias alrededor de su tráfico ilegal? Pues la respuesta es sencilla, las legalizamos.
La legalización del alcohol trajo enormes beneficios a la sociedad, redujo la violencia y el crimen organizado, mejoró la calidad del producto lo que impactó positivamente en la salud de sus consumidores, el aumento de oferentes bajó los precios por lo que dejó de valer la pena llegar incluso a sacrificar tu vida por unas cuantas monedas y transparentó las cifras de quienes realmente tenían problemas de adicción, los adictos tuvieron mayor confianza para buscar ayuda y con ello hubo más incentivos para que se fortalezca el trabajo de la sociedad civil y darle tratamiento a ese tipo de dolencias.
Nada de esto implica que la crisis que estamos enfrentando pueda ser superada con la misma facilidad. La guerra contra el alcohol apenas duró 13 años y se contuvo dentro de las fronteras de Estados Unidos, la guerra contra las drogas ha durado cuatro veces más y se ha convertido en un fenómeno internacional.
Sin embargo, sí tenemos elementos suficientes para hablar de ella, cuestionarla y analizar cómo podemos empezar a terminarla. Para ello quiero brindarles unos cuantos elementos más para el análisis.
Al igual que la prohibición del alcohol, la guerra contra las drogas está resultando en un terrible fracaso. No solo ha aumentado el consumo y el volumen de tráfico, sino que es un negocio cada vez más rentable que se está tomando cada vez más espacios de nuestras vidas, el caso Metástasis es prueba evidente de ello y es un fenómeno que se replica en todos los países que son parte de dicha guerra.
Las drogas, el alcohol y demás productos intoxicantes han sido parte de la historia de la humanidad, indicios de su utilización y consumo se pueden encontrar en prácticamente todas las culturas y civilizaciones. Si tomamos en cuenta los miles de años de historia que tienen cada una de ellas, 50 años son un suspiro, es decir, durante siglos convivimos con intoxicantes y hace pocas décadas decidimos que es mejor plantearles una guerra frontal, ¿cómo es que durante milenios no se destruyó la humanidad y ahora sí estaríamos en peligro?
Por otro lado, ¿por qué existe esta guerra? ¿Contra qué o contra quién estamos luchando realmente? El problema no es que se vendan drogas, el problema real siempre recae sobre quiénes la consumen. Entonces, estamos en guerra para evitar que unas personas consuman un producto que desean. Hay gente inocente muriendo por tratar de evitar que cierto fulano se intoxique con una sustancia que elige -en primera instancia- voluntariamente. ¿Es eso justo?
Hay muchos elementos y detalles más que podemos discutir, hagámoslo. Lo importante para mí es que no se dé por sentado que la mejor o peor única solución es vivir en medio del miedo, la violencia y la guerra.