La tragicomedia Trump-Biden

Francisco Santos

Bogotá, Colombia

Con el retiro de Nikki Haley de las elecciones primarias en el partido Republicano queda lista la elección presidencial entre Donald Trump y Joe Biden. Es una elección entre un hombre de 81 años, Biden, con muchos de los problemas mentales comunes de esa edad y otro de 77 años, Trump, con problemas legales como nunca había tenido candidato alguno a la presidencia de Estados Unidos en los 235 años de elecciones que ha tenido ese país.

Soy gran admirador de Estados Unidos y de su democracia; la constitución de 1789 es el documento que cimentó la democracia moderna. No fue la revolución francesa, que desembocó en el régimen del terror de Robespierre y terminó con el emperador Napoleón Bonaparte en el poder, no, fue ese documento que crearon, entre otros, esos grandes líderes y pensadores: George Washington, Thomas Jefferson, John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John Jay y James Madison.

Estos genios se ‘cranearon’ la separación de poderes y el federalismo, los dos elementos sustanciales que hasta hoy son vistos -en especial el primero- como fundamentos estructurales de la democracia liberal que hoy aún sobrevive, 234 años después de que se la inventaran.

Pero no solo es esta admiración histórica. Estados Unidos, desde la Primera Guerra Mundial y, en especial, después de la segunda, fue el gran constructor y consolidador de la democracia liberal en el mundo. Japón y Alemania, hoy democracias consolidadas después de haber sufrido esos regímenes dictatoriales que desembocaron en la guerra, no lo serían si no es por Estados Unidos.

Es más, la misma Europa salió de su crisis humanitaria después de la guerra y se consolidó en el mundo Occidental liberal por el apoyo económico, político y militar de la gran potencia que entonces era Estados Unidos.

Toda esa historia, todo ese compromiso con la libertad económica y política hizo de los últimos 80 años del mundo los más seguros y prósperos que ha vivido la humanidad. Triste decirlo, pero todo eso está en peligro y la elección presidencial en Estados Unidos es un síntoma muy claro de ese riesgo y de las razones por las cuales este país está dejando de ser el epicentro de la lucha por la libertad y la democracia en el mundo.

El ex presidente Donald J. Trump pronuncia un discurso durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de 2024 en National Harbor, Maryland, EE.UU., 24 de febrero de 2024. La Conferencia de Acción Política Conservadora es una conferencia política anual a la que asisten activistas conservadores y funcionarios electos de todo el mundo. Estados Unidos y más allá. (Estados Unidos) EFE/EPA/SHAWN THEW
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en febrero del 2024. EFE/EPA/ALLISON DINNER

Cuando se escucha decir al candidato Republicano y a sectores importantísimos de su partido que no les interesa lo que Rusia haga en Europa y que Estados Unidos no tiene nada que ver allí o a sectores progresistas del partido Demócrata cada vez más importantes que Cuba, Venezuela o Nicaragua son víctimas del imperialismo americano y que Israel es responsable de un genocidio, olvidando -y hasta justificando- la masacre de Hamas del pasado 7 de octubre, se da uno cuenta de qué tanto ese país ha perdido el norte y que tan poco confiable verdaderamente va a ser en la defensa de esos valores innatos de la democracia.

Esto tampoco es nuevo. El aislacionismo de los años 30 en Estados Unidos era similar a lo que hoy pregonan los republicanos y un sector del partido Demócrata. Esa actitud en política exterior de Estados Unidos sin duda fue un aliciente que llevó a la Segunda Guerra Mundial. Y así como muchos republicanos se sienten cómodos con Putin y todos los demócratas progresistas ven en Castro o Chavez históricos luchadores por la libertad y la igualdad, ese gran héroe americano Charles Lindbergh era un gran admirador de Hitler.

La diferencia entre entonces y ahora está en la amplitud del mensaje. Esos sectores radicales entonces eran minoritarios. Hoy, con redes sociales, tienen capturado al partido Republicano y no me cabe duda que pronto ese mismo radicalismo capturará al partido Demócrata también.

Un ejemplo claro es el de la inmigración ilegal. Trump, al decir que todos los ilegales son criminales o narcos, expresa un xenofobia que siempre existió pero que era marginal; hoy no lo es, tanto así que la inmigración hace parte del centro de la discusión política y electoral. El peso de este tema en la campaña ha llevado al partido Demócrata y al presidente Biden a tener que mostrarse tan o más duro que Trump, en la forma; si bien el mensaje es distinto, más blando, en el fondo, en las acciones, es igual.

Esta ruptura histórica entre los partidos y la polarización que hoy vive Estados Unidos, y se refleja como un espejo en la elección presidencial del próximo 4 de noviembre, ya tiene un gran impacto en la política exterior, que genera desconfianza e inestabilidad.

Dos casos: Venezuela y Ucrania. En Venezuela, Trump tenía una política dura contra el dictador Maduro y logró incluso apoyar y fortalecer un gobierno paralelo, cosa única en la lucha contra un dictador. Cambió el gobierno y Biden, que se decía experto en la región, desmontó ese gobierno paralelo y le dio oxígeno a la dictadura, hasta el punto que va a hacer unas elecciones ilegítimas y se va a mantener en el poder.

Ucrania es exactamente lo contrario. Frente a la invasión Rusa, Biden reaccionó correctamente y se metió de lleno a ayudar a Ucrania para que Rusia no fuera exitoso en la invasión. Es muy probable que si Trump llega al gobierno esa política cambie totalmente, la ayuda se minimice y se haga un acuerdo de paz donde Rusia consolide el territorio que ganó con la invasión. Es probable que ese éxito de Putin lo lleve a otras aventuras militares en Europa en el futuro y abra las puertas a una invasión de China a Taiwan.

¿Quién gana con esta incertidumbre? Los dictadores, en este caso Maduro y Putin. ¿Quién pierde? Los que defendemos la democracia y las libertades, como María Corina en Venezuela, quien creyó en la buena fe de la administración Biden y la dejaron tirada.

Como decían en la serie del Chapulín Colorado: “¿Y ahora quién podrá defendernos?”, tristemente no va a saltar ningún Chapulín a ayudarnos a salvar nuestras libertades y nuestra democracia. Nos tocará defenderlas con las uñas mientras sus enemigos se organizan, se ayudan y son una amenaza cada vez más fuerte, por lo menos en nuestra región.

Zona destruida por el ataque de un dron ruso en Dnipro, en el sur de Ucrania. EFE/EPA/ARSEN DZODZAIEV
CARACAS (VENEZUELA), 23/01/2024.- La opositora venezolana María Corina Machado participa en una manifestación con motivo del 66 aniversario del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-1958) hoy, en Caracas (Venezuela). En un comunicado, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), con motivo del 66 aniversario del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-1958), expresó hoy que hay «suficientes razones para retomar el espíritu y los propósitos que desembocaron en ese acontecimiento histórico, cuya motivación se repite en la actualidad», con un objetivo que «va más allá de sustituir la dictadura por la democracia». EFE/ Miguel Gutiérrez

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