
Quito, Ecuador
La lucha contra el narcotráfico, el crimen organizado, la extorsión, el sicariato y otros delitos, que vienen realizando las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, en los últimos seis meses ha logrado éxitos indiscutibles, pero deberá continuar porque esos males están profundamente enraizados en todo el país.
El control de las cárceles por Fuerzas Armadas ha establecido un régimen de orden, disciplina, aseo personal y mantenimiento de las instalaciones; ha erradicado las brutales masacres de cientos de detenidos; ha eliminado el cruel imperio de los cabecillas del narcotráfico y del crimen organizado que extorsionaban a todos los detenidos, inclusive en su alimentación; ha descubierto los lugares donde los capos realizaban orgías en medio de costosos licores y perversidades; ha localizado caletas repletas de pistolas, fusiles, metralletas, granadas, explosivos, municiones y armas blancas, construidos inclusive debajo de las oficinas de los directores de las cárceles, quienes, por su lenidad, complicidad y corrupción, deberían ser investigados y condenados penalmente los que lo merezcan.
A pesar de que ciertas personas se empeñan, inexplicablemente, en negar la realidad, al país consta que, en las operaciones contra el terrorismo, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional han capturado a muchos de los cabecillas de las bandas criminales y a miles de sus secuaces y han descubierto grandes cantidades de drogas, armamento y dinero; la Fuerza Naval ha capturado lanchas rápidas cargadas de droga y de combustible de contrabando y ha detenido a criminales que asesinan y extorsionan a los pescadores; la Fuerza Aérea, en coordinación con las otras Fuerzas militares y con la Policía Nacional, ha detectado pistas de aterrizaje clandestinas y las ha inutilizado, y proporciona apoyo a las operaciones del Ejército, la Marina y la Policía Nacional; el Ejército y la Policía Nacional han capturado delincuentes, armas y droga en los pasos fronterizos y en las carreteras; la Policía Nacional, con las redadas que ejecuta ha detenido a delincuentes que tenían en su poder drogas, dinero y armas, y, frecuentemente. apoya a la Fiscalía del Estado en sus investigaciones; el Ejército continúa impidiendo que, en los seiscientos quilómetros de la frontera montañosa y selvática del norte, los sembríos de coca del sur de Colombia se desborden sobre el territorio ecuatoriano, y, a la vez, mantiene sus destacamentos en los dos mil kilómetros de frontera con el Perú.
Sin duda, la fuerza pública habrá cometido algunos errores en el cumplimiento de tan difícil misión, pero no al punto de que alguien intente desvalorizar su valioso y sacrificado trabajo, que debe continuar con renovados bríos y con el apoyo y reconocimiento de la población.
En esa tarea, las Fuerzas Armadas deberían ser reforzadas con el reclutamiento de un mayor número de conscriptos, ya que disponen de cuarteles para alojarlos y de instructores experimentados. Estos jóvenes, que provienen de los estratos sociales y económicos más amenazados por el crimen, cuando retornan a sus lares, son sus más firmes defensores.
