
Quito, Ecuador
Terminado el Forum Mundial en Moscú, a finales de agosto de 1961, delegados universitarios de algunos países de África, Asia y América Latina fuimos invitados a un seminario sobre colonialismo e independencia nacional, que se realizaría en septiembre de ese año en Hanoi. Experiencia aparte es el viaje de Moscú a Hanoi, parte en avión y parte en el tren, incluyendo el transiberiano en el trayecto hasta Pekín desde Irkutsk, en el lago del mismo nombre, que es la frontera chino-rusa. Bordeando el mar de China, llegamos a la frontera con Vietnam, siendo ostensible el cambio del precario ferrocarril chino, a carbón, frente al más pequeño, pero mejor provisto ferrocarril de estilo francés de Vietnam del Norte, movido por Diesel. Hace 60 años así eran las diferencias.
Una muy impactante constituían los alfabetos, el chino, con centenares de ideogramas, y el vietnamita, con el alfabeto latino, herencia del colonialismo francés. A grosso modo, consignamos las diferencias y distancias de entonces. A efectos del seminario, era evidente que Vietnam del Norte se empeñaba en ilustrar la amenaza imperialista de los Estados Unidos, y al mismo tiempo, en 1961, la población, sabiéndose irremediablemente atacada, estaba preparándose para la continuación de la guerra. Tenían la experiencia y la conciencia de haber vencido a los imperialismos japonés y francés, y estaban conscientes de la amenaza norteamericana. Una imagen imborrable y de impacto para un latinoamericano, fue el desfile de 30 mil jóvenes mujeres, miembros del Ejército de Liberación Nacional, marchando con su fusil Kalashnikov el día de la Independencia. Fue una escena impresionante.
Estaba programado, en los términos del seminario, que nos presentaran ante el presidente Ho Chi Min. La noche anterior, en un espectáculo de juegos pirotécnicos y danzas folclóricas, hubo un enorme festejo público del pueblo vietnamita que demostraba una felicidad esperanzada, y también la certeza de la amenaza en el espíritu, pues se veía venir la escalada del conflicto. Al día siguiente, los asistentes extranjeros nos enfilamos para saludar a Ho Chi Min, que pasó dando la mano a cada uno de los representantes estudiantiles de medio mundo. Como Ho Chi Min había estudiado en Europa, hablaba algunos idiomas, incluido un poco de español y al llegar a los representantes latinoamericanos, lo utilizaba.
Cuando estuvo frente a mí, le dije mi nombre y mi procedencia: “¡Edgar Molina, de Ecuador, señor presidente!” Y Ho Chi Min reaccionó vivamente, diciendo: “¡Ecuador! Presidente Velasco Ibarra”. Le contesté afirmativamente y con una sonrisa. En español y usando las manos, señaló: “¿Dos veces, tres veces presidente?” “Cuatro”, le respondí, también señalándoselo con las manos. “¿Y cómo hace?”, me preguntó el histórico líder vietnamita. “La demagogia, señor presidente”, le dije. Él reaccionó mostrando un rostro impresionado y dijo, señalando los cinco dedos de la mano: “Habrá una quinta entonces”.
Es decir, Ho Chi Min, en 1961, vaticinó el quinto velasquismo en 1961, cuestión que parecía improbable, pero que se dio en 1972. Nadie como él, en mi experiencia, tuvo la visión de la fortaleza que tuvo y que seguiría teniendo la demagogia en América Latina y en el Ecuador. A menos que nos decidamos a hacer algo para cambiarlo.
