Tucker Carlson o el síndrome del Duque de Windsor

Beatrice E. Rangel

Bogotá, Colombia

La entrevista que Tucker Carlson le acaba de hacer a Vladimir Putin hará historia como muestra de la miopía que afecta a ciertos círculos de privilegio en el mundo. El señor Carlson viene de una familia vinculada a una de las más exitosas multinacionales de Estados Unidos. Como alumno del Trinity College y del Saint George ’s School, el señor Carlson tuvo siempre acceso a los círculos de poder de Estados Unidos. De allí que muchos se quedaran perplejos con la entrevista.

Porque el señor Putin le ha dicho a un testigo complaciente que su verdadero plan para Ucrania no es tomar posesión de los territorios donde hay mayoría de población rusa sino que el país entero se debe rifar como la túnica de Cristo a varios postores que influyen Hungría y Polonia. Desaparecería así Ucrania. LA OTAN por tanto debe desaparecer y Estados Unidos retirarse a su hemisferio.

También afirmó que no hay posibilidad alguna de entendimiento con Occidente y por tanto la guerra debe continuar hasta que haya un claro vencedor. En síntesis, el señor Putin le ha dicho a Carlson que la única manera de resolver el diferendo con su país es dinamitando el orden institucional creado después de la Segunda Guerra mundial por su país, los Estados Unidos de Norteamérica y retornar al mundo al estatus quo pre westfaliano. En síntesis destruyendo la PAX Americana por la que sus antepasados lucharon y murieron.

Dos pensamientos vinieron a la mente escuchando la entrevista. El primero, existen facciones dentro del conservadurismo norteamericano que no aceptan o temen el cambio y por ende se refugian en un pasado distorsionado por sus fobias en el que reinan la inmovilidad social y el inmovilismo político. Esto los lleva a desvirtuar todo cambio y a aliarse con quienes representan el pasado en su más pura decantación.

En su libro “La Marcha de la Locura” (The March of Folly) la señora Barbara Tuchman describe este fenómeno como “…el inexplicable recurso de tomar decisiones auto destructivas aconsejadas por la soberbia o la incomprensión del momento histórico”.

Algo similar ocurrió con Eduardo VIII de Inglaterra, mejor conocido como el Duque de Windsor. Su reinado apenas duró 326 días y se empeñó en casarse con una divorciada serial siendo el jefe de la Iglesia Anglicana. Luego de abdicar promovió el acercamiento con el Tercer Reich bajo la premisa de que existía superioridad germana y que Inglaterra debería formar parte de una alianza liderada por Hitler para fortalecer a Europa. Las fotos de su visita a Berlin llenaron de lágrimas a una Londres asediada por los bombardeos del Reich.

Al igual que el duque de Windsor, el Sr Carlson piensa que la tirante polarización y la debilidad geopolítica relativa de Estados Unidos se resuelven facilitando el descalabro del orden institucional mundial a un déspota que además aprovecha la tribuna gentilmente cedida para propalar desinformación sobre el feroz ataque por el urdido contra una nación independiente.

El Duque de Windsor se perdió en las tinieblas de la crónica ligera del Jet Set mundial. Su país ofreció un fuerte sacrificio por la libertad y la democracia y por ello se constituyo en ejemplo para el mundo entero y cuna de todos los movimiento libertarios del siglo XX. Igual la puede pasar al Sr Carlson.

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