Guayaquil, Ecuador
En mi última intervención en este espacio, comenté que las malas ideas engendran malas medidas y que las malas políticas resultan en pobres desempeños económicos para los países. Como resultado, en lugar de dar paso a buenas ideas, los pueblos suelen refugiarse en ideas cada vez peores.
La segunda trampa de las malas ideas comienza por suponer que la prosperidad se alcanza a costa del perjuicio de otros. Por ejemplo, según la teoría de la dependencia, la riqueza de los países desarrollados se debe a la explotación de los países pobres. Según la teoría del valor trabajo, los empresarios explotan a los obreros extrayendo la plusvalía. También dicen que los especuladores acaparan y cobran precios excesivos en tiempos de escasez y se enriquecen a costa de los consumidores. Que el libre comercio favorece a los países ricos y empobrece a los más débiles, e incluso se pretende derrotar la pobreza redistribuyendo la riqueza e ingresos de los demás.
Estas malas ideas resultan en malas políticas; se busca remediar estas situaciones mediante el sistema coercitivo del Estado. Para equiparar el ingreso, proponen un sistema tributario progresivo, es decir, el que más gana, más paga. Para evitar la dependencia, hay que sustituir importaciones con altos aranceles y cuotas de importación. Para remediar la explotación, hay que establecer códigos laborales rígidos. Y para impedir la especulación, se pide establecer controles de precios. Estas malas políticas traen consecuencias: el sistema tributario progresivo incentiva la evasión fiscal, la sustitución de importaciones termina creando monopolios, industrias ineficientes y grupos de presión que buscan privilegios políticos retrasando el desarrollo.
El proteccionismo arancelario propicia el contrabando, y los códigos laborales restrictivos inflexibilizan el mercado laboral y obstaculizan la inversión. El control de precios incentiva el desabastecimiento y la mala calidad de los productos. La pobreza no se derrota empobreciendo a quienes más tienen, mientras se espanta la inversión; la pobreza se reduce generando más riqueza. Resumiendo, hemos caído en la trampa de las malas ideas y malas prácticas, con gobiernos corruptos, ineficientes, ineficaces y proclives al clientelismo. Que, en lugar de mejorar la situación de los pobres, ha ocasionado una economía que no despega.
La lucha contra la pobreza, la globalización, el medio ambiente, el desarrollo sostenible y la justicia para todos no vendrán de la mano de un gobernante o mesías. Como decía Lord Acton: «El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente». Nuestro país logrará resolver muchos de estos problemas cuando cada uno de nosotros, dentro del derecho y la igualdad ante la ley, busquemos y nos afanemos en encontrar soluciones individuales como más creamos conveniente.