Quito, Ecuador
En el arranque del segundo episodio de la serie True Detective: Night Country (2024), la detective Liz Danvers (interpretada por Jodie Foster) y su ayudante Peter Prior (Finn Bennet) hacen un descubrimiento espeluznante: varios cuerpos de científicos congelados en el hielo. La clave definitiva de este hallazgo reside en una espiral tatuada en uno de los cuerpos, un símbolo que no solo conecta la cuarta temporada con la primera, sino que también proporciona a los personajes ficticios (y a la audiencia) indicios de que los crímenes podrían estar relacionados con rituales paganos.
La serie True Detective debutó a nivel mundial a principios de 2014, ganándose elogios de la crítica. Esta obra no solo se erigió como referente en el género de relatos policiales, sino que también exploró la dicotomía entre la fe cristiana y las creencias paganas. Pocos conocen que Nic Pizzolato, el creador de la serie, se inspiró en el caso de Hosanna Church en Luisiana, donde el pastor Lamonica lideró una congregación cómplice de 29 abusos sexuales a niños entre 1999 a 2002, empleando rituales satánicos para su consumación.
Las novelas y guiones policiales a menudo encuentran sus raíces en la crónica periodística. Los hechos narrados por periodistas sirven de inspiración a escritores y guionistas como lo evidencian figuras destacadas como Emile Zola, Ernest Hemingway, Truman Capote, Tom Wolfe, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, entre otros, quienes inicialmente se adentraron en el periodismo antes de plasmar sus historias en la literatura. Esta conexión también se refleja en las ficciones televisivas, donde la influencia de la investigación periodística sobre crímenes rituales es notable.
El investigador e historiador español Raúl González Salinero señala que posiblemente uno de los primeros casos de homicidio ritual registrado ocurrió en 1144 en Inglaterra. En la víspera del Viernes Santo, se descubrió el cuerpo de un joven en un bosque cercano a Norwich, presuntamente asesinado siguiendo un ritual que parodiaba la pasión de Cristo. Aunque nunca se identificó a los perpetradores, las acusaciones alimentaron una ola antisemita, convirtiendo la acusación de asesino ritual en un instrumento común de persecución en la Edad Media, vinculándose a masacres, exilios y torturas.
En la Inglaterra victoriana, entre 1888 y 1891, una de las materias que captó mayor atención mediática e investigación en este ámbito fue la de los crímenes de Whitechapel, perpetrados por Jack el Destripador. Aunque muchos adjudican estos asesinatos a las características de un asesino serial, no se descarta que el culpable haya sido un homicida ritual. Es crucial entender que, mientras los asesinos rituales se centran en la realización de prácticas ceremoniales con un significado simbólico, los homicidas seriales cometen crímenes siguiendo patrones y motivaciones específicas, prescindiendo de elementos litúrgicos en sus actos.
En la era contemporánea, los crímenes rituales perpetrados por el clan satánico hippie liderado por Charles Manson acapararon una gran cobertura en los medios. Manson formó parte de una secta que, a mediados de 1969, llevó a cabo brutales asesinatos, incluyendo el de la actriz Sharon Tate, un trágico hecho que sirvió a Quentin Tarantino como base para su laureada película Once upon a time in Hollywood (2019). La motivación detrás de estos homicidios rituales buscaba establecer un impacto mediático que generara un precedente contribuyendo así a la idea de una inminente guerra racial apocalíptica bajo la consigna Helter Skelter, términos que se tomaron de una canción de los Beatles.
Es así como la magnitud de estos crímenes ha alcanzado repercusiones a nivel global, tal cual se evidenció en 2021 durante durante la 47ª sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, donde se adoptó una resolución con el fin de erradicar las prácticas perjudiciales asociadas a los ataques rituales y la brujería.
En este escenario internacional destacan las producciones televisivas de calidad como True Detective y otras narrativas de ficción que no solo exploran, sino que también denuncian este tipo de prácticas. En última instancia, la intersección entre la realidad y la ficción sigue siendo un espacio donde la conciencia y la prevención convergen para crear una comprensión más profunda y reflexiva de la complejidad de estos homicidios a lo largo del tiempo.