Los empresarios tienen que despertar del letargo

Gustavo Izurieta

Guayaquil, Ecuador

Las ideas no son conceptos estériles. En realidad, son la fuerza que define de manera decisiva y silenciosa el destino de un país. En Ecuador, la falta de interés de las élites empresariales en el mundo de las ideas ha creado un vacío peligroso que desde hace varios años está siendo llenado por actores con cuestionable preparación intelectual, algunos malintencionados ávidos de dinero fácil y otros tantos, funcionales a fuerzas oscuras. Por lo tanto, es momento de despertar y reconocer el papel fundamental que juegan los intelectuales en la construcción de una sociedad libre y próspera.

Los tanques de pensamiento, esos institutos dedicados al análisis político y económico, son los verdaderos arquitectos del pensamiento que moldea el futuro de un país. No se trata solo de academias donde se forman intelectuales, sino de motores de cambio que impulsan el debate, influyen en la opinión pública y proponen soluciones innovadoras a los problemas más acuciantes. En Ecuador, aunque el Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP) es un ejemplo destacado, los think tanks en general son escasos y su influencia podría ser mucho más impactante.

Fundado en 1991, el IEEP ha demostrado cómo un think tank bien dirigido puede influir en decisiones cruciales para el país. Su papel fue decisivo en la adopción de la dolarización hace casi 25 años, un cambio que transformó la economía ecuatoriana. A pesar de contar con presupuestos modestos, el IEEP sigue realizando notables programas de formación en economía, políticas públicas y liderazgo para jóvenes universitarios. Este tipo de iniciativas no solo generan un impacto inmediato, sino que también siembran las semillas para un futuro más informado y participativo.

Las élites ecuatorianas, cómodas en su zona de confort, han mostrado un desinterés alarmante por el posicionamiento de ideas frescas y audaces. En lugar de impulsar la creación y el fortalecimiento de tanques de pensamiento que puedan desafiar el status quo y proponer políticas públicas que beneficien a millones de ecuatorianos, muchas de estas élites prefieren sentarse a negociar con el poder político de turno, asegurando así la estabilidad de sus privilegios a corto plazo, pero comprometiendo el bienestar del país a largo plazo.

Este exceso de pragmatismo ha tenido un costo altísimo. Las malas ideas que han imperado por décadas en el Ecuador no han sido debidamente confrontadas ni cuestionadas. Como resultado, dieron lugar a la pobreza y la falta de oportunidades que hoy sufrimos. El empresariado, que en otros países se erige como un pilar fundamental del debate intelectual y político, aquí se mantiene mayoritariamente al margen, temeroso de los riesgos que involucrarse podría acarrear para su reputación o estabilidad financiera.

Sin embargo, algunos empresarios han entendido la importancia de apoyar a los tanques de pensamiento, reconociendo que las ideas correctas son el único antídoto contra la mediocridad y el estancamiento. Estos empresarios, aunque todavía pocos, son la excepción que debería convertirse en regla. Porque lo que está en juego es el futuro de todo un país.

La falta de tanques de pensamiento en los partidos políticos es otro síntoma de esta apatía intelectual. Los partidos, en su mayoría, carecen de un sustento ideológico sólido, lo que se traduce en decisiones políticas erráticas y a menudo contraproducentes para el desarrollo del país. Sin un diálogo continuo y fructífero con centros de pensamiento, los políticos terminan improvisando, y la improvisación en política siempre tiene consecuencias desastrosas.

Es hora de un cambio radical. Es imperativo que las élites y los empresarios ecuatorianos se involucren más activamente en el debate de ideas. El apoyo a los tanques de pensamiento no es solo una inversión en el futuro, sino una responsabilidad moral. Si dejamos que los menos capacitados o los menos interesados en el progreso del país tomen las riendas, no podemos sorprendernos cuando las cosas vayan mal.

El llamado es claro: necesitamos más tanques de pensamiento, más debates, más ideas audaces. Necesitamos una élite comprometida con el futuro del país, dispuesta a arriesgar su comodidad por el bienestar de las próximas generaciones. Las ideas importan, y es hora de que empecemos a tomarlas en serio. El Ecuador que queremos construir mañana depende de las ideas que defendamos hoy.

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